El Gobierno de los platos chinos Cristina Monge
Los precios no bajan por arte de magia, las pensiones no suben por casualidad
Conocemos a través del INE que la inflación adelantada de noviembre es del 6 '8%, un dato interesante que confirma varias tendencias. La primera es que España consigue reducir por cuarto mes consecutivo el índice general de precios, es decir, que desde que entró en vigor a mitad de junio la excepción ibérica, reduciendo el coste de la energía eléctrica, unido a un menor coste de los carburantes, se ha conseguido atenuar en gran medida la inflación. España se sitúa así, al finalizar el año, como el cuarto país europeo con el menor incremento de precios.
La segunda tendencia es que el índice de precios subyacente sube una décima, situándose en el 6 '3%. Este valor, que sirve para observar la evolución de los precios en un plazo más breve de tiempo, teniendo sólo en cuenta servicios y bienes elaborados, permanece casi estático desde el mismo mes, el pasado julio, lo que nos indica que si bien los precios inmediatos no van a seguir subiendo, si van a existir dificultades para que disminuyan. Las empresas trasladaron los costes energéticos para mantener o incrementar los márgenes de beneficio, pero ahora se van a resistir a reducirlos.
¿Qué podemos empezar a deducir de esta crisis inflacionaria? Que su primera etapa, que se inició en marzo de 2021, tuvo que ver en gran medida con las tensiones en las cadenas de suministro tras el repunte brusco de la producción detenida por la pandemia, pero que su punto álgido, su segunda etapa a partir de marzo de 2022, fue debida al impacto de la guerra de Ucrania en los mercados energéticos. En el momento en que estos factores se están atenuando, los precios se están controlando. ¿Tienen sentido entonces la subida de tipos del BCE, propia contra una economía recalentada, algo que no encaja con el contexto actual?
La crisis inflacionaria no ha afectado al empleo, que está siendo el motor de nuestra economía. Tampoco a nuestro crecimiento, que según diferentes organismos internacionales se situará entre el 4 '5% y el 4 '7%. Es decir, que estamos saliendo de las dificultades y que además lo estamos haciendo antes y mejor que la mayoría de países de nuestro entorno, que o bien han entrado en recesión, como Reino Unido, o bien tienen una subida de precios mayor, como Alemania. Costará que la reducción de precios llegue a la vida cotidiana, el incremento de las hipotecas es un factor negativo a tener en cuenta, pero el daño no va a ser mayor de lo que ha sido.
Los precios no están bajando por arte de magia, las pensiones no van a subir por casualidad. Se llama política útil, aquella que enfrenta unos problemas a unas guías ideológicas y encuentra unas soluciones beneficiosas para la mayoría de la sociedad
Si hay luz al final del túnel se debe a una respuesta ágil del Gobierno en sus medidas contra la inflación. Políticas concretas que han servido para tasar los precios energéticos, implementar la gratuidad de algunos transportes públicos y paliar mediante ayudas directas la carestía de los combustibles. Se entendió cuáles eran los factores claves de la inflación, se actuó sobre ellos rápidamente, tanto en la esfera nacional como internacional, presionando a la UE para que aceptara nuestra especificidad energética. ¿Dónde está ahora esa derecha, política y económica, cuya única aportación en esta crisis ha sido querer bajar los impuestos, abaratar el despido y cruzarse de brazos ante el caos de los mercados?
Existen políticas diferentes dependiendo de la orientación ideológica de quien las lleva a cabo, unas pretenden afrontar las crisis mediante la devaluación social, otras mediante la cohesión. Por fortuna, para la mayoría social trabajadora, en este ciclo tenemos un Gobierno que ha apostado por no utilizar el hacha y el empobrecimiento como único estímulo para la economía. Con el dato adelantado de los precios de noviembre ya se tienen las 12 tasas interanuales de inflación, que sirven para calcular la revalorización de las pensiones públicas de 2023: subirán un 8 '46%. Un dato que supone un incremento de algo más de cien euros para el 60% de los pensionistas, que pasarán de 1.257 euros a 1.364 euros.
Esta notable subida no hubiera sido posible hace un año, cuando aún estaba en vigor la reforma de las pensiones llevada a cabo por el PP en 2013, que situaba tan sólo en un 0 '25% la revalorización mientras que el país se manejara dentro del déficit. Diez millones de personas hubieran perdido poder adquisitivo, justo aquellas además a las que la inflación hubiera golpeado más duramente. ¿A qué se debe este cambio? Al acuerdo firmado en la mesa de diálogo social entre el Gobierno, los empresarios y los sindicatos en junio de 2021. Las organizaciones sindicales fueron claves para la eliminación del llamado eufemísticamente factor de sostenibilidad, que no era más que una cláusula de revisión a la baja de las pensiones.
Con el nuevo acuerdo de pensiones se garantiza, como estamos viendo, el poder adquisitivo en relación al índice de precios, pero se evita además una reducción de las cuantías percibidas del 2 '77% para los que se jubilen el próximo año, un 11 '93% para los nacidos en 1970 y un 14 '24% para los nacidos en 1980. ¿Para qué vale el crecimiento que estamos registrando en estos últimos años? Para que un 2% del PIB deba ser destinado a la financiación del sistema público de pensiones. Es decir, de nuevo, políticas que no se cruzan de brazos ante los problemas, que no tiran por el camino fácil de la devaluación social o que no fijan como único horizonte un crecimiento que sólo se note en la cuenta de resultados de las grandes empresas.
Justo ahora que conocemos todos estos buenos datos, José Luis Escrivá, ministro de Seguridad Social, plantea extender el periodo de cálculo para acceder a la pensión de los 25 años actuales hasta los 30, con posibilidad de descartar los dos peores. Los sindicatos y Unidas Podemos, por boca de Yolanda Díaz, ya se han mostrado contrarios a la propuesta. La segunda parte de la reforma de las pensiones, aún pendiente, debe ir en la línea del acuerdo de 2021: garantizar su sostenibilidad pero no a costa de cargar sobre los trabajadores el problema de la brecha demográfica, sino poniendo el énfasis en la redistribución del crecimiento económico. El modelo de la derecha, que hace nada coqueteaba abiertamente con el complemento privado, se demuestra tan peligroso como inestable. La crisis británica, donde muchos fondos de pensiones han visto peligrar su viabilidad, así lo demuestra.
Los precios no están bajando por arte de magia, las pensiones no van a subir por casualidad. Se llama política útil, aquella que enfrenta unos problemas a unas guías ideológicas y encuentra unas soluciones beneficiosas para la mayoría de la sociedad. No se trata tan sólo de gestionar bien, sino de que ante el escollo, el timón del barco ha de dirigirse a babor o estribor, a izquierda o derecha, a dirimir el conflicto entre rentas del trabajo y del capital, economía productiva y especulativa, servicios públicos y evasión fiscal. En tiempos donde hemos descubierto que somos vulnerables, la radicalidad no consiste en encender la retórica, sino en lo efectiva que es tu acción sobre lo inmediato.
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