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TVE brilla en el relato de un año de guerra en Ucrania

Al cumplirse un año de la invasión rusa de Ucrania, las tres grandes cadenas han dedicado buena parte de sus informativos a la efeméride. Cada una lo ha hecho dentro de su tónica diaria. Así, tanto Telecinco como Antena 3 han abierto sus noticiarios con el asunto, al que han dedicado la mitad de su minutado, pero sin romper el esquema habitual, aunque en el caso de esta última ha evidenciado la importancia que conferían a la jornada situando en el país a Susana Griso, conductora del matinal Espejo Público.

Frente a estas cadenas, TVE ha vuelto a ser protagonista principal, tanto por el importante despliegue como por la variedad y profundidad de los contenidos, que han convertido sus telediarios en un casi monográfico al modo de los anteriormente realizados en el informativo de noche sobre Educación o Sanidad. En esta ocasión, la dedicación se ha extendido al de las tres de la tarde con la conducción de su presentadora habitual, Alejandra Herranz, ubicada en la estación ferroviaria polaca, clave para las entradas y salidas de millones de personas que huían de la guerra o regresaban a Ucrania. 

Tras visionar, en directo o diferido, los seis principales noticieros de las tres cadenas, he centrado el análisis en el de las nueve de la noche de TVE, sin demérito del presentado a las tres de la tarde por Alejandra Herranz (consolidada ya como sucesora de Ana Blanco), que estuvo lleno de ritmo televisivo para ofrecer los distintos ángulos de la actualidad del conflicto con el dinamismo exigido por su horario de emisión. Pero fue en el conducido por Carlos Franganillo donde se pudo apreciar de manera más nítida la evolución de los informativos de la cadena pública en los dos últimos años, y muy en concreto en esta segunda edición. Me refiero a cómo se salta, cada vez con mayor frecuencia e intensidad, el esquema tradicional de sucesión de noticias, jerarquizadas más por el lugar que ocupan que por el tratamiento y duración, para profundizar en el análisis de todos los extremos de un determinado acontecimiento informativo. 

Así, en el de este viernes, el presentador arrancó desde la calle de la población de Bucha, que fue testigo de una de las imágenes reveladoras del horror de la guerra, con cadáveres dispersos de civiles asesinados en una sola jornada. Franganillo, poco iluminado adrede, inició el relato, para dar paso a Herranz en la estación ferroviaria polaca y retroceder en el tiempo al interior del tren que le llevaba a Ucrania, junto a decenas de ucranianos que regresaban al país entre la zozobra y la esperanza de reencontrarse con sus seres queridos.

Tras un reportaje con miembros de una de las organizaciones humanitarias desplegadas, Raquel González, corresponsal en Alemania desplazada a Kiev, resumía la multitudinaria rueda de prensa de Zelenski y los actos oficiales en la capital, antes de que Sara Rancaño, desde Nueva York, glosara el plan chino que pretende dar una salida al conflicto bélico. Lara Prieto, corresponsal en Moscú desde hace pocas semanas, comentaba cómo se estaba desarrollando la jornada allí, de espaldas a la efemérides, mientras Cristina Olea, desde la capital de Estados Unidos, ofrecía la actual situación sobre envío de armas y repercusión de las sanciones al invasor. De vuelta a Ucrania, Guadalupe Mejias ofrecía desde Járkov testimonios sobre esperanzas y regresos limitados de la población recuperada tras la parcial derrota rusa y Víctor García Guerrero centraba la situación de la guerra con el concurso del general retirado Pedro Pitarch.

Franganillo centraba la mirada en la difícil reconstrucción de edificios y vida en la zona de Bucha, antes de retroceder en el tiempo hasta el tren de entrada al país para recoger inquietudes, esperanzas y deseo de paz de los que compartían el viaje. Mientras Anna Bosch recogía en Madrid las opiniones de desplazados, tanto del país invadido como del invasor, Alejandra Herranz buceaba en Polonia dentro de una base logística para el traslado de armamento, Lara Prieto relataba cómo resiste Rusia a las sanciones económicas de Occidente, al tiempo que Marta Carazo, corresponsal en Bruselas, desplazada a la capital de Estonia, analizaba la situación de la energía y defensa europea con una entrevista, realizada días antes al secretario general de la OTAN.

Patricia Rodriguez era testigo de la llegada a España de Hassan, el niño de doce años que cruzó solo toda Europa con los datos de contacto escritos en el dorso de su mano hasta reunirse con su familia. Tras volver a emitir parte de la entrevista concedida en Ucrania por Pedro Sánchez al periodista de RNE Iñigo Alfonso, se analizaron las diferentes posturas políticas españolas frente a la guerra, antes del relato desde Madrid de otras noticias del día y de que Franganillo ofreciera el reencuentro con su familia de una de las mujeres a las que había entrevistado en el tren.

Más allá de este recordatorio de contenidos, muestra del enorme despliegue realizado por RTVE y demostración de su músculo informativo, lo más relevante reside en el cómo se ha afrontado el reto periodístico. Se han ofrecido datos, imágenes, hechos constatados, pero todo el conjunto ha estado dominado por la constante busca del factor humano, de la convicción de que tras los datos, como en cualquier otra guerra, lo importante son las personas, su dolor, su esperanza, sus miedos y anhelos, su deseo de vida en paz.

Se han ofrecido datos, imágenes, hechos constatados, pero todo el conjunto ha estado dominado por la constante busca del factor humano, de la convicción de que tras los datos, como en cualquier otra guerra, lo importante son las personas

Ese cómo estaba en buena parte resumido en un tuit de la citada Anna Bosch cuando escribía: "¿Cómo tener presencia en una crónica de manera profesional? Dando el protagonismo a los testimonios de valor, siendo un mero puente entre ese testimonio y la audiencia. Lo hace Carlos Franganillo en las crónicas del Telediario #RTVE1añoUcrania".

Sí,  Carlos Franganillo, antes corresponsal en Rusia y Estados Unidos de América, llamado para ser el conductor del Telediario 2, al que imprime su personalidad, que no su opinión. Secundado en la edición por Luis Poyo —uno de esos profesionales de TVE desconocidos para el gran público, pero fundamental en el trabajo diario—, Franganillo podría haber optado por realizar eso que denominan "informativo de autor", definición tramposa donde las haya, que esconde, casi siempre, la primacía de las opiniones personales y/o de sus jefes sobre la auténtica información. En este caso, no.

Carlos, liberado de la inmediatez y urgencia del informativo de las tres de la tarde, promueve el análisis reposado, el trabajo exhaustivo, la búsqueda de contextos que expliquen noticias que sin esos ingredientes llevan con frecuencia al espectador a opiniones sesgadas. Y lo hace con rigor, sin concesiones partidistas, con el pluralismo de los datos y testimonios, soslayando lo llamativo y persiguiendo lo sustancial. Y siempre, siempre, como este mismo viernes, con humildad, resaltando el trabajo de todos los integrantes del equipo que no aparecen ante las cámaras, pero que son absolutamente imprescindibles.  

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