Sergio Ramírez Luis García Montero
Solo ante el peligro
Al histórico sheriff de la localidad de Hadleyville, Will Kane, le convencieron todos, en aquel pequeño pueblo sin ley ni orden —incluida su propia esposa, Amy Fowler—, de que se subiera al coche de caballos antes de que a las doce del mediodía llegara en el tren Frank Miller, un temido pistolero nunca vencido. La urgencia se debía a que ya se sabe que “los malos” ejecutan una venganza implacable. ¿Por qué no marchar? A fin de cuentas, el nuevo sheriff llegaría al día siguiente y tras muchos años de hacer cumplir la ley, Kane prácticamente había colgado la placa. El representante de la Ley subió al carruaje, pero luego, atendiendo a su obligación, dio media vuelta y afrontó el desafío. Son escenas de Solo ante el peligro, un western dirigido por Fred Zinnemann, en el que Gary Cooper bordó el papel de defensor de la norma legal junto a una jovencísima y algo pazguata Grace Kelly.
No sé si Pedro Sánchez ha visto esta película, pero me alegro de que, unas horas después del batacazo electoral de la izquierda, diera media vuelta a los caballos apuntando directo al conflicto. O todo o nada. Osadía y coraje frente a la adversidad. La ciudadanía con sus votos facilitó el camino a la derecha y a la extrema derecha en casi toda España y los electores progresistas nos sentimos huérfanos en ese momento. El criminal convicto Frank Miller (interpretado por Ian Mac Donald), regresará junto con sus secuaces a cobrar la deuda con el sheriff Kane que lo capturó y envió a prisión (imaginen a quiénes me refiero en clave nacional). Ante el desconsuelo tras los comicios, sólo nos faltó entonar Do not forsake, oh my darling (No me abandones, amor mío) el genial tema central de la película, compuesto por Dimitri Tiomkin.
Sánchez mira fijamente al destino y acepta el duelo cargando el arma del adelanto electoral. Nadie lo esperaba. En otras formaciones cundió el pánico y Ciudadanos firmó su propia acta de defunción, tras obtener poco más del 1% de los votos y desaparecer de los parlamentos autonómicos. El naranja Francisco Igea, procurador por Valladolid, protagonizó su particular western, anunciando la creación de una plataforma paralela para enfrentar a la coalición PP-Vox que tanto daño, afirma, está haciendo en Castilla y León. Igea entona su mea culpa por haber facilitado el ascenso a la presidencia a Mañueco, quien luego le engañaría con la ultraderecha. Eso pasa por tener malas compañías. La traición y la venganza, en los westerns y en la política, son habituales y previsibles.
Política de cine
La política, a veces, parece salida de un guion de cine. Ahí tienen a Podemos, con un constante goteo de militantes tras la salida de su histórico líder, Pablo Iglesias. Sumar de Yolanda Díaz les ofrece aire fresco. Decía en un artículo Javier Pérez Royo que los morados no tienen otra opción que disolverse. No seré tan drástico, pero sí digo que es necesaria, en esta como en otras formaciones, una profunda autocrítica y que determinados/as políticos den un paso al lado para que otros/as asuman el relevo. De aquel entusiasmo de un lejano 2014, cuando Podemos apareció en el escenario político español, solo quedan jirones de piel maltrecha después de estas elecciones.
Procede asumir responsabilidades políticas ante el fracaso. Los nefastos resultados obtenidos por la izquierda son fruto de la soberbia y de la nula capacidad de autocrítica de algunos dirigentes. El liderazgo político se construye día a día trabajando por las necesidades de la ciudadanía, pero también sabiendo transmitir al electorado los avances sensibles que se han conseguido.
La hora de la izquierda
Un gobierno de coalición debe ser y parecer una alianza cohesionada, lo que implica ceder y acordar un camino común. La ropa sucia se lava en casa. No se pueden mostrar fisuras ni menos competir en público por quién es más progresista o más responsable que el otro, pues, de lo contrario, la ciudadanía perderá la confianza y no se reeditará un siguiente mandato. Las peleas reiteradas, en política como en la vida conyugal, acaban siempre en divorcio. La diferencia es que en el segundo caso se acaba el proyecto mutuo, y en el primero, nos vamos todos al garete.
La prudencia y el sentido común son indispensables en política, y lo son mucho más en un gobierno de coalición. Si no se practican queda la sensación de fracaso a pesar de que lo conseguido demuestre exactamente lo contrario.
No sé si se aproxima un cambio de ciclo, pero me asusta la sola idea. Este Gobierno de coalición ha hecho bastante, pero es mucho más lo que arriesgamos a perder. Un gobierno del PP y Vox tumbaría todo lo construido y más. Piensen en la Ley de Memoria Democrática, cuya derogación futura proclaman, al igual que emprenden ataques miserables a quien (no hace falta dar nombres), en uso de su legítimo derecho, pide la plaza de fiscal de sala de Derechos Humanos y Memoria Democrática aludiendo, como demérito, a su lucha por los derechos de las víctimas de la dictadura. Sin olvidar los planes de derribo en materia de los derechos de las mujeres, colectivo LGTBI, en el ingreso mínimo vital, en el salario mínimo, en las pensiones, en el medioambiente, en la gestión de la sequía…
Un gobierno del PP y Vox tumbaría todo lo construido y más. Piensen en la Ley de Memoria Democrática, cuya derogación futura proclaman. Sin olvidar los planes de derribo en materia de los derechos de las mujeres, colectivo LGTBI, el ingreso mínimo vital...
La senda común
Dicen algunos que la esperanza se llama Yolanda. Veremos si hay acuerdo. “El pueblo unido jamás será vencido”, reza la conocida canción que llevó a Allende a gobernar el Chile de los años setenta, pero ¡vaya que cuesta unirlo y qué fácil es dividirlo! Cualquier lema de campaña progresista debe tener un objetivo común, dejando de lado los protagonismos, las ambiciones mezquinas y trabajando por un objetivo mayor a cada formación. Otra cosa será cómo se pondrán de acuerdo los dos grandes bloques de la izquierda (¿PSOE y…?) pero la única opción posible, y todos lo saben, es una gran confluencia de todos los progresistas. Por el contrario, la derecha no duda cuál es su meta ni lo que hay que hacer para alcanzarla.
Si queremos continuar avanzando en cambios sociales, debemos encontrar esa senda común que se ha perdido. Me ha gustado mucho el manifiesto que artistas e intelectuales han firmado pidiendo unidad: “Apelamos a las organizaciones de la izquierda a que, mediante el diálogo fraterno, trabajen por el objetivo irrenunciable de la unidad. (…) En la fragmentación de las fuerzas de izquierda radica la fortaleza de nuestros adversarios y nuestra propia debilidad”.
Esa unión es lo que temen las derechas, cuyos cinco minutos de gloria en la victoria obtenida el 28 de mayo se vieron empañados por la necesidad de retratarse al tener que pactar con Vox en plena precampaña.
Ahí está la italiana Meloni ganando en las municipales, ahí tienen al húngaro Viktor Orbán felicitando a su colega Santiago Abascal por los excelentes resultados que “… evidencian que la reconquista de la derecha continúa en España”. “¡Vamos Santiago, vamos Vox!”, proclamaba en Twitter. Para estos neofascistas la presidencia española para el Consejo Europeo se vislumbra como una apetecible tribuna desde donde poder influir.
Frente al entusiasmo, el conservador alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, en una entrevista en El País, lanza una advertencia: “Cruzo los dedos por ellos, pero espero que no se vean obligados o no tomen la decisión de coaligarse con Vox. Es peligroso”. Trzaskowski es un buen conocedor de la ultraderecha y sus cantos de sirena; por tanto, el aviso debería ser tenido en cuenta en Génova, 13.
Cuando se pacta con la ultraderecha es ésta la que marca la agenda. “No regalaremos los votos”, ha afirmado Santiago Abascal sobre los acuerdos con el PP allá donde son precisos.
En Latinoamérica, Gustavo Petro, desde Colombia comparaba la situación con el ascenso de los nazis. "Es Alemania 1933”, afirmó. Lo que se dirime en estas próximas generales lo resumía muy bien el periodista y filósofo Josep Ramoneda: “…lo que se decide es si España entra o no en la senda del autoritarismo posdemocrático que va penetrando a las democracias europeas. Pasan los años y la vergüenza decae, el recuerdo del franquismo ya no es antídoto contra el autoritarismo.”
Prensa 'fake'
Serviles personajes ya preparan el camino a la coalición de derechas. Son periodistas y/o tertulianos que insisten en que lo de Vox no es para tanto y que, cuando esta formación se encuentre con la dura realidad de administrar, entrarán en razón. Debe de ser que algo les han prometido, porque no puedo creer que, ante las evidencias del presente, mantengan la fe en las “inocentes” intenciones de los de Abascal. Un ejemplo de la gestión conjunta PP—Vox es la indecente ley sobre regadíos para Doñana, mostrando que les importa un bledo el futuro de un Patrimonio de la humanidad. Otro, puede ser la decisión de Mañueco en Castilla y León de permitir a Vox que ostente la vicepresidencia de la Comunidad desde la cual se han relajado los controles a la tuberculosis bovina que puede afectar a otros animales y a las personas.
La mentira y el bulo de estos profesionales del periodismo viene de lejos. Comenzaron en 2018 por atacar a determinados ministros y ministras denostándolos y masacrándolos con calumnias e infamias, ayudados por determinadas corporaciones; después fueron a por Pablo Iglesias de la forma más burda y agresiva. Cuando el líder de Podemos dejó la política, enfocaron los cañones hacia Pedro Sánchez, el obstáculo que quedaba para el asalto a la Moncloa. La hemeroteca casi no puede guardar los exabruptos, manipulaciones, falsedades, insultos y canalladas que erosionan la democracia. Y por si en los comicios no les va bien, ya preparan su artillería para denunciar el fraude electoral, como lo hicieran Trump y Bolsonaro. Amigas y amigos, no descarto que nuestro país ofrezca un espectáculo semejante al del Capitolio o al de Brasilia.
El sheriff Kane se vio abandonado por todo el pueblo, marcados por el miedo al bandolero. En el momento decisivo nada importó todo lo que Kane hizo por su pueblo, cuando enfrentó y venció a los forajidos. Es sorprendente, pero los vecinos decidieron dejar su futuro en manos de quien ya antes les había hecho mal.
Aun así, Kane decidió plantar cara. Lo dijo claramente: “Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer”. Del mismo modo Pedro Sánchez se ha guiado por el sentido del deber. Ahora queda por ver si los progresistas le damos la espalda o nos unimos para no dejarlo solo ante el peligro. Si no optamos por la última alternativa, seremos corresponsables de lo que acontezca.
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Baltasar Garzón es jurista, y autor, entre otros libros, del ensayo 'Los disfraces del fascismo ' (Planeta).
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