Ignacio Ellacuría, teólogo y filósofo de la liberación Juan José Tamayo
Grito hacia Roma
Esta semana he tenido la suerte de viajar a Roma y de ser recibido por el Papa Francisco. Me recibió en calidad de director del Instituto Cervantes, hablamos de la importancia del idioma español, de su amistad con Borges y de Federico García Lorca. Jorge Mario Bergoglio fue entre 1964 y 1965 profesor de literatura en una escuela jesuita en Santa Fe. Allí se preocupó de que sus alumnos adolescentes no se aburriesen leyendo las aventuras medievales del Cid, historias contadas en un castellano hermoso, pero distante. Convenció a Borges, “un tipazo”, para que hiciese en su escuela un taller de cuentos. Y leyó poemas de Federico García Lorca. El romance de “La casada infiel” era tan picante que podía interesar a cualquier muchacho.
El “Grito” supone un padrenuestro lorquiano para cantar el amor frente al odio
Atravesar los pasillos y los salones del Vaticano no deja de ser conmovedor para un alumno de los Padres Escolapios de Granada en los años 60. Más que los uniformes de la Guardia Suiza y las impresionantes obras de arte que se extienden por las paredes y los techos, me emocionaron otras cosas. Por ejemplo, gracias a la amabilidad del Rector de la Iglesia Nacional Española, recibí un saludo del Padre Francisco Mulet, el sacerdote que me enseñó en mi adolescencia a dudar de los sermones del franquismo y a pensar que los ricos tienen poco que hacer en el reino de los cielos. La conciencia de cada cual es el ojo de la aguja por el que pasan las verdades y las mentiras de este mundo. Ya puestos, yo le mandé un wasap a Javier Baeza, el cura de San Carlos Borromeo, diciéndole que iba a ver a su Jefe. Mi amigo Javier lleva muchos años pensando que maltratar a un migrante, dejarlo desamparado en las calles de Madrid o en las costas de Canarias, es un pecado grave.
Al Papa Francisco le llevé de obsequio un ejemplar de “Grito hacia Roma”, el poema que Federico García Lorca escribió en 1929, en Nueva York, al enterarse de que el Papa Pio XI había firmado el acuerdo de Letrán con Benito Mussolini. Se subió al Chrysler Building, el edificio más alto de aquel Manhattan de la crisis de Wall Street, para decirle al Papa de Roma que se estaba preparando una nueva guerra mundial, nadie repartía ya el pan y el vino, había muchos hambrientos, el racismo negaba el saludo a personas dignas de respeto, se maltrataba a las mujeres y los homosexuales y Jesús estaba siendo olvidado. Era una traición a la voluntad de la tierra (que da sus frutos para todos). El “Grito” supone un padrenuestro lorquiano para cantar el amor frente al odio.
Simpatizo con el Papa cuando declara que es un pecado grave maltratar a los migrantes
Como el mundo sigue empeñado en que las grandes fortunas y los fabricantes de armas entren por el ojo de las agujas, el Instituto Cervantes tradujo el “Grito hacia Roma” a todas las lenguas oficiales de España y Europa con motivo de la presidencia española del Consejo de la UE. Ahora, junto al Servicio de Publicaciones de la UNAM, se ha traducido el poema a 28 lenguas indígenas latinoamericanas con motivo de la Feria Internacional del Libro que se dedica en Guadalajara a España. García Lorca gritaba hacia Roma la palabra amor, denunciaba cualquier tipo de injusticia contra la dignidad humana.
Cuando el Director del Instituto Cervantes de Roma, el escritor Ignacio Peyró, consiguió que el Papa nos hiciese el honor de recibirnos en su biblioteca particular, yo me acordé del Chrysler Building, Manhattan, las guerras, las hambres, los racismos, los genocidios, y metí en mi maleta el “Grito hacia Roma”, un poema que leí en la Granada de mi adolescencia, más o menos al mismo tiempo que el padre Mulet me hablara de los ricos, los camellos, las agujas y el reino de los cielos. Fue una emoción llevar a Roma y dejar el “Grito hacia Roma” en manos del Papa. El mundo está lleno de ruidos, oraciones, himnos, debates políticos, creencias y consignas. Cada cual es dueño del ojo de su aguja. A estas alturas de mi vida y de la historia, necesito resumir con Lorca y conmigo: simpatizo con los que piensan que hay que cobrar impuestos a los ricos para ordenar económicamente un mundo más solidario y simpatizo con el Papa cuando declara que es un pecado grave maltratar a los migrantes.
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