La jauría humana en Paiporta

Verónica Barcina Téllez

Un pueblo infectado por bulos y noticias falsas se acaba entregando a la autodestrucción, atrapado en una espiral de crispación y odio que conduce a la irracionalidad. Un pueblo en este estado es muy fácil de pastorear, de manipular, por quienes viven para ello y de ello. Si a esto se suma una calamidad, el cóctel es explosivo y las consecuencias abarcan desde un linchamiento hasta alcanzar la peligrosa categoría de holocausto, caso de que los manipuladores se fijen como objetivo subvertir el orden y acabar con la paz y la convivencia.

Horton Foote hizo en The chase un retrato de la América profunda, la que vota a Trump y asalta el Capitolio, que fue llevado al cine (La jauría humana) por Arthur Penn: tras fugarse de la cárcel, donde ingresó después de una injusta condena, llega a su pueblo un joven que es recibido por un depravado vecindario con una cacería, como si de una diversión más se tratara. El acoso se desata de forma que la jauría no duda en dirigirlo hacia la Ley y el orden encarnados en una comisaría y el sheriff Calder. El guión de la película es fácilmente reconocible en situaciones que se producen hoy en demasiados lugares del planeta.

Sin ir más lejos, Paiporta, donde una jauría neonazi, azuzada por la desinformación de Feijóo y los bulos de Abascal, no ha dudado en agredir a los tres máximos representantes de la Ley y el orden, del Estado, de la Democracia, presentes en una visita oportunista que hay que calificar, cuanto menos, como inoportuna. No ha sido una jauría de Paiporta, sino una piara yihadista radical de la extrema derecha, camorristas profesionales, quienes han escenificado el enésimo acto de la escalada antidemocrática que, desde su nacimiento, llevan a cabo desde Vox y a la que se ha sumado de forma irracional el ala aznarista del PP.

Nada de esto tendría lugar si estos golpistas no contasen con apoyo institucional, mediático y judicial

En seis años, se ha pasado de la violencia verbal al terrorismo físico, llegando a disparar el comando neonazi insultos, barro y objetos al Jefe del Estado, al Presidente de la Nación y al de la Comunidad Autónoma. Nada de esto tendría lugar si estos golpistas no contasen con apoyo institucional, mediático y judicial: Vox les ofrece defensa jurídica, los medios de derechas “comprenden” la indignación “del pueblo” y unos jueces ven terrorismo en una función de títeres mientras otros absuelven a nazis valencianos que almacenaban armas.

La plebe, ocupada en asuntos vitales como los desfiles procesionales, el culto al cuerpo o el fútil boato de eventos prescindibles, no tiene tiempo de pararse a analizar la información basura que consume en los vertederos de las redes sociales y asume los bulos de los cuñados, suficiente para alardear sin rubor de su irracionalidad en tabernas, reuniones y tajos. Los medios saben que el titular es lo único que llega a más del 65% de la audiencia, así que, el día de las inundaciones, las portadas de El Mundo, La Razón y ABC priorizaron el asunto de Begoña sobre la catástrofe que destrozaba la vida de miles de compatriotas.

Así se explica que una vecina me diga que le ocupan la casa mientras compra el pan, que otro vecino repita lo de las pagas a los menas o que otro, sin motivos, odie a Sánchez. Esta forma de alimentar el odio contribuye a concentrar la furia de la jauría humana en Sánchez y a exculpar a los responsables de la mala gestión: el PP de Mazón y Vox.

La jauría humana de Foote y Penn es un juego de niños si se la compara con lo que, en los años 30, sucedió a partir de la conocida como la noche de los cristales rotos. Las mismas noticias falsas, los mismos bulos y la misma manipulación se tradujeron en la mayor cacería padecida por la Humanidad a manos de la misma ideología de quienes tratan de asaltar el poder en España, Europa y el mundo. El objetivo, entonces y hoy, no es otro que acabar con la democracia para instaurar una dictadura de terror. Ése, y no otro, es su proyecto.

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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.

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