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Los límites del Estado aconfesional

Unos padres laicos frenan una procesión con un cristo desde una escuela pública a una parroquia en Sevilla

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Carlos y Sandra, padres de una niña de dos años matriculada en la escuela pública de primer ciclo de infantil Sagrada Familia, en Sevilla, recibieron la comunicación del centro con sincero desagrado. Era una nota que la escuela hizo llegar a todos los padres de alumnos a primeros de marzo. Y decía así: "El día 23 de marzo tenemos programada una salida con los niños/as a la parroquia del barrio acompañando al paso de Cristo [sic] de la escuela. Ese día los niños/as pueden venir vestidos con trajes alusivos a la Semana Santa: nazarenos/as, monaguillos/as, capataz, músicos/as, costaleros/as, mantillas... Para realizar esta actividad necesitamos vuestra colaboración acompañando a vuestros hijos/as. El horario de este día será el habitual, aunque podréis traer a los niños/as a las 10.30 h desayunados. Saldremos aproximadamente sobre las 11 h de la mañana, visitaremos la cofradía del barrio y volveremos al centro. Esta actividad es voluntaria".

Esta procesión organizada por un centro público nunca se llegó a celebrar.

La explicación es la oposición de Carlos y Sandra. "Es un centro público, cien por cien público. ¿A qué viene una procesión religiosa? Además no me vale la excusa de que es voluntaria. Simplemente no se debe realizar. Ni mi hija, ni nadie. Cualquiera puede ir a una parroquia, o a una procesión de Semana Santa, pero como actividad privada", explica Carlos López, de 37 años. Su hija tiene dos años.

Con estos argumentos Carlos se puso manos a la obra en cuanto recibió la notificación del centro. No le ocurrió lo que a tantos otros padres laicos a los que desagradan las actividades de cariz religioso, sobre todo en la antesala de la Semana Santa, en centros públicos o concertados teóricamente laicos: que, por no molestar a una mayoría que está de acuerdo, por no señalarse, por no enfrentarse a los padres que invocan la tradición o la irrelevancia de la actividad, prefieren dejarlo estar. Carlos se movió. Y la Junta de Andalucía le ha acabado dando la razón, aunque antes ha tenido que salvar varios escollos.

Lo primero que hizo Carlos fue entregar una carta a la directora. Dicha carta decía que tanto él como la madre de la niña, alumna del centro, eran "ateos". Ambos mostraban al centro su "disconformidad con la divulgación y celebración de este tipo de actos por parte de escuelas públicas". Y añadían: "Respetamos todo tipo de confesión religiosa, pero pensamos que al igual que la ideología política, ésta debe quedar al margen de la educación pública. Nosotros optamos por educar a nuestra hija en otra escala de valores que no contemplan ni la fe ni las creencias religiosas. Le mostraremos la emana santa sevillana como un acto lúdico y artístico que forma parte del folclore y la cultura local de nuestra ciudad".

A juicio de Carlos y Sandra, "el hecho de que la actividad fuera voluntaria no quita que sea excluyente" y discriminatoria con los niños que no asisten. "Lo más plural y respetuoso con todos, incluido los ateos y aquellas personas que practican otras religiones con menos seguimiento en España pero no por ello menos respetables, sería que dentro del ámbito privado y fuera del entorno de la educación pública, cada familia opte libremente por compartir con sus hijos estas actividades católicas en su tiempo de ocio", señalaba la misiva, que invocaba la "aconfesionalidad" del Estado consagrada en la Constitución. Carlos planteaba entonces como posibilidad que ese día se pudiera elegir "entre dos actividades", una de ellas sin connnotaciones religiosas de ningún tipo. Y concluía: "Aunque estamos en el siglo 21 y afortunadamente ya hemos conseguido evolucionar en algunos ámbitos, desgraciadamente sabemos que aún queda mucho por hacer en términos de libertad de culto y pensamos que la educación pública es un pilar fundamental para conseguirlo".

Tuvo lugar una reunión con la directora. Carlos le expuso sus motivos: que creía inapropiada la celebración de la procesión organizada por un centro público; que, si no llevaba a su hija, separándola de la mayoría de sus compañeros, ella lo interpretaría como un castigo; que la solución no era decidir si apuntarse o no a tal actividad en función de las propias convicciones, sino directamente anularla. La directora, explica Carlos, escuchó sus planteamientos, pero se remitió a la voluntad mayoritaria de los padres y madres de alumnos del centro.

El consejo escolar se reunió el 16 de marzo y decidió por mayoría mantener la actividad. Así lo notificó la dirección del centro: "La decisión se ha tomado tras analizar, todos los miembros, con profunidad dicha actividad y sus planteamiento. También se ha propuesto en la reunión programar actividades específicas ese día para los niños/as de 2-3 años que no realicen la salida a la hermandad".

"Esta decisión no corresponde al consejo escolar", afirma Carlos. En su relato traza siempre esa línea roja: la decisión debía adoptarse en el ámbito educativo público. El colegio o la Junta. Pero no los padres en función de sus gustos o creencias.

Con la respuesta del colegio en la mano, Carlos acudió a la Delegación de Educación de la Junta en Sevilla. Allí hizo entrega de un escrito, en el que abundaba en las posiciones ya manifestadas ante la dirección del centro. Y añadía dos consideraciones más: una) "Nos resulta increíble que hoy en día una escuela de educación pública pueda poseer un paso de cristo que la represente"; dos) "Se le asigna en esta actividad a niños y niñas vestimentas y roles diferenciados, distintos por sexo, que la tradición de la procesión exige, pero que son algo inaceptable para ser organizado y solicitado desde un centro educativo por la vulneración por ejemplo de la igualdad de género".

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"¿A quién hace daño?"

Carlos llegó a reunirse con el inspector educativo correspondiente a su centro. "El argumento que te encuentras es siempre el mismo, que 'a quién hace daño'. Y digo yo: '¿A quién hace daño no hacerlo?'". Tampoco le resulta convincente la apelación al carácter cultural o simplemente popular de este tipo de actos. "Un niño vestido de nazareno detrás de un cristo o una virgen es un hecho religioso", afirma. Ante el inspector dejó claro que su voluntad era firme, que no tenía la menor intención de apearse de su reclamación, cursada oficialmente por registro el 18 de marzo.

Finalmente logró su objetivo. La actividad, que se había celebrado en años anteriores, aunque la dirección no precisa cuántos, fue suspendida, afirma Carlos. La dirección del centro así lo confirma a infoLibre, aunque para cualquier comentario se remite a la Junta de Andalucía. La Consejería de Educación circunscribe el tema al ámbito de su delegación en Sevilla, a la que este medio ha preguntado por la fundamentación en la que se apoya la decisión adoptada. La clave ahora es saber si esta anulación puede generar un precedente que provoque que un solo padre disconforme con una actividad de cariz religioso en un centro público pueda forzar su cancelación. O si directamente la autoridad educativa va a dar instrucciones de que no se celebren procesiones de estas características. Tras dos días de insistencia, no hubo respuesta.

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