El futuro de la izquierda

Izquierda Unida sobrevive a la eclosión de Podemos y aporta la estructura a Sumar... sin Garzón

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, a su llegada a un acto en la sede del Ministerio.

"No habrá horizonte de transformación social sin la colaboración con otras fuerzas, aunque tengan diferencias con nosotros, porque la alternativa será irse a una especie de refugio del 1% que no existe nada más que en nuestras fantasías". El discurso encaja a la perfección con la situación de las fuerzas a la izquierda del PSOE frente a la negociación con Sumar, pero es de hace siete años. Lo pronunció un joven Alberto Garzón en 2016, antes de ser elegido como líder del partido tras la renuncia de Cayo Lara. "Creo que la alternativa no pasa por volver a refugiarnos en una especie de 1%, como en otro tiempo fue el 10% o el 5%. El futuro no está escrito, y no es en sentido positivo: si no estamos a la altura del momento político podemos pasar a los márgenes de la historia y no contar para absolutamente nada, y eso sería un drama para este país", aseguró.

Garzón ha anunciado este viernes que se retira de la primera línea política y que no estará en las listas del 23J. Esto, en la práctica, supone la culminación de un ciclo político que comenzó en 2011. El líder de IU llegó al Congreso con 26 años y se convirtió en el diputado más joven en lograr el escaño. Fue la legislatura en la que Mariano Rajoy logró la mayoría absoluta e Izquierda Unida pasó de dos a once diputados, un resultado histórico para la formación de Lara. Sin embargo, la irrupción de Podemos al calor del 15M –movimiento en el que Garzón también participó– fue letal para IU. Tras los comicios europeos de 2014, la organización eligió a Garzón como el encargado de dialogar con la formación dirigida por Pablo Iglesias, una coalición que Podemos entonces rechazaba, y meses más tarde el actual líder de IU se postuló como candidato a las generales, que se celebraron un año después.

En los comicios autonómicos y municipales de 2015, con Podemos como la fuerza dominante del espacio, IU se desplomó: pasó de tener 35 representantes a ocupar tan sólo 9 escaños en los parlamentos autonómicos y se quedaron fuera de plazas tan importantes como la Comunidad de Madrid. IU decidió presentar al poeta Luis García Montero como candidato, pero se quedó en el 4,15% de los votos, en una campaña en la que no recibió, inexplicablemente, el apoyo de dirigentes como el propio Garzón. En las generales de ese mismo año, los morados consolidaron su ascenso y obtuvieron más de cinco millones de votos y 69 escaños, mientras que IU logró solo dos actas con un millón. Pese al mal resultado IU logró sobrevivir a la ola morada, lo que forzó a Iglesias y Garzón a pactar de cara a la repetición electoral de 2016 –el famoso pacto de los botellines– creando, así, la marca Unidos Podemos.

Aunque se quedaron a las puertas de dar el sorpasso al PSOE –obtuvieron 71 diputados y lograron más de cinco millones de votos, a apenas 400.000 papeletas de los socialistas– fue Mariano Rajoy el que fue investido presidente gracias a la abstención de los socialistas. Pese al buen resultado electoral, la coalición no estuvo exenta de críticas. Algunos históricos dirigentes de IU, como Gaspar Llamazares, criticaron al alianza por diluir las siglas del partido.

La entrada de IU y el PCE en el Gobierno

El resultado de Unidas Podemos en 2019 fue mucho más modesto –en abril con 42 escaños y en la repetición con 35 escaños– pero logró lo que había sido imposible hasta la fecha: su entrada en un Ejecutivo de coalición a nivel estatal, lo que supuso por primera vez la entrada de personas del PCE. Un logro que solo fue posible gracias al empeño de Iglesias y su núcleo duro frente al resto de miembros del espacio confederal, que dudaban del paso del exvicepresidente del Gobierno por temor a perder la mayoría de izquierdas y a quedarse como partido subalterno dentro de ese Gobierno.

El paso por el Gobierno de Alberto Garzón dibuja, en buena medida, el perfil de un político aislado. Su relación con Pablo Iglesias saltó por los aires precisamente durante las negociaciones para formar un gobierno de coalición y justo antes de la repetición electoral de las generales de 2019. Garzón se pronunció en contra de tumbar la investidura de Pedro Sánchez y defendió un apoyo externo al PSOE, desmarcándose incluso públicamente de la decisión de Iglesias de apostar por entrar en el Gobierno. Ese movimiento conllevó además la salida de Izquierda Unida de Yolanda Díaz, persona de la más estrecha confianza entonces de Iglesias y que quiso escenificar de ese modo su distanciamiento con el líder de IU. Tras la salida de Pablo Iglesias del Ejecutivo de coalición la relación con Yolanda Díaz se recondujo. De hecho, Garzón ha sido uno de los dirigentes de la coalición de izquierdas que más explícitamente la ha apoyado en el proceso.

Luego, tras la repetición electoral, Garzón se convirtió en ministro in extremis. En la primera conversación que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias mantuvieron en la Moncloa 24 horas después de las elecciones y en la que apalabraron el pacto de coalición con reparto de carteras incluido, el nombre del líder de IU no estaba en la lista. Semanas después, y tras el malestar expreso mostrado por Garzón, Iglesias acabó convenciendo a Sánchez de la conveniencia de no dejar fuera al líder de IU y nombrarlo ministro de consumo, un cargo que ostentará hasta que se nombre un nuevo gobierno.

A ojos de todo el mundo en el Gobierno, el caso de Garzón resulta extraño de explicar. Sin grandes aliados estratégicos internos, con el pulgar del presidente del Gobierno bajado desde la polémica de la carne y con la regulación de la publicidad de las casas de apuestas como medida estrella de su departamento ya ejecutada, el ministro de Consumo ha obtenido una relevancia inesperada en la legislatura gracias a polémicas como el consumo responsable de carne y a los modelos de producción ganadera, que hicieron peligrar su continuidad en el Gobierno, pero donde contó con el apoyo del resto de ministros de Unidas Podemos.

Un aliado estratégico para Sumar

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La vicepresidenta Yolanda Díaz siempre ha defendido que el papel de los partidos en Sumar debe ser secundario, pero lo cierto es que el sistema de representación parlamentaria en España obliga a tejer una red de candidaturas provinciales e implica una organización territorial que involucra, directamente, a los partidos. Una red de la que Díaz carece y que deberá que desplegar en un tiempo récord si realmente aspira a ofrecer una propuesta electoral alternativa el 23J. Tanto IU como el PCE, la única formación en la que la vicepresidenta segunda milita, quieren servir de apoyo para la configuración de esas candidaturas, fundamental en el plano logístico.

Garzón se alineó con Sumar desde el principio, pero también ha ejercido como pegamento entre Díaz y los morados. Ahora, a pesar de retirarse de la primera línea de la política, ha anunciado que seguirá como coordinador general de IU, "trabajando en Sumar para hacer a Yolanda Díaz presidenta del país", y la propia vicepresidenta ha señalado que ya forma parte del equipo de economistas de este proyecto. "Ahora que entramos en una fase nueva, creo que es un momento estupendo para dejar que otros compañeros y compañeras puedan aportar sus energías y conocimientos", ha explicado en una carta compartida a través de sus redes sociales. "La primera línea de la política es muy exigente. A partir de ahora quiero cuidar más y mejor a la gente a la que quiero”, escribe.

El debate de su sucesión dentro de IU también es inevitable. Aunque Garzón se mantendrá en el cargo hasta pasadas las elecciones generales, la formación deberá abrir esa pantalla después. Una de las mejores posicionadas es la actual portavoz de la Ejecutiva y eurodiputada, Sira Rego, que este viernes le ha dedicado unas palabras de cariño a Garzón: "Eres un orgullo para nosotras", ha asegurado. Aunque todo dependerá de lo que suceda el 26J, el papel de IU se perfila como relevante a la hora de coser heridas y evitar una división que podría ser letal.

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