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El mercado detrás de los trabajos universitarios: hasta 800 euros por un TFG

Biblioteca universitaria en Pozuelo de Alarcón.

“Compra tu TFG y TFM. Garantiza tu aprobado”, “Compra un TFG, Trabajos 100% Originales”, “Comprar TFG a Medida: Tu Camino hacia el Éxito”... Así se anuncian en Internet las empresas que redactan Trabajos de Fin de Grado (TFG) o Trabajos de Fin de Máster (TFM) por encargo. 

Estas plataformas prometen acabar con el estrés que invade a los estudiantes universitarios en mayo y junio con la llegada de las entregas finales. Las empresas ofrecen a sus clientes “aprobados garantizados”, “control antiplagio” o pagos por plazos. Para conocer el precio que exigen por un trabajo, estas páginas webs piden rellenar un formulario especificando una serie de cuestiones:

Ofrecen un presupuesto a medida que se adapta a las exigencias de cada carrera o cada universidad; además de garantizar una atención personalizada con un “profesional” en la materia. Algunas plataformas permiten saber un precio aproximado sin necesidad de dar tus datos. Este diario ha solicitado un presupuesto para: un TFG de Periodismo, de 50 páginas, con estilo de cita APA (lo que suma 9 euros al precio final), con un mínimo de 11 a 20 referencias bibliográficas. Sin especificar su temática, el precio estimado que ofrece una de las empresas es de 484,00 euros (aunque advierten de que este puede variar cuando se introduzcan más especificaciones). 

El presupuesto aumenta de manera proporcional al número de páginas, pero también sube de TFG a TFM, o si buscas comprar una tesis doctoral. Además, en el coste influye el ámbito o área de los estudios: si en el anterior presupuesto cambiamos Periodismo por Filosofía, el precio aumenta hasta los 544,50 euros vuelve a aumentar hasta los 786,50 euros si escogemos una Ingeniería o baja hasta los 423,50 euros si marcamos Magisterio o Pedagogía.  

Desde infoLibre hemos contactado con una de estas empresas por teléfono haciéndonos pasar por un estudiante interesado en comprar un TFG. Confirman que el precio varía según la extensión y materia, pero de media cobran 11 o 12 euros por página. En esta misma llamada preguntamos si es posible tener un TFG de 50 páginas en un plazo de dos semanas, a lo que nos contestan: “Dos semanas es un buen tiempo para que el especialista pueda hacerlo bien y consigas tu aprobado”. 

¿Qué lleva a los estudiantes a pagar por un TFG?

Para conocer los motivos que llevan a los estudiantes a recurrir a estas empresas, infoLibre ha hablado con varios universitarios/as. Han preferido mantenerse en el anonimato, por lo que todos los nombres usados son ficticios. 

Marcos, un estudiante de cuarto año, ha reconocido a este diario que se planteó comprar su Trabajo de Fin de Grado, y que los precios no le parecieron muy altos. Sin embargo, finalmente decidió hacerlo él; no se fiaba “al 100% de que lo fueran a hacer bien” y en su universidad le exigen presentarlo ante el tribunal que lo evalúa: “Es tontería que te lo haga otra persona porque al fin y al cabo te lo tienes que aprender, así que prefiero hacerlo yo y me lo voy aprendiendo a medida que lo hago, así exponerlo luego es mucho más fácil”. 

Tanto los propios estudiantes como los profesores creen que la falta de tiempo, el agobio o la pereza están detrás del triunfo de estas empresas. “Yo me he planteado comprar el TFG por la ansiedad que me genera. Llevo meses de pesadillas, y es un horror”, asegura una usuaria en Twitter. Rosa, que acaba de entregar su TFG, confiesa a infoLibre que “no sabía que existían pero me hubiese venido fenomenal y creo que sí que habría hecho uso de ellas al menos para que me hiciesen las referencias”. 

Pedro sí que conocía estas plataformas porque uno de sus mejores amigos compró su TFG. Le parece bien que existan estas empresas, “que cada uno haga lo que quiera”, comenta a infoLibre. Pone el foco en el precio, porque, aunque le parece barato y caro a la vez —“un poco caro si soy el que paga pero muy barato si soy el que hace el TFG”—, reconoce que para poder permitirse comprar estos trabajos hay que tener dinero. 

Raúl de Arriba, profesor titular de Política Económica y director del grupo de investigación Políticas, actores y globalización en la Universidad de Valencia, no quiere que toda la culpa recaiga sobre los estudiantes: “Está claro que hay estudiantes que quieren salvar el trabajo final con éxito y sin esfuerzo, pero también es cierto que encontramos alumnos que no ven utilidad en esta tarea. En las asignaturas sí perciben que aprenden y por ello se esfuerzan, pero ven este trabajo como una tortura innecesaria, no lo ven como algo provechoso o bueno”. 

¿Quién está detrás de estos trabajos?

Estas empresas no sólo garantizan el aprobado en un tiempo récord —algunas incluso prometen devolver al alumno el 100% del precio si suspenden—, sino que aseguran la calidad de estos trabajos. En algunas páginas hablan de sus redactores como “especialistas”, mientras que en otras afirman que los TFG los realizan “profesores expertos con un elevado conocimiento” en las materias y en las universidades. Además, tranquilizan a sus posibles compradores asegurando que los profesores que redactan los trabajos “no mantienen ningún tipo de vinculación con la Universidad”, de modo que “su único interés” es “ofrecer un servicio de calidad a los alumnos que lo precisen”. 

Carmen Navarro Gómez, coordinadora del grado de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. pone en duda la credibilidad de estas plataformas. La profesora cree que los docentes universitarios cumplen con la “ética profesional” y no se arriesgarían al “castigo y penalización extraordinarios” que se les impondría. “En mi opinión, no compensaría el riesgo por el dinero que puedan ingresar”, añade. De hecho, una de las empresas confirma que de media sus “profesionales” reciben 60 euros por cada encargo. 

Las universidades ponen el foco en la importancia de poder reconocer y frenar estas prácticas. La coordinadora explica que si las universidades quieren acabar con esto debería fomentarse un seguimiento detallado de los estudiantes que están realizando estos trabajos. Uno de los mecanismos que usan los profesores son las entregas parciales: los tutores acuerdan con los alumnos distintas fechas para que les enseñen los avances que van haciendo (de esta manera, es más sencillo detectar un posible trabajo comprado). Por otro lado, en el caso de que la universidad exija presentar el trabajo ante un tribunal, este puede hacer preguntas concretas sobre el proceso que se ha seguido para comprobar que el alumno es el autor. 

Por su parte, Raúl de Arriba, está seguro de que las personas que hay detrás de estos trabajos de pago no son profesionales. De hecho, lo corroboran las quejas que reciben estas páginas webs. Algunos alumnos insatisfechos se quejan de que estos trabajos no obtuvieron la calificación que les prometían o de que el redactor/a usara expresiones propias de Hispanoamérica que podían delatar al alumno. 

En definitiva, aunque en momentos de agobio o pereza los alumnos se replantean pagar por estos trabajos, son conscientes de que esta no es una buena práctica. Una de las estudiantes que se replanteó comprar su trabajo asegura a infoLibre que “siempre ha existido el pagar a alguien para que te haga estas cosas”, pero al mismo tiempo considera que esto puede “desvalorizar” el trabajo de los estudiantes, que sí que se han esforzado durante los cuatro años de su carrera. “Si se dan mucho a conocer estas plataformas al final no habrá ningún trabajo personal de nadie”, lamenta. 

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A pesar de que estas plataformas inquieten a los profesores universitarios, la Inteligencia Artificial es actualmente su mayor preocupación. Mientras que comprar uno de estos trabajos cuesta cientos de euros, usar ChatGPT es gratis. Para Carmen Navarro Gómez esto es lo que verdaderamente preocupa a los profesores hoy en día. Reconocen a infoLibre que esto “está generando mucho debate y conversación” en las universidades, pues su uso lo consideran “más problemático que las empresas que venden TFG”.

Mario, estudiante universitario de segundo año, no había oído hablar nunca de estas plataformas, pero sí admite que la mayoría de su clase hace uso de la IA para hacer trabajos o estudiar. Pedro, que sí conocía la compra-venta de TFG, ve mucho más factible utilizar IA, “porque es probablemente lo que haga la persona a la que pagues si decides comprar el trabajo”.

Desde la Universidad de Valencia, Raúl de Arriba coincide en que, mientras que la compra de trabajos es “anecdótica”, la IA ha llegado para quedarse. La propuesta de este profesor pasa por adaptar el tipo de ejercicio que se les pide a los alumnos para que la IA sea una herramienta que les ayude pero que no les perjudique en su aprendizaje. Lo compara al uso de la calculadora, que te permite ahorrar tiempo en operaciones sencillas para que “te concentres en actividades intelectuales superiores”. 

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