Los reproches por combatir "mal" el antisemitismo o no apoyar a Palestina dividen al activismo judío francés

Un niño palestino busca entre los restos calcinados tras el ataque aéreo de Israel en el campo de refugiados de Rafah.

Sarah Benichou y Tal Madesta (Mediapart)

“¡Hay que manifestarse por Palestina! No me gustan los llamamientos a la resistencia, pero las manifestaciones no se reducen sólo a eso, y nosotros, los israelíes, en ellas hablamos de rehenes y nunca hemos tenido problemas", dijo una mujer a la que se le ofreció el micro y que había acudido al mitin co-organizado en París, el 23 de mayo por los Judíos y judías revolucionarios (JJR), la Red de Acción contra el Antisemitismo y todos los Racismos (Raar) y el Colectivo Golem, exigiendo que la izquierda vuelva a incluir en su agenda la lucha contra el antisemitismo.  

Una parte de los 500 asistentes aplaudió calurosamente esas palabras de Yaël Lerer, a quien los moderadores pidieron que "concluyera rápidamente" cuando pidió que "se denuncien las palabras de ciertas figuras mediáticas judías, como Meyer Habib o el Consejo Representativo de las Instituciones Judías en Francia (CRIF), que actúan como embajadores de Israel".  

Yaël Lerer, una israelí residente en París, apoyada por la alianza de izquierdas Nupes, se presentó contra Meyer Habib a las elecciones legislativas de 2023. Desde hace meses se manifiesta tras la pancarta "Por la vida, la justicia y la igualdad en Israel-Palestina", "es decir, desde el mar al Jordán". 

El jueves por la noche, tras condenar la "masacre de palestinos en Gaza, ordenada por el gobierno de Netanyahu y sus aliados", Martine Leibovici, activista de Raar, denunció "ciertos eslóganes" utilizados en las movilizaciones en favor de un alto el fuego, "como 'Del Jordán al mar, Palestina será libre', que significa el desmantelamiento del Estado de Israel". 

Desde el 7 de octubre, a los judíos de izquierdas a veces les cuesta entenderse y dialogar. La agitación que recorre estos pequeños grupos de algunos centenares de militantes gira en torno a cuestiones políticas históricas de la izquierda: análisis del antisemitismo, de su instrumentalización y de sus fuerzas motrices, relación con el sionismo y el antisionismo, auto-organización, internacionalismo, antirracismo y anticolonialismo.  

La diputada de La France Insoumise (LFI) Raquel Garrido acudió al acto "por el gesto y porque se está rompiendo el hilo entre los judíos y la izquierda", y reflexiona "en términos generales" sobre la relación de la izquierda con la lucha contra el racismo. La presencia de esta diputada Insumisa causó revuelo. "Es escandaloso que LFI esté aquí", gritó un participante. "Celebramos esta presencia. Es importante que los políticos nos escuchen", replicó desde la tribuna Alice Timsit, de Les Écologistes, del distrito 19 de París, en representación del colectivo Golem. La tensión duró varios minutos en los bancos de la Sala Hénaff de la Bolsa de Trabajo, hasta casi convertirse en un altercado que el servicio de seguridad consiguió finalmente sofocar. 

Ya en la calle, las discusiones continuaron durante un buen rato. Un hombre se declaró aliviado de "ver por fin planteados debates que ponen en el orden del día la politización del judaísmo". Una feminista se mostró algo confusa por una frase pronunciada por un activista del Golem en la tribuna: "Los judíos tienen derecho a llamarse sionistas sin temor a represalias". Rechazó cualquier uso de la violencia, pero también la reducción del antisionismo a antisemitismo: "Como judíos, nuestra posición al respecto es legítima y ser judíos no debe eximirnos de ser responsables de nuestras opciones políticas". 

Desde el atentado de Hamás del 7 de octubre y la mortífera guerra de Israel en Gaza, no paran de multiplicarse y reafirmarse voces judías de izquierdas: mítines contra el antisemitismo, un "bloque judío" en las manifestaciones por un alto el fuego en Gaza, comunicados en Instagram y X, proyección de películas seguidas de debates, acciones simbólicas cerca de la embajada israelí, una jornada internacional de encuentros sobre la Diáspora y festivales judíos al aire libre "contra el genocidio en Gaza".  

Pero, atrapados en el huracán represivo contra el movimiento de solidaridad con el pueblo palestino y el aumento de los actos antisemitas, estos grupos se acusan mutuamente de luchar "mal" contra el antisemitismo o de no participar en la lucha anticolonialista.  

Luchar contra el antisemitismo "venga de donde venga”

El 12 de noviembre de 2023 respondieron un centenar de personas al llamamiento de Golem. Mientras que las cifras de actos antisemitas registradas por el ministerio del Interior se habían multiplicado por diez en las semanas posteriores al 7 de octubre, militantes judíos de izquierdas decidieron participar en la marcha "por la República, contra el antisemitismo", a iniciativa de los presidentes del Senado y de la Asamblea Nacional, al tiempo que intentaban (sin conseguirlo) impedir que se sumara la extrema derecha. La acción tuvo una gran repercusión mediática: en los días siguientes, más de 300 personas se unieron a los canales de Golem en Telegram. 

Rápidamente, el colectivo pegó carteles e hizo pintadas denunciando el antisemitismo en la izquierda, del que dicen que está particularmente extendido en La France Insoumise. La lucha contra el antisemitismo, "venga de donde venga", constituye la base de esta "casa de los judíos de izquierdas" que, junto con las JJR y Raar, describe el "aislamiento" de los judíos en el seno de un movimiento de izquierdas plagado de "negacionismo" y "derivas". La JJR, creada pocos meses después del ataque antisemita contra el Hyper Cacher, ya en 2015 quería responder a "una falta de conciencia del antisemitismo en el medio revolucionario". Raar, por su parte, reúne desde 2021 a judíos y no judíos con ese mismo objetivo. 

Estos grupos señalan a figuras de la izquierda, entre ellas a Jean-Luc Mélenchon, pues consideran que sus palabras o sus actos dejan entrever su antisemitismo o su ceguera ante el fenómeno. Parte de una falta de consideración hacia el sentimiento de miedo de los judíos y muestra la banalización de una conspiración antisemita procedente de las corrientes socialistas y anarquistas del siglo XIX, que equiparaban a los judíos con el poder y las finanzas. 

También forma parte de una relación porosa entre antisionismo y antisemitismo, herencia del "antisionismo estalinista" –que condujo a la persecución de los judíos soviéticos tras la Segunda Guerra Mundial– y del antisionismo soraliano (por Alain Soral, extremista "nacional-bolchevique" francés, ndt) de principios de la década de 2000. Estos elementos explican la creciente desconfianza de los judíos hacia la izquierda. 

Un artículo de opinión (ver caja negra) firmado por militantes de Golem y de las JJR, publicado el 20 de febrero enumera a personas y organizaciones que, según los firmantes, "hacen apología del terrorismo" al considerar el atentado asesino del 7 de octubre como una expresión de "resistencia". Ese atentado se describe como un "pogromo" y "la masacre de judíos más sangrienta desde la Shoah". Como muchas opciones semánticas y marcos analíticos desde el 7 de octubre, la inclusión de estos crímenes en la larga historia del antisemitismo es objeto de debate, incluso en el ámbito académico

En la actualidad, esos tres colectivos se mantienen al margen de las movilizaciones en favor de un alto el fuego en Gaza porque esa "no es la prioridad del colectivo", según resume Emmanuel Sanders, militante de las JJR. 

Alto el fuego en Gaza: movilización de los judíos anticolonialistas

Esta estrategia de acusar públicamente a las organizaciones y activistas de izquierdas "se refiere a situaciones en las que el antisemitismo es regularmente cuestionable y puede llevar a dudar de la credibilidad de cualquier denuncia de antisemitismo", dice Yonathan, activista de Tsedek, un colectivo "judío anticolonial" y "antisionista" fundado en junio de 2023. 

"Hay que formar a la izquierda, que está lejos de ser inmune al antisemitismo, como a todas las formas de opresión", explica Deborah Leter, fundadora del colectivo, que trabaja en el desarrollo de talleres sobre este tema para el movimiento social. Otros colectivos ya han puesto en marcha talleres, como los JJR, pero su contenido difiere tanto en las definiciones como en las estrategias de lucha contra el antisemitismo.  

Otra divergencia es que, entre los activistas anticolonialistas judíos, la actividad política también está jalonada por la construcción del movimiento de solidaridad con el pueblo palestino. Individuos y grupos, el “bloque judío”, convergen tras la pancarta de "Judíos por un alto el fuego inmediato" en cada manifestación unitaria en París en apoyo del pueblo palestino. 

Esta marcha, organizada por Tsedek, es continuación del artículo en el que ochenta y cinco personalidades judías declararon el 30 de octubre: "Nos negamos a que esta masacre tenga lugar en nuestro nombre". 

Hay pancartas de varios grupos que han surgido en los últimos meses: Kessem, un colectivo "feminista judío anticolonial", un grupo de "solidaridad judeo-árabe", activistas queer de Oy Gevalt o la campaña internacional Stop arming Israel, así como pilares históricos de las manifestaciones de apoyo al pueblo palestino como los Israelíes contra las masacres en Gaza o la Unión Judía Francesa por la Paz (UJFP).  

Esta última asociación, que utiliza el concepto de "filosemitismo de Estado", es criticada por los JJR, que consideran que alimenta la teoría antisemita del "privilegio judío". La UJFP responde describiendo el concepto como una herramienta para analizar la instrumentalización de la lucha contra el antisemitismo con fines racistas y de seguridad a través de las políticas públicas. El 27 de febrero, el ministro del Interior afirmó que desde el 7 de octubre se habían prohibido 124 manifestaciones en nombre de la "lucha contra el antisemitismo". 

Para Nadav Joffe, franco-israelí de 32 años, fundador de Tsedek, el "bloque judío" también ayuda a disipar la confusión que se cree alimenta la violencia antisemita: "Mostrar que somos solidarios", ayuda a "romper la amalgama, creada por Israel en primer lugar", entre ese Estado y "los judíos del mundo"

"Es una estrategia para salvarse a sí mismos", dice Emmanuel Sanders, de los JJR, para quien mostrar su judaísmo en un espacio de solidaridad con el pueblo palestino significaría ceder a un "mandato geopolítico". En otras palabras, presentarse como "buenos judíos" en un movimiento que los JJR analizan como especialmente vulnerable al antisemitismo. Es esta premisa la que Tsedek y el bloque judío rechazan. 

Negándose a "excepcionalizar" la lucha contra el antisemitismo dentro del antirracismo, Tsedek no se manifestó, por ejemplo, el 12 de noviembre "uniéndose a las mismas fuerzas políticas que votaron a favor de la ley de inmigración y quieren medir la longitud de las faldas de las colegialas musulmanas". El colectivo opta por la visibilidad judía en los movimientos sociales y la coordinación internacional con grupos judíos y no judíos antirracistas y anticolonialistas. 

Junto con la UJFP, Tsedek lanzó el 30 de marzo un "encuentro judío internacional", al que asistieron quinientas personas y una veintena de oradores judíos de toda Europa y de Jerusalén. La mayoría de los grupos presentes se declararon "diaspóricos", rechazando el nacionalismo judío. "Si el sionismo exige que volvamos 'a casa', el diasporismo nos dice que construyamos nuestro hogar allí donde estemos", resumió un orador belga, citando a la escritora americana Melanie Kaye-Kantrowitz. 

"Nunca más, a nadie”

Desde el 7 de octubre, Tsedek ha multiplicado por diez su número de miembros, hasta superar el centenar. Los JJR cuentan con veinte militantes activos y unos cincuenta miembros. En Golem, el clima – "irrespirable", según uno de los miembros fundadores– ha echado por tierra todas las promesas de una reunión alegre. 

Seis meses antes, la ambición del colectivo era reunir a judíos "sionistas, asionistas y antisionistas". Pero "los militantes sionistas de Golem no soportaban que no se defendiera el sionismo", declaró a Mediapart uno de los miembros fundadores, y se vivieron "discusiones internas muy agresivas". Una ex activista se mostraba molesta: "Siempre me decían que quería posicionarme para parecer una 'buena judía'. Pero trabajar por Palestina era importante para mí". Al parecer, esas tácticas de "acoso" fueron las que llevaron a la gran mayoría de los activistas no sionistas a abandonar el grupo en enero, tras una oleada inicial de deserciones por parte de feministas y activistas queer en diciembre.

Mi padre se sintió mal durante una semana cuando vio una pegatina de "Free Palestine" en la mesa de mi cocina que se me había olvidado esconder. Me confesó que temía que todo aquello destruyera nuestra relación.

Elia

 PeroTsedek no acoge necesariamente a esas personas decepcionadas, como explica una de ellas: "Tsedek dice que el mayor vector de antisemitismo es Israel, porque es un Estado colonial; para mí, eso es decir que está bien ser antisemita porque Israel lo justifica. El antisemitismo viene de todas partes: a mí me parece hipócrita la postura de Tsedek.” 

Aspirando a ir más allá de estos conflictos, activistas queer crearon Oy Gevalt (socorro, en yiddish) el 8 de octubre, para "construir su lugar" en el movimiento de solidaridad con Gaza. Entre celebraciones colectivas de las fiestas judías "contra el genocidio" y acciones inspiradas en las die-in (tumbarse en el suelo simulando estar muerto, ndt) del movimiento Act Up, el grupo quiere "jugar todas las bazas: hacer campaña en solidaridad con el pueblo de Gaza, denunciar el fascismo israelí y no decaer ante el antisemitismo que no deja de reproducirse en el contexto francés". 

Unos cincuenta invitados respondieron el 28 de abril a su llamamiento para celebrar un Séder de Pesaj (ritual festivo judío de primavera, ndt) "en solidaridad con el pueblo palestino". El grupo ofreció su versión de la historia de la liberación: "Un deber de memoria. ‘Nunca más, a nadie’ es el fundamento de una tradición humanista judía que llevamos con nosotros". El colectivo feminista judío ORAAJ distribuyó la letra del Zog nit keyn mol (Nunca digas, en yiddish) que, entonadas a coro, llenó el aire con ese canto de los resistentes del gueto de Varsovia. 

La violencia de la respuesta israelí de los últimos meses ha tocado la esfera íntima de los judíos, politizados o no. Por ejemplo, tras expresar su apoyo al pueblo palestino en sus redes sociales al día siguiente del 7 de octubre, Hannah, de 27 años, tuvo que soportar "gritos". Conforme se manifestaba en contra de las masacres de Gaza, la joven recibía fuertes reacciones de varios miembros de su familia, que le decían que se guardara sus opiniones. Decidió bloquearlos en todas las redes sociales, "para calmar la situación". 

"Durante mucho tiempo, para mí, Israel significaba aceitunas, playa, familia y vacaciones", cuenta Mina, miembro del bloque judío, que recuerda una "politización" en forma de "revolución íntima" antes del 7 de octubre, a través de lecturas o debates con amigos. Este paso atrás se convirtió en un compromiso este otoño, obligándola a hacer malabarismos con contradicciones, traumas y dolores entrelazados. También describe su "alivio" por haber conocido a otros judíos y judías en las manifestaciones. 

Sarah, de 34 años y ascendencia marroquí, relata la violencia verbal de su tía en respuesta a un llamamiento al alto el fuego. Elia, de 34 años, que "heredó la nacionalidad israelí de su padre", un rumano que huyó a Israel en la década de 1970, también describe una ruptura de los lazos familiares: "Mi padre se sintió mal durante una semana cuando vio en la mesa de mi cocina una pegatina de 'Free Palestine' que se me había olvidado esconder. Me dijo que temía que eso destruyera nuestra relación". 

Es también el caso de Noah, una persona no binaria de 27 años de origen polaco-ruso que fue a un colegio judío en una comunidad liberal de Bruselas. Lamenta el brutal aislamiento en el que está sumida desde el 7 de octubre: "He perdido a todos mis amigos de la infancia, que me han borrado de sus redes sociales. Estuve cuatro meses sin hablar con mis padres por mi apoyo a la causa palestina. He perdido a mucha gente con la que crecí". 

Dejar de pertenecer a su sinagoga

Las comunidades religiosas también se desintegran. Mina asiste a una sinagoga "liberal y de izquierdas" de París. A finales de octubre, esta diseñadora gráfica de origen argelino, de 38 años, quedó estupefacta por las palabras elegidas por su rabino durante un servicio de Shabat: "Utilizó la palabra 'salvaje' para describir a los palestinos y el campo léxico de la dulzura para describir a los soldados israelíes". Al principio Mina se sintió "triste" pero acabó "escandalizada" y tomó la "difícil" decisión de retirar a sus hijos del Talmud Torá (clases de educación religiosa). Sigue asistiendo, como "respiro espiritual" semanal, a los servicios de Shabat: los viernes por la noche aprieta los dientes, en soledad. 

Lucas, un joven abogado de origen marroquí, buscó unirse a una comunidad religiosa en septiembre de 2023. Como es homosexual, optó por una sinagoga perteneciente al movimiento judío liberal. Validado el 6 de octubre, a condición de mostrar discreción política, su participación en el programa de integración fue finalmente cancelada por el rabino a finales de octubre, a raíz de un correo electrónico en el que se declaraba desolado por las "atrocidades cometidas contra civiles israelíes [el 7 de octubre]" y la "masacre en curso de miles de personas en Gaza". El joven, que es antisionista, explica la importancia de ser aceptado en la sinagoga –un "refugio"– sin tener que abandonar sus convicciones, formado como "judío y creyente". La tajante respuesta de su rabino fue que era incompatible con la integración en la comunidad. El diálogo que era posible el día 6 de octubre, se hizo imposible a partir del día siguiente.

  

Caja negra

Este artículo se actualizó a las 13.30 horas del domingo 26 de mayo de 2024 para aclarar las palabras de Martine Leibovici, activista del Raar, en la reunión del jueves 23 de mayo.

La columna del 20 de febrero a la que se refiere el artículo se publicó en el Club de Mediapart. Sin embargo, a raíz de una demanda por comentarios difamatorios, los redactores se vieron obligados a retirar el texto. Sobre este tema, como sobre otros, el Club de Mediapart, espacio donde los abonados pueden expresarse libremente, es un lugar de debate pluralista.

Contactado por Mediapart, Golem se negó a responder a nuestras preguntas, rechazando ser "equiparado" con Tsedek, y calificando a los miembros de ese grupo de "tontos útiles del antisemitismo".

 

Luchar contra el antisemitismo con claridad

 

Traducción de Miguel López

 

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