¿Hacia la guerra total? Israel busca incendiar la región tras los ataques con 'buscas' trampa en Líbano

Flores en recuerdo de una niña muerta en los ataques frente a la embajada de Líbano en Irán.

Joseph Confavreux y Gwenaelle Lenoir (Mediapart)

El ruido de botas es cada vez más fuerte en el norte de Israel. La 98ª división del ejército, que incluye brigadas paracaidistas y unidades especiales, ha sido trasladada de Jan Yunis, en la Franja de Gaza, al norte del país, en la frontera con Líbano. Este traslado no estaba previsto; se decidió el martes 17 de septiembre y se hizo público el miércoles por la radio militar israelí. Tel Aviv también anunció la llamada a filas de reservistas que serán desplegados en esa zona.

Estos movimientos se producen cuando Líbano ha sido golpeado por dos oleadas de ataques electrónicos atribuidos a Israel. El primero, conocido como “ataque de los buscapersonas”, tuvo como objetivo Hezbolá el martes por la tarde y desató el pánico y el caos en Beirut, en la Bekaa y en el sur del país, así como en Damasco (Siria), donde algunos dirigentes del “Partido de Dios” libanés y de la Guardia Revolucionaria iraní fueron víctimas de explosiones coordinadas y simultáneas.

Según las últimas cifras del ministerio de Sanidad libanés, los atentados del martes dejaron doce muertos, entre ellos dos niños, y más de 2.750 heridos. Entre ellos había varios dirigentes del partido y el embajador iraní en Líbano. La segunda oleada, el miércoles, hizo estallar walkie-talkies y baterías de litio, incendiando pisos y vehículos.

El miércoles por la mañana, la prensa israelí se llenó de fotos de oficiales de alto rango en uniforme, sentados junto al ministro de Defensa con su habitual camisa y pantalón negros, con una bandera azul y blanca de fondo, en una puesta en escena digna de la Situation Room de la Casa Blanca.

“El ambiente era una mezcla de alegría y orgullo, en plan ‘somos los más fuertes, estamos matando a los terroristas’, y a la vez de confusión y miedo porque todo el mundo espera represalias”, dice Ori Goldberg, comentarista político israelí, desde Herzliya, al norte de Tel Aviv.

La operación del martes, un éxito estratégico para los militares y espías israelíes, pretende compensar la afrenta del 7 de octubre de 2023. Ha conseguido reducir la capacidad de combate de Hezbolá, ya que se calcula que podrían haber sido alcanzados en las explosiones simultáneas hasta el 20% de sus miembros. Dificulta la estrategia de comunicación de Hezbolá, basada en el uso de medios rudimentarios que se creían a salvo de la interceptación y el rastreo del vecino Israel; y crea una inseguridad general en el seno del “Partido de Dios”, una vez demostrada la precisión de los servicios de inteligencia israelíes, que requiere recursos tanto humanos como digitales.

¿Una marcha inevitable hacia la guerra total?

Pero la cuestión sigue siendo la estrategia que se está aplicando. “¿Refuerza esta operación nuestra posición estratégica?” se pregunta Ori Goldberg. “El pasado demuestra que Israel aplica una política de asesinatos, pero no consigue nada. Hezbolá sigue ahí, y es una organización muy eficaz, que no se dejará abatir así como así. De hecho, Israel quiere una guerra en el norte, pero no quiere o no puede iniciarla. Quiere que la inicie Hezbolá.

En los últimos días parece que se han acelerado por parte israelí los preparativos para una guerra abierta. El domingo se lanzaron octavillas sobre el pueblo libanés de Wazzani, en la frontera con Israel, similares a los lanzados sobre Gaza para exigir la evacuación de zonas antes de una ofensiva israelí, advirtiendo a los habitantes de la localidad de que “abandonaran sus hogares inmediatamente”, con la amenaza de que “cualquiera que permanezca en la zona a partir de ahora será considerado terrorista”. El ejército israelí anunció que los panfletos habían sido lanzados sin autorización del comandante regional, que no había orden de evacuación y que abría una investigación.

Pero el incidente sigue siendo un buen indicador del ambiente reinante. Y, en efecto, al día siguiente, lunes, en una reunión del gabinete del primer ministro Benjamin Netanyahu, se convirtió en un “objetivo de guerra” el retorno de los habitantes del norte del país, desplazados internos desde el inicio de las hostilidades con Hezbolá, el 8 de octubre de 2023.

Israel convirtió a cientos de personas de la capital libanesa y del sur del país en explosivos humanos, dondequiera que estuvieran

Erminia Chiara Calabrese, investigadora

El frente norte ha cambiado pues de estatus y se ha convertido en un escenario principal de la guerra. “Este reconocimiento tiene implicaciones para los niveles de mando, la distribución y los tipos de unidades asignadas al frente norte, los recursos tecnológicos que deben transferirse desde el sur y los preparativos adicionales en el norte”, escribe el diario en lengua inglesa Haaretz.

El periódico también señala: “En las últimas semanas, el ejército israelí ha decidido pasar de una posición defensiva a un enfoque más proactivo en el sector norte. Esta recomendación se basa en el hecho de que en la agenda del gobierno Netanyahu ya no figura el acuerdo con Hamás para la liberación de los rehenes y que Hezbolá va a continuar con sus ataques hasta que terminen los combates en la Franja de Gaza”.

Un elemento adicional al comienzo de esta semana: filtraciones en la prensa israelí indican que Netanyahu quiere deshacerse del ministro de Defensa, Yoav Gallant, crítico y algo reacio a la guerra abierta con Hezbolá, y sustituirlo por un hombre más duro y más dócil a la vez.

Esos son los tejemanejes de la política interior israelí en un momento en el que, según Ori Goldberg, “Israel monta un gran espectáculo para demostrar que se está preparando para la guerra en el norte, sin tener medios ni ganas de iniciarla él mismo”. El gobierno de Netanyahu no quiere un acuerdo con Hamás y se enfrenta a manifestaciones que le acusan de abandonar a los rehenes.

El ejército israelí no ha conseguido derrotar a Hamás en la franja de Gaza y es difícil que pueda luchar eficazmente contra Hezbolá, mejor organizado, más poderoso y mejor armado, incluso después de los sucesivos golpes que ha encajado, las explosiones simultáneas de dispositivos electrónicos que continuaron durante todo el miércoles y los asesinatos selectivos de miembros de alto rango de su organización militar, el último de ellos el de Fouad Chokr, asesinado en Beirut el 30 de julio.

Todo Líbano en el punto de mira

Hasta entonces, el “Partido de Dios”, que entró en conflicto con Israel en apoyo de los palestinos el 8 de octubre de 2023, se ha abstenido de cualquier acción que pudiera desembocar en una guerra total. Pero no hay garantías de que pueda mantener esa línea durante mucho más tiempo.

Más allá de los partidarios de Hezbolá, en las redes sociales libanesas muchas voces han calificado de “terrorismo” los sucesos del martes. La investigadora Erminia Chiara Calabrese, autora de un libro titulado Militer au Hezbollah. Ethnographie d'un engagement dans la banlieue sud de Beyrouth (Militar en Hezbolá. Etnografía de un compromiso en el extrarradio sur de Beirut, edit. Karthala), ha escrito en Facebook: “El ataque de Israel no es un ciberataque ni un pirateo del sistema de Hezbolá. Israel ha convertido hoy a cientos de personas de la capital libanesa y del sur del país en explosivos humanos, dondequiera que estuvieran: en casa, en un autobús, en un taxi, en un supermercado, a la entrada de un colegio, en una cafetería... Viviendo en Beirut. Hoy hemos tenido suerte; otros no, entre ellos una niña de 10 años”.

La relativa moderación de Hezbolá desde el inicio de la guerra en Gaza en octubre de 2023 se ha basado en gran parte en el hecho de que el partido de Hassan Nasrallah no cuenta con suficientes apoyos para emprender una guerra que podría terminar con un país ya al borde del colapso, pero la actual estrategia israelí podría llevar a los libaneses a unirse con la “resistencia”.

La trágica historia de las explosiones

El modus operandi también reaviva los profundos traumas del Líbano, más aún que los disparos, misiles y drones que han matado a más de seiscientas personas en el país desde el 7 de octubre, alrededor de una cuarta parte de ellas civiles, en comparación con los veinticuatro soldados y veintiséis civiles muertos en Israel por municiones de Hezbolá en el mismo periodo.

La historia de Líbano es un entramado de explosiones mortales que han enlutado Beirut en repetidas ocasiones, han reorganizado el tablero político y han desembocado en guerras regionales.

En su Petite histoire de la voiture piégée (Pequeña historia del coche bomba), Mike Davis recuerda cómo, durante la guerra civil (1975-1990), Líbano fue uno de los lugares elegidos para las explosiones dirigidas contra enemigos sin preocuparse de los daños civiles que causaban. Era una de las especialidades de Hezbolá.

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Vista la situación actual, ¿es necesario recordar que la explosión que costó la vida al presidente de la República, el cristiano Pierre Gemayel, el 14 de septiembre de 1982, precipitó, al día siguiente, la penetración de las fuerzas israelíes en Beirut y la masacre en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila cometidas entre el 16 y el 18 de septiembre del mismo año? ¿O que la mayor desestabilización del Líbano provocada por la explosión que mató al estadista Rafik Hariri el 14 de febrero de 2005 se produjera poco antes de la guerra entre Israel y Hezbolá en 2006?

 

Traducción de Miguel López

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