Abel Azcona: "Mi arte es transformador, el público sale reventado, llorando, gritando, odiándome"

Abel Azcona y su madre durante la 'performance' en el Círculo de Bellas Artes

1 de abril de 1988, Madrid: Abel Azcona es abandonado a las pocas horas de nacer por su madre, una prostituta heroinómana de 18 años que había intentado abortar hasta en tres ocasiones. 1 de abril de 2025, Madrid: Abel Azcona se reencuentra con su madre, Isabel Gómez Aranda, a la que no ha visto en sus 37 años de vida, ante 400 personas en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde permanecieron una hora dados de la mano, en silencio. Una performance sanadora, llamada Madre e hijo, que provocó todo tipo de sentimientos en los presentes y que al reconocido artista madrileño, que fue a su vez prostituido y padeció abusos sexuales en su niñez, le ha servido para "curarse un poco". "Yo he hecho una búsqueda activa de mi madre durante toda mi vida. Desde niño, incluso en los Reyes Magos escribía en la carta que quería una madre", cuenta a infoLibre. Y mucho más.

¿Cómo está?

Cuando hago este tipo de acciones que de alguna forma derriban un poco los cimientos, o los tambalean, siempre necesito unos procesos largos de escritura, de reflexión y de separarme del mundo. Tengo la suerte de vivir en una zona de acantilados cerquita de Getxo y tengo la oportunidad de estar solo leyendo y paseando, apartado un poco del mundo, pero es un proyecto que todavía no he colocado del todo. Mis obras no son solo la obra en sí, sino todo lo que me afecta a mí vitalmente. Evidentemente, cambia mi vida cada vez que hago una obra así, y en eso estoy en este momento. En lugar de ser antes, mi jornada de reflexión es después (risas). Ya lo sé antes de hacerlo y lo que hago generalmente es dejarme un mes o dos meses después de procesos de escritura y trabajos. Ahora tengo que acabar un libro biográfico para una editorial y me había dejado abril y mayo para ello sabiendo que iba a tener un detonante de escritura, reflexión y dolor bastante fuerte desde el 1 de abril.

¿Cómo le ha marcado el abandono materno?

Yo he hecho una búsqueda activa de mi madre durante toda mi vida. Desde niño, incluso en los Reyes Magos escribía en la carta que quería una madre. Siempre digo que he sufrido abuso, maltrato y muchas heridas, pero la que más me ha marcado ha sido el abandono de mi madre. Lo tengo muy claro. También es verdad que en mi caso todo va de la mano porque mis abusos, maltratos y violencias vienen generadas desde esa obligatoriedad a nacer que después genera un abandono. Yo siempre había tenido esa necesidad de búsqueda, que había introducido en mi obra, porque yo siempre conecto vida y obra, por eso esa búsqueda continua está en muchas de mis piezas. 

¿Cómo fueron los pasos de buscarse mutuamente y llegar a encontrarse?

En 2022 yo ya doy por hecho que ella ya ha fallecido por vivir en la calle, por la precariedad, por la situación de violencia de prostitución y consumo. Hice una serie de piezas sobre ello en Amsterdam, comisariadas por Marina Abramovich, en las que digo adiós a la madre, y estoy en un proceso casi de duelo de matar a mi madre. Pero en octubre de 2023 voy a inaugurar una exposición en el Centro de Arte La Panera de Lleida aunando todos los proyectos que tienen que ver con la temática familiar y, de repente, recibo un mensaje de Manuel Lebrijo, el hombre que nos había maltratado a los dos, mi padre no padre, mi padre según los papeles aunque no biológicamente, y me dice que mi madre le ha escrito por una red social porque no se sabía mi nombre ni mi apellido y me estaba buscando. El día anterior había recibido un montón de notificaciones de mensajes de una mujer en otra red social que solo decían 'hola', 'hola', 'hola' en cada publicación. Yo no sabía quien era, pero me di cuenta porque puso 'hola' en ochocientas publicaciones seguidas. Le dije a Manuel que le diera mi número de teléfono y me empezó a mandar audios que están ahora compartidos como el inicio de la pieza, se han escuchado en exposiciones. Ella quería conocerme más rápido que yo a ella, pero a mí me pillo tan de sorpresa que le propuse ir dando pasos hasta conocernos.

¿Qué siente uno cuando le contacta su madre, a la que no conoce, 35 años después de abandonarle?

Yo en ese momento tengo una rabia bastante grande porque entiendo que ella está en una situación precaria, pero la herida del abandono es fuerte, y la rabia gana a esa condescendencia o al perdón. Eso va evolucionando a lo largo de este año y medio mientras vamos dando pasos el uno hacia el otro. Ella hace un escrito de setenta páginas manuscritas donde cuenta toda su historia devastadora: prostituida a la fuerza con 13 y 14 años, luego prostituida por su cuenta, empieza con el consumo, padece abusos sexuales, su madre se suicida tirándose a una acequia. Terrible. Una historia mucho más dura de lo que yo contaba, porque el relato que tenía estaba formulado desde el de Manuel Lebrijo y el expediente de abandono y adopción, y eso va cambiando conforme van apareciendo agentes nuevos. De hecho, este libro que estoy escribiendo ahora lo he tenido que reescribir en parte porque ahora el relato no encaja con esta tercera visión. Hemos ido dando pasos poco a poco hasta que vimos que se acercaba la fecha de mi nacimiento, y qué mejor para conocernos que el 1 abril, la fecha en que ella me parió y me abandonó en la maternidad Montesa de Madrid, y luego en el Hospital Niño Jesús, al que me llevaron en incubadora por estar con síndrome de abstinencia. Y lo hicimos en el Círculo de Bellas Artes, que está a veinte minutos de la maternidad en la que nací. De hecho, poca gente lo sabe, pero simbólicamente fui a la maternidad y desde allí fui caminando al Círculo, me subí a la peana, mi madre apareció y nos dimos la mano por primera vez en 37 años.

En España la herencia católica tan bestia que tenemos nos imposibilita contar las miserias de una forma tan pública

No puedo ni imaginar la emoción de ese momento.

Lloramos todos mucho. Todo el público lloró mucho, hay una colección enorme de todo el público llorando. Creo que sí que nos curamos un poco. Yo, por lo menos, esa sensación de rabia contra ella y contra la situación, esa mala leche la he curado bastante. Ahora tengo una relación con ella de hablar a diario y mi idea es bajar a Málaga, donde ella vive en un piso de Caritas, y ver cómo seguimos ya fuera del acto performativo. Decidimos hacerlo así y ella estaba muy contenta, porque al final yo había hablado en mi obra durante veinte años de la ausencia de la madre, y si ahora iba a haber presencia, qué menos que hacerlo de esta manera.

¿Tan potente es el poder del arte para sanar heridas y salvar vidas?

Hay un tipo de arte, el confesional, que cuenta con grandes artistas como Tracey Emin o Sophie Calle. Hay más artistas en Francia y en Inglaterra de este tipo de arte que aquí porque en España la herencia católica tan bestia que tenemos nos imposibilita contar las miserias de una forma tan pública. De hecho, hace no mucho hice la exposición de El padre y un crítico de arte, que luego casualmente era ginecólogo y del opus, dijo que yo tenía que venir llorado de casa. Igualmente, esta performance ha tenido críticas buenísimas, pero alguno por Facebook ha puesto que esto pertenece al ámbito de lo privado, a lo que yo le he respondido que eso es un poco lo que me decían a mí cuando me violaban: 'Déjalo todo en casa bajo llave como en un confesionario'. Este es uno de los problemas tenemos en España con el arte confesional, intimista, contado en público. Yo entiendo que es incómodo, que es mucho más cómodo ver flores, un limonero o un cuadro pintado, pero yo entiendo el arte como un arte transformador, vomitado, en el que el público sale reventado si hace falta, llorando, gritando, odiándome o lo que sea. Para mí, esa es la manera, contando y exponiendo todo.

He puesto el cuerpo para que me abusen, para que me maltraten, para todo. Por ello, tampoco es que me deje devastado

¿Es la manera de convertir lo personal en política, tan importante en toda su obra?

Claro. Es que en el momento que te obligan a nacer, que tu madre intenta abortarte tres veces y le obligan a parirte en la católica Pamplona, en el momento que después te meten en otra familia, luego en otra, te prostituyen de niño con tres años, te adopta una familia a la fuerza que luego te vuelve a abandonar... En el momento que te pasa todo eso tu vida ya es política, lo personal ya es político. Tu nacimiento ya es político en sí. Si ya han decidido otros por ti, por qué no decides tú ahora y consigues con tu obra transformar todo eso y de alguna manera hacer una catarsis con tu propia historia, no solo individual, sino colectiva.

Es abrumador el modo de transformar toda la violencia que ha padecido en un arte que transforma a todas las personas alrededor.

Para acudir al Círculo de Bellas Artes, hemos calculado que escribieron unas 6.000 o 7.000 personas. La gente escribía en esos emails sus motivos personales para asistir, y muchos de ellos eran abandono, adopción o abuso sexual. De todos los seleccionados, yo he calculado que unos 60 o 65 habían sufrido la misma herida, y todas han escrito después a posteriori diciendo que saben que no saben que van a encontrar a su madre, por las circunstancias que sean, pero en el momento que me vieron con la mía y lo sintieron como encontrar a la propia. Eso es lo que dice Marina Abramovic de la performance como espejo, que el espectador ve algo y lo siente propio y personal. Por eso, que tú pongas el cuerpo de una forma tan radical y dolorosa hace que el espectador lo ponga contigo.

¿Y cómo se queda uno, catalizador de todas esas emociones, después de las performances?

Estoy bastante acostumbrado, llevo 25 años poniendo el cuerpo de esta manera. He puesto el cuerpo para que me abusen, para que me maltraten, para todo. Por ello, tampoco es que me deje devastado. Esto me ha dejado más afectado mentalmente por lo que supone para mi vida ahora, más que el acto en sí. Yo estoy bastante acostumbrado a ello, para mi madre ha supuesto más, pero ella es una mujer que iba contenta. También digo que el problema es infantilizarla y pensar que no está ahí porque quiere. Ella está encantada, me ha dicho que si hacemos alguna otra performance en algún momento y no tiene ningún problema. 

¿Cuáles son los siguientes pasos?

Yo voy a seguir hacia delante, el tema es que llevaba veinte años trabajando la ausencia y ahora hacerlo desde la presencia me cambia el paradigma y la forma de entender algunas cosas. Pero la herida de abandono sigue ahí, sería maravilloso que se curara todo solo porque ha aparecido, pero no es así. También hay otros pasos que dar, como conocer a dos tíos y tres primos a los que tengo que conocer y que todavía no saben que existo, porque ellos no saben que parió cuando estuvo en la calle. Y tengo por delante encontrarme con la segunda madre, con la que me prostituyó, que es la que más dificultades está poniendo, pero quiero escucharla y cerrar eso, porque no la quiero en mi vida. Además, cuando encontré a mi hermana me contó todo el tema de los abusos sexuales, me dio nombres y apellidos y lugares, encontré a varios y hay uno de esos abusadores sexuales, que también es familia, que está dispuesto a hablar y encontrarse conmigo. Tengo que solucionar esas dos o tres ramas al viento dentro de este árbol para poner ya inaugurar a finales de junio una gran exposición en el País Vasco que va a abarcar varios museos y que va a cerrar, entre comillas, porque esto no hay quien lo cierre, todo este ciclo familiar, y obras en torno a la idea de familia. De repente he pasado de ser huérfano a tener estos frentes abiertos que tengo que ir aclarando, y la performance ha sido mi manera.

A mí me obligaron a nacer por encima de todo, nazcas como nazcas, aunque te abandonen, te prostituyan y te violen

¿Esta performance es el reverso positivo de la que hizo con Manuel Lebrijo? Aquella era para dejar marchar al padre y esta para recibir a la madre que viene a buscarte, no la que se fue.

De alguna manera creo esa conexión se puede hacer en toda mi obra, porque yo tengo una pieza que se llama Los padres, donde dibujamos con prostitutas que describen a los hombres con los que tuvieron su última relación de prostitución, y otra que se llama Las madres imaginarias, en la que huérfanos dibujan cómo les gustaría que hubieran sido sus madres. Estas piezas las ponemos enfrente en las exposiciones: estos padres malos, proxenetas o puteros frente a las madres imaginarias que hubiéramos querido tener. Sobre Manuel Lebrijo decidí hacer una exposición en la Galería Nacional de Costa Rica que se llamaba Matar al padre, en la que la idea era cerrar todo lo de Manuel para estar limpios para conocer a la madre, y a las tres semanas se murió de verdad, lo cual fue muy bestia.

¿Es una reflexión sobre los cuidados también? Al final, son dos víctimas que se pueden ahora intentar cuidar la una a la otra.

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La palabra víctima nunca me ha gustado mucho, porque se ha utilizado desde el victimario, pero sí, somos los dos supervivientes. Yo siempre digo que soy heredero de guerras. En este caso era la gran diferencia respecto a otras performances, porque yo estoy más acostumbrado a moverme en hostilidad y violencia. Incluso ahora que las críticas a esta performance están siendo buenísimas, para mí es raro e incómodo, porque para mí es más cómoda la hostilidad, que la gente empiece a decir de todo y a atacarme. Está todo el mundo muy contento y eso a mí no me pasa, por lo que me ha resultado muy incómodo desde el principio, porque no estoy acostumbrado a estar recibiendo elogios. Sobre el acto en sí, sí que está más ligado a los cuidados e incluso a la ternura que a lo violento. Cuando conocí a Manolo fue muy violento para mí hacer el recorrido del secuestro, igual que subirme con él a las peanas, porque era un señor que me había prostituido y me había hecho mucho daño. En cambio con mi madre, aunque yo inicialmente tenía rabia hacia ella, al final hemos sufrido los dos abusos, hemos sido prostituidos y hemos pasado un camino de dolor similar. Ella se marchó porque le obligaron a parirme, ¿qué culpa hay ahí? No era un momento de echar nada en cara, ahí estábamos los dos subidos, los dos víctimas del patriarcado y de estas herencias de violencias, que en su caso soy yo. Al público le tocó ser el que tenía que cuidarnos, le tocó sostener de alguna forma. Lloró mucho pero nos estuvo sosteniendo muchísimo durante esa hora, creando esa especie de útero de protección. También ocurre que el público refleja un poco para mí esa sociedad que me obligó a nacer, por lo que su presencia representa un acto de venganza: yo estoy viviendo este momento tan difícil, pues ahora os aguantáis y lo vivís conmigo.

Yo no me agarro a la idea católica de la vida por encima de todo. A mí me obligaron a nacer por encima de todo, nazcas como nazcas, aunque te abandonen, te prostituyan y te violen

¿La idea de programar su propia muerte sigue en pie ahora que han cambiado las circunstancias?

El tema de la muerte siempre ha sido algo que he pensado y he sentido. Que en su momento yo pusiera fecha a mi muerte me ha salvado la vida porque, si no, yo ya me hubiera muerto. Haberla programado y haberle metido una idea conceptual ha hecho que en momentos de crisis de salud mental, de ingresos en psiquiatría o de consumos enormes en los que he estado muy mal, me ha hecho decir 'vale, espero'. Y si no tuviera esa fecha que parece tan horrible no hubiera conocido a mi madre. Una persona que sufre heridas muy grandes vive la vida como puede, de manera que es un regalo saber que puedes hacer eso y puedes descansar. Yo no me agarro a la idea católica de la vida por encima de todo. A mí me obligaron a nacer por encima de todo, nazcas como nazcas, aunque te abandonen, te prostituyan y te violen. Mis heridas no han sanado por subirme a unas peanas en el Círculo de Bellas Artes con la madre recién aparecida. Las heridas están, pero la madre que me abandonó ha venido a buscarme y quiero disfrutarlo.

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