Los ricos también sufren y disfrutamos viéndolo en la ficción

Hay una tendencia cada vez más clara, recurrente y popular en series y películas, tanto cómicas como dramáticas, que pone el foco en la crítica al capitalismo y analiza la desigualdad de clases sociales. Un sentimiento que puede resumirse en Eat the rich, como dicen los anglosajones, en ocasiones tan certeros al crear expresiones sencillas pero repletas de significados. Porque sí, los ricos sufren y nos gusta verlo en la pantalla, ya sea grande o pequeña, eso da igual: ellos se convierten en víctimas de sus propios planes codiciosos y engañosos y la clase trabajadora los convierte en caricaturas ridiculizando sus supuestas virtudes.
Pura sátira social como lucha de clases que se está convirtiendo, si acaso no lo es ya, en un género en sí mismo con The White Lotus como principal ejemplo ahora mismo. Una serie que en su reciente tercera temporada llega a Tailandia después de pasar por Hawái y Sicilia, destinos turísticos todos ellos no precisamente accesibles para una gran mayoría. Escenarios exclusivos donde el creador de la serie, Mike White, arroja a grupos de ricos para que enfrenten sus miserias personales ante los ansiosos ojos de unos espectadores que claman, no sin cierta dosis de envidia, venganza en forma de igualdad y justicia social.
Buena parte del auge de este tipo de producciones lo tiene también Parásitos, la cinta surcoreana que en 2019, justo antes de la pandemia, arrasó en todo el mundo taquilla y en premios (primer film en lengua extranjera en convertirse en Mejor Película en los Oscar, Palma de Oro en Cannes, Mejor Película de habla no inglesa en los Globos de Oro y tantos otros). El cineasta Bong Joon-ho pone aquí una mirada mordaz a la ignorancia de los ricos a partir de que la pobre y luchadora familia Kim se adentra progresivamente, con inteligencia y engaños, en la vida de la adinerada familia Park. La lucha de clases se hace evidente poco a poco, a medida que la relación recíprocamente parasitaria entre ambas familias se hace más intensa y oscura.
Decíamos justo antes de la pandemia porque sin duda el confinamiento, que tanto remarcó las desigualdades entre los privilegiados que incluso se beneficiaron de los malos tiempos mientras el resto los padecía perdiendo sus trabajos o soportando infinidad de penurias, ha tenido mucho que ver con la popularización de esta tendencia. Cines y series contra la creciente divergencia. Porque, de alguna manera, termina siendo reconfortante ver que se cambian las tornas y que quienes tienen más de lo que necesitan también pueden terminar sufriendo, sobre todo si son engreídos, egoístas, individualistas, carentes de la más mínima ética y, en definitiva, para que todos nos entendamos, mala gente que camina.
Porque, si algo tienen en común todas estas obras es su crítica mordaz al privilegio excesivo de los ricos. Por eso triunfa la comedia de terror The Menú (Mark Mylod, 2022), en la que una joven pareja viaja a una isla remota y por supuesto exclusiva para una cena en un restaurante gourmet. Allí coinciden con otros personajes de la supuesta élite económica y social, sin saber que van a recibir una salvaje y sangrienta lección por parte del chef interpretado por Ralph Fiennes. La única persona normal resulta ser Margot, una joven trabajadora sexual contratada por uno de los presentes y que sí ve el circo que ciega a todos los demás. Los comensales, por cierto, han pagado más de 1.000 dólares por una cena que se transforma en una velada ejemplarizante y justiciera: el concepto 'eat the rich' hecho carne.
El triángulo de la tristeza también ganó la Palma de Oro en Cannes en 2022, refrendando el gusto del cine más de autor por profundizar en las penurias de los millonarios. Esta película, dirigida por el sueco Ruben Östlund, es una comedia negra satírica centrada en una pareja de instagramers y modelos de moda que es invitada a un crucero de lujo. Lo que parece el típico planazo para gente ultra guapa y gozar plenamente del estatus de celebridad, toma una giro inesperado y el equilibrio de poder se invierte cuando se levanta una tormenta que pone en peligro a pasajeros y tripulantes y les manda a todos a una isla aparentemente desierta. Las obscenidades de las élites y la superficialidad de las redes sociales puestas a prueba.
El film británico Saltburn (Emerald Fennell, 2023) es algo así como una tragedia shakesperiana en la que un alumno becado que lucha por encajar en la Universidad de Oxford, Oliver, se siente atraído por su aristocrático compañero, Felix. Tras la supuesta muerte de su padre, este último le invita a pasar el verano en la finca familiar, llamada Saltburn, desatándose así toda una serie de catastróficas desdichas relacionadas con el privilegio, el deseo y la muerte. Todos los integrantes de la familia son convenientemente manipulados por Oliver quien, después de desaparecer y luego reaparecer, termina bailando desnudo en la mansión que acaba de heredar al ritmo de Murder on the Dancefloor, el pegadizo éxito de dance pop de Sophie Elis-Bextor.
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Más o menos igual, pero distinto, ocurre en Puñales por la espalda: el misterio de Glass Onion, cinta de 2023 en la que el multimillonario Miles Bron (Edward Norton, aunque recuerda demasiado a lo que cualquiera fantasea que puede ser Elon Musk en la intimidad) invita a un grupo de viejos amigos a su isla griega para una supuesta fiesta de misterio y asesinato. De nuevo, un plan exclusivo, una forma de divertirse que los ciudadanos normales y corrientes ni imaginan, que se desmadra cuando aparece el primer muerto. El famoso detective Benoic Blanc (Daniel Craig) es el encargado de desentrañar el misterio mientras conocemos las personalidades excéntricas y desmesuradas del resto de adinerados personajes, que van a pagar como se merecen por todo el mal que egoístamente han ido esparciendo durante su vida. Esta es, por cierto, una secuela de Knives Out (2019), en la cual Daniel Craig repite su papel de Benoit Blanc, en ese caso para investigar la muerte del patriarca de una familia millonaria cuyas debilidades quedan, por supuesto, al descubierto.
En la película canadiense Piscina infinita (Brandon Cronenberg, 2023), James y Em Foster disfrutan de unas vacaciones en la playa con todo incluido en la isla ficticia y paradisiaca de La Tolqa. Allí entablan una relación con otra pareja con la que recorren el lugar hasta que, borrachos, atropellan y matan a un lugareño. Un suceso fatal que expone la subcultura perversa del turismo hedonista, la violencia imprudente y los horrores surrealistas del resort. Porque, de hecho, resulta que a cambio de una importante suma de dinero, los culpables de crímenes pueden en este país ser clonados y contemplar cómo matan a sus dobles en su lugar. Esta práctica es la que cada año atrae a turistas occidentales que disfrutan perpetrando delitos contra la población local y los trabajadores del hotel, sabiendo que no les pasará nada. Una fábula de lo despiadado de las clases dominantes, sin moral ni ética ningunas, que disfrutan en este y otros tantos casos del libertinaje total solo por el hecho de que pueden hacerlo y el resto no.
Terminamos con Joker, la película de 2019 dirigida por Todd Philips en la que Joaquin Phoenix descarga todo su odio contra las élites de Gotham City. Es su manera de revelarse contra una sociedad que se mofa de él, le arrincona, le pisotea, le rechaza y le abandona por sus problemas mentales, a pesar de su único deseo en esencia en la vida es hacer reír a los demás. Llevado al límite, pasa a ser un héroe inesperado para la clase baja de la ciudad al provocar disturbios y cargar violentamente contra los ricos que desprecian a personas como él. Un claro aviso.