Valenzuela vuelve a la Movida en su nueva novela: "La libertad de Madrid hoy es el sálvese quien pueda"
Madrid, primavera de 1984. Los años locos del mejor periodismo, la Movida, efervescencia cultural, conciertos y copas en el Rock-ola, noches interminables por las calles. Abusos policiales, quinquis desaparecidos, atracos a joyerías, sobredosis de drogas, abogados corruptos, días aún más interminables en las redacciones de los periódicos.
Dos mundos tan diferentes que son, literalmente, la noche y el día, pero que confluyen inesperadamente en Olga Sanz, una joven periodista cultural de Diario 16 que un fin de semana es llamada para reforzar la sección de Sucesos. Pasa así de la Movida a otro tipo de 'movida' cuando un oscuro comunicado policial que llama su atención le pone inesperadamente en ruta en un excitante y peligroso viaje por el Madrid oscuramente luminoso de los ochenta, investigando la desaparición mientras estaba detenido de El Nene –El Nani en la vida real– entre visitas a baretos y garitos.
Hechos y personajes realmente existentes y otros meramente imaginarios se entrecruzan, como en las novelas anteriores de Javier Valenzuela (Granada, 1954), en este su quinto noir, Demasiado tarde para comprender (Ediciones Huso, 2023), repleto de canciones y con un título de lo más musical, referido a esa chica de ayer que como asidua del Penta bien podría ser su protagonista. Una novela realista sobre el periodismo, la Transición y el cambio de un país ejemplificado en aquel Madrid de contrastes, tal y como resume el autor a infoLibre.
La protagonista es una periodista de Diario 16 en un momento en el que, según afirma, el periodismo era más divertido e interesante que nunca.
Finales de los setenta y todos los ochenta fueron la edad de oro del periodismo español. Porque España salía del larguísimo túnel del franquismo y el periodismo era muy valiente y muy irreverente en los grandes diarios del momento como El País, Diario 16, El Periódico de Cataluña o revistas como Interviú o Cambio 16. Y no es que solamente los redactores fueran así, es que los directores y las empresas también lo eran y te animaban a seguir ese camino. También era más divertido, porque es verdad que en la profesión no se consideraba que la seriedad implicara aburrimiento en absoluto. La seriedad implicaba rigor profesional, pero no aburrimiento, por lo que la vida en las redacciones era muy divertida: se fumaba, se bebía alcohol, se hacían fiestas, se bailaba, se ligaba con descaro... y todo ello bajo una mirada benevolente de la dirección y de la empresa.
¿Qué pasó para que el periodismo dejara de ser así?
Pasó que se perdió ese espíritu crítico y festivo en las décadas posteriores. Yo no soy de los de cualquier tiempo pasado fue mejor, en absoluto, hay muchas cosas que han mejorado desde los setenta y los ochenta, pero tengo que decir que el periodismo no es una de ellas. Afortunadamente, ese espíritu, quizás no el lúdico pero sí el crítico e irreverente, se mantiene en los diarios nacidos digitales. No existe en los medios de papel ni en las versiones digitales de los dinosaurios de papel, pero sí en los medios nacidos digitales y hechos y creados por periodistas, como infoLibre, elDiario, CTXT y algunos otros.
Dice que no es de los de 'cualquier tiempo pasado fue mejor', pero un poco sí lo parece, porque nos habla de un periodismo que ya no existe, de un Madrid que tampoco existe, de una sociedad que no tiene nada que ver con la de entonces...
A mí me gusta la novela realista sobre un pasado histórico reciente, a lo Benito Pérez Galdós y Almudena Grandes, por supuesto sin compararme con ellos. La novela que es popular y entretenida pero que arroja luz sobre las zonas oscuras de la memoria. Y he visto que hay un gran desconocimiento del pasado reciente, de la República, la Guerra Civil, el franquismo, la transición y la Movida. Sobre esta última, que fue un momento luminoso y oscuro de nuestra historia que vivimos millones de españoles que seguimos respirando, hay mucho desconocimiento más allá de cuatro estereotipos relacionados con la música y la juerga. Estaba esperando leer una novela a lo Benito o Almudena sobre la Movida, y como no la encontraba, la escribí yo.
Y sin nostalgia, como un retrato completo.
Sin nostalgia, porque esta novela cuenta luces y sombras de aquel período. Hablo del ansia de libertad de aquella época, pero también del aspecto oscuro y siniestro, de la inseguridad ciudadana, de los quinquis, de la heroína o la brutalidad policial. No creo que sea una novela hagiográfica de la época.
Quería hacer una novela protagonizada por una periodista, porque aquella época es la de la incorporación masiva de las mujeres a las redacciones. Es la generación que produjo personajes como Maruja Torres o Rosa Montero, mujeres intrépidas y profesionales
Hagiográfica no, pero ¿cuánto tiene de autobiográfica? ¿Cuánto tiene de Olga Sanz?
Hay muchos elementos autobiográficos. Yo era periodista en aquella época, aunque en El País y no en Diario 16. Me gustaba la música, el baile y la fiesta de la Movida como a ella. La principal diferencia es que ella es mujer, ya que yo quería hacer una novela protagonizada por una periodista. Porque aquella época es la de la incorporación masiva de las mujeres a las redacciones, no todavía en puestos directivos, pero ya había muchas reporteras. Es la generación que produjo personajes como Maruja Torres o Rosa Montero, y yo quería rendirles un homenaje a aquellas mujeres tan intrépidas y profesionales.
A Pedro J. le tenemos con su nombre como director de su periódico. Este personaje es real, eh.
Sí. No quería hacer una novela que transcurriera en El País, me parecía una vulgaridad demasiado evidente. El Diario 16 de la época, dirigido por Pedro J. Ramírez, era también un periódico muy valiente que desvelaba muchas corrupciones, brutalidades y violencias del período de la Transición. El Pedro J. de aquella época era un buen director de periódicos y quería rendir homenaje a ese diario y aquel Pedro J. Pero en un momento determinado mi propia protagonista, Olga, dice lo que también pienso yo, que es una pena que con el tiempo Pedro J. se convirtiera en el adalid del periodismo amarillo en España. Es una pena. Pero en aquella juventud era un excelente periodista.
El Rock-ola molaba y estaba lleno de humo, sudor y lágrimas (risas). Era estrecho y apestoso, se producían peleas constantemente entre bandas distintas de mods y rockers. Era muy divertido y ponían muy buena música
Demasiado tarde para comprender es también una carta de amor a un Madrid que ya no existe, que existe en la gente que lo vivió. Era una ciudad más libre, más luminosamente oscura, como bien dice.
Madrid siempre ha sido una ciudad vitalista, solidaria y liberal en el buen sentido de la palabra, cosa que ha olvidado Isabel Díaz Ayuso. Vitalismo, solidaridad y libertad. Madrid había sido aplastada por el franquismo y con la muerte del dictador de repente vuelve aquel Madrid de los años treinta y de la Residencia de Estudiantes donde estaban Lorca y Buñuel y vuelve a ser la ciudad de las verbenas populares, de la solidaridad, del espíritu guasón. Esa fue la época dorada de Madrid, que era un referente mundial que salía en el New York Times, el Times de Londres o Le Monde como ejemplo de ciudad feliz y resplandeciente. Eso acompañado por Enrique Tierno Galván, un alcalde como no ha vuelto a tener Madrid y que era un inmenso sabio y una persona de una tolerancia maravillosa. Eso no se ha vuelto a repetir en gran parte por la política, porque Madrid está gobernada desde hace décadas por un partido que cuenta con la mayoría social que prefiere cultivar el dinero y la insolidaridad. La libertad del Madrid actual es la libertad de la fiera en la jungla, la del sálvese quien pueda.
No era así con el Madrid de la Movida. ¿Cuál es la principal diferencia?
No era así. Aquel era un Madrid muy vecinal y solidario, de ayuda, donde todo el mundo era bienvenido. Y era un Madrid que no se conformaba con lo que había. La principal diferencia que veo yo entre el 36, la Movida y el momento presente es que nadie te decía resignadamente 'esto es lo que hay'. No. La gente quería cambiar las cosas si lo que había era imperfecto o mejorable. Todo el mundo quería cambiar eso arriesgándose a multas, cárceles, secuestros de publicaciones, prohibiciones de actuaciones o conciertos... la gente arriesgaba, eh. Y nadie aceptaba esta frase tan de ahora de 'es lo que hay' que entonces era impronunciable. Porque es lo que hay pero puede haber otra cosa. Ahora, lamentablemente, la mayoría de los ciudadanos aceptan el marco establecido por la derecha que nos gobierna desde hace tres décadas.
¿Y no estaba un poco mitificada la Movida? Seguro que el Rock-ola no molaba tanto.
El Rock-ola molaba y la Movida no está mitificada. El Rock-ola molaba mucho y estaba lleno de humo, sudor y lágrimas (risas), era estrecho y apestoso, se producían peleas constantemente entre bandas distintas de mods y rockers. Era muy divertido y ponían muy buena música.
La música es otra buena diferencia entre el Madrid presente y el de entonces.
Sí, porque la banda sonora de la ciudad y del país era propia. Era el pop-rock español de la época y el flamenco y el flamenquito, mientras que ahora es el reguetón, que no es una producción local ni nacional, aunque se apunten artistas a producirlo. Pero entonces se hacía nuestro pop-rock con Nacha Pop, Radio Futura, Ilegales... todo era producción local. Como Camarón de la Isla, que era un artista que se escuchaba en los bares y las tabernas, como Los Chichos y Los Chunguitos. Eso se perdió por la globalización. El Madrid de aquella época no se entiende sin la música, que lo dominaba todo. Por supuesto que escuchábamos artistas extranjeros, no éramos trogloditas, pero nos gustaba más lo nuestro.
La gente quería vivir en libertad y le habían dicho que ya había democracia, pero resultaba que la policía que tenía que regular esa vida en libertad era la de Franco
Todo esto ocurría en plena Transición, que también es defendida por muchos como modélica, aunque tenía no pocas cosas malas.
Hay una mentira sobre la que está basada la democracia española y de ahí todos los problemas que seguimos teniendo en todos los ámbitos, porque la Transición fue una especie de pacto de 'ni para ti ni para mí' que dejó indemne toda la arquitectura institucional y administrativa del franquismo. La policía de la época de la Movida era la del franquismo, pero también los altos funcionarios, los jueces, etcétera. De manera que había una contradicción entre el ansia de libertad y gozo de la gente y la arquitectura del Estado, que era la misma que con Franco.
Un buen ejemplo, esa trama de policías que encargaban a los quinquis atracos a joyerías y que forma parte de esta historia.
La policía de la época era brutal y corrupta como la del franquismo, lo que explicaba casos como la mafia policial que encargaba a quinquis atracos a joyerías para quedarse ellos con el grueso del botín y darles una pequeña parte. También había resolución de casos y conflictos con torturas en los sótanos de la Puerta del Sol, como las que sufrió El Nani, que provocaron su muerte y luego hicieron desaparecer su cadáver. La policía de entonces eran comisarios cincuentones que habían servido durante treinta años al franquismo, por lo que no conocían otro método de resolver un suceso que coger a un montón de sospechosos, llevarlos a los calabozos y darles una buena mano de hostias.
Una colisión entre pasado y futuro en toda regla.
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Claro, porque la gente quería vivir en libertad y le habían dicho que ya había democracia, pero resultaba que la policía que tenía que regular esa vida en libertad era la de Franco. Por eso esta novela trata de las luces y las sombras de aquel Madrid donde no todo era sexo, drogas y rocanrol. Había delincuencia, atracos, muerte por sobredosis de heroína, brutalidad policial, corrupción... aquel Madrid era una ciudad muy noir. No entiendo cómo nadie ha escrito una novela sobre ello, por eso la escribí yo, porque quería leer una novela negra ambientada en aquel Madrid.
¿Qué le gustaría que sintiera el lector al terminar este viaje por la memoria?
Me gustaría que sintiera ganas de que volvamos a vivir un período así. Hay cosas que no se pueden repetir, como para empezar la juventud de quienes vivimos aquella época (risas). Pero me gustaría que los jóvenes de ahora se impregnaran de un espíritu rebelde y no conformista, protestón y no acomodaticio. Un espíritu que no cultive el consumismo comercial, sino las ganas de vivir intensamente los placeres más sencillos de la existencia. Ahora a los jóvenes les veo preocupados por el trabajo, el dinero, las compras y las diversiones comerciales que hay que pagar. Las generaciones actuales viven bajo la tiranía del Dios dinero. En aquella época claro que necesitábamos pelas para tomar un cubata o entrar en el Rock-ola, pero eran pocas pelas (risas). Y no pensábamos en que ese fuera el gran valor, no pensábamos que cuanto más dinero tenías más valías, sino que más valías cuanto más vivieras.