El cuento de todos
Memoria de la noche
(Comienza Luis Landero.)Luis Landero
Ante todo, señor comisario, déjeme decirle que yo también soy un hombre de orden. ¿Que cuál es mi profesión? Soy indigente, señor, que es el oficio más viejo del mundo. Que me perdonen las putas, pero nosotros fuimos antes que ellas. Soy indigente, carezco de trabajo, de techo, de dinero, vivo de la caridad, pero vivo bien y no me quejo. Yo no soy como otros del oficio que siempre están echando pestes de la sociedad y blasfemando contra los políticos, contra los ricos, contra Dios, contra todo. Yo no, yo soy una persona educada y limpia, un hombre de orden, voy todos los domingos a una casa de baños y todas las semanas me pongo ropa limpia. Yo, señor comisario, soy una persona honrada, y me gusta esta vida que llevo.
¿Que qué hice ayer? Ayer fui a comer a Martínez Campos, donde las Hermanitas de la Caridad. Nos dieron dos croquetas de aperitivo, y luego sopa de fideos con tropezones y dos huevos duros con tomate. De postre, fruta y café. También nos dieron un vaso de vino, y pan a discreción. Allí estuvimos casi hasta las cinco, alternando y escuchando a un coro de voluntarios que vino a cantarnos villancicos de Navidad. Y sí, allí estaba el pobre Lucas, comiendo con un apetito de lobo, quién iba a decir que habrían de matarlo esa misma noche. ¿Y después? Pues después unos cuantos, entre ellos el pobre Lucas, tiramos hacia Argüelles, a la sede de un voluntariado donde reparten ropa y comida, y de paso te reconoce un médico, y si necesitas medicinas, te las dan allí mismo. A mí me dieron una camiseta térmica y dos pares de calcetines gordos de lana. También dos latas, una de caballa y otra de callos, dos molletes de pan, un cartón de leche y un paquete de galletas de coco. Una voluntaria me obsequió además con una cajetilla de Ducados y me regaló su mechero. Para que luego hablen mal de la sociedad.
¿Que por dónde suelo moverme yo? Verá, señor, a mí no me gusta ir de aquí para allá con un carrito de supermercado o una carretilla, como hacen algunos, el pobre Lucas entre ellos, que andaba siempre con dos maletas a cuestas, a mí me gusta andar libre y ligero, por eso uso esta mochila, con eso me vale, yo no tengo alma de propietario y no soy como esos que se pasan el día a la rebusca en cubos de basura, papeleras y contenedores, y que suelen tener un sitio fijo donde montan el campamento, todo lleno de bultos y de montones de cachivaches, y no se cansan nunca de juntar más y más, a lo mejor así se imaginan que son ricos, los muy gilipollas, con perdón sea dicho. Algunos incluso, al verse con tantos bienes, se hacen sedentarios, y enseguida empiezan a soñar con tener una chabola, y criar gallinas, y sentarse a ver la televisión, sin caer en la cuenta de que en este oficio, si quieres establecerte de verdad, tienes que meterte en el trapicheo de la droga, si no, mejor seguir de nómada, que es lo que yo hago, como un hombre de orden que soy. Yo, con mi mochila, me muevo por toda la ciudad, y conozco a mucha gente, y a muchos del gremio, aunque apenas me trato con ellos, en parte porque soy más bien solitario, y en parte porque a mí la verdad es que mis colegas no acaban de gustarme, siempre tan sucios, tan vociferantes, tan borrachos, tan cínicos. Además, somos muchos, demasiados, y hay demasiada competencia desleal, deberían ustedes hacer una ley para separar el trigo de la paja y regular y dignificar este oficio, que como ya dije antes es el más antiguo del mundo, con perdón de las putas.
¿Que qué hicimos luego? Pues verá, señor comisario. Unos, que iban a asar carne en unos desmontes por donde el cementerio de la Almudena, me invitaron a ir con ellos, y luego a dormir en uno de esos bloques que con la crisis se ha quedado a medio construir. Otros decían de ir a dormir a un albergue y cenar allí mismo de bocadillo. Entonces el pobre Lucas, que tiene un entrante muy bueno y muy abrigado en un banco que hay al final de la calle Abascal, preguntó si alguien quería compartirlo con él, para así entre los dos defenderse mejor de esos niñatos que andan al deporte de cazar indigentes. Y la verdad, no sé si alguien se fue o no con él. Yo desde luego no, ni lo tomé en consideración, ya le he dicho que yo soy de por sí solitario y no me gusta hacer parte con nadie de mi soledad y mi buena fortuna.
¿Que dónde me fui a pasar la noche?
(Continuará Fernando Aramburu.)*Luis Landero es escritor. Su último libro, Fernando Aramburu
Luis LanderoLa vida negociable (Tusquets, 2017).