Los diablos azules

Lo que pudo ser

Para morir iguales, de Rafael Reig.

Pablo Bonet

En uno de sus escenarios más reconocidos por otras novelas anteriores, en 1975, en pleno inicio de la Transición, sitúa Rafael Reig a su protagonista, Pedro Ochoa, un niño huérfano que vive su infancia en un hospicio de monjas y que se hace preguntas sobre su identidad, a la vez que asiste a su despertar sexual, a su encuentro con la muerte y la soledad. Después le acogerán sus abuelos maternos, gente de buena posición que llevarán a Pedro a estudiar en un colegio de élite donde aprenderá a fingir y hacerse adulto, a triunfar como abogado pero haciéndose las mismas preguntas sobre lo que fue y pudo haber sido. Es una trama con aventuras, amor y una investigación criminal también en los años de aquella Transición que sigue marcando parte de la obra de Reig y que aquí nos cuenta desde su fina ironía una vida de peajes y la importancia de lo experimentado en la infancia, adonde siempre se acaba volviendo.

 

Para morir iguales (Tusquets, 2018) es una novela sobre los amigos que nunca se olvidan. Sobre las certezas y dudas de la infancia (el verdadero territorio de la autenticidad) que reaparecen en la vida adulta para ajustar cuentas, pues tiene Para morir iguales un tono psicoanalítico en su lectura. No solo por el recorrido psicológico de su protagonista, que repasa su vida para saber realmente qué es lo que de verdad importa, sino por la reflexión a la que le conduce el periplo vital y social de una generación que Reig conoce y describe con una serie de personajes magistrales, a menudo ruines, cínicos o crueles, pero también leales: está Escurín, amigo hasta el final, o Pardeza, el más vivo, siempre oportunista y arrimado al sol que más calienta, o Mercedes y Paquita, las mujeres que marcarán su vida sexual y afectiva. Después Pedro Ochoa conocerá a su padre, un mafioso que saldrá libre en la amnistía de 1977, se hará abogado de éxito, será sospechoso de un asesinato e irá enseñándonos cómo la corrupción irá calando en nuestra sociedad, en la que la Iglesia católica es criticada sin contemplaciones y con el humor corrosivo característico del autor asturiano.

¿Quién es el loco aquí?

¿Quién es el loco aquí?

Es una también una novela costumbrista narrada en primera persona por un personaje casi picaresco que nos hace transitar por la vida y la memoria de Pedro Ochoa, que se autoanaliza para encontrarse, para saber por qué no fue feliz, porque no supo querer a los demás y menos a él mismo. La ironía, a ratos amarga, siempre aguda e inteligente como el escritor y su protagonista, recorre esta novela por muchas de sus páginas, que es también un homenaje a la amistad y al amor, al sexo, a la política y  a los libros de Salgari y a Sandokán, que acompaña a Pedro Ochoa como un pirata que lucha elegantemente contra todos los elementos que se le interponen. Una novela con muchas lecturas que confirma a Rafael Reig como uno de los narradores más ingeniosos e inteligentes de nuestra literatura y del que siempre se aprende al leerlo, con libros muy diferentes. Y, pese a todo, con la alegría como estandarte, pues, como dice en la página 62 hablando de la vida con su cáustico sarcasmo: “Esa duda nunca nos ha abandonado y nos ha hecho incapaces de comprender el sentido de lo que nos sucede en este mundo, donde ninguna buena acción se queda sin su castigo y todo malhechor recibe su recompensa”. Genial siempre Rafael Reig.

*Pablo Bonet es es poeta y librero de guardia en la Librería Muga de Vallecas, Madrid.Pablo Bonet

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