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La ofensiva de Israel sobre Rafá presagia otro infierno en el último refugio palestino

Una niña palestina sostiene un libro entre las ruinas de un edificio en Rafá (Gaza).

Rachida El Azzouzi (Mediapart)

Rafá, la principal puerta de entrada de la ayuda humanitaria obstaculizada por el asedio total impuesto por Israel, es según Naciones Unidas el último refugio de 1,4 millones de personas, es decir, la mayoría de la población palestina (de los cuales 600.000 niños según UNICEF). En el sur de la Franja de Gaza, en la frontera con Egipto, cerrada, residentes y desplazados se hacinan en condiciones de extrema pobreza.  

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirmando que la "victoria" está "al alcance de la mano", algo que lleva repitiendo cuatro meses sin conseguir destruir a Hamás a costa de una masacre de civiles (más de 28.000 muertos, el 70% de ellos mujeres y niños) y una destrucción generalizada, ordenó a su ejército preparar una ofensiva sobre la superpoblada ciudad, alarmando a la comunidad internacional.  

Su principal aliado, el presidente americano Joe Biden, con quien las relaciones siguen deteriorándose, le instó en una conversación telefónica el domingo 11 de febrero a no actuar sin un plan "creíble" para proteger a los civiles. Era la primera vez que los dos hombres hablaban desde que Biden, el jueves 8 de febrero, juzgara "excesiva" la respuesta de Israel en Gaza, tras meses de apoyo masivo e incondicional cada vez más indefendible.  

Varios estados vaticinan una "catástrofe humanitaria" si Netanyahu sigue adelante con su plan, desafiando a parte de su gobierno, dividido entre supremacistas judíos que piden la guerra a toda costa y centristas que esperan la liberación de los más de 130 rehenes restantes, su prioridad. Por su parte, el vecino Egipto ha amenazado con suspender el tratado de paz firmado con Israel si éste lanza sus tropas contra Rafá. Hamás replicó que tal ataque "torpedearía" cualquier acuerdo para liberar a los rehenes. 

En la noche del domingo 11 al lunes 12 de febrero, Rafá sufrió el bombardeo más intenso del que se tiene constancia, alcanzando a varios sectores y causando docenas de muertos. Durante este asalto, los servicios de seguridad israelíes anunciaron que habían liberado a dos rehenes israelo-argentinos, "Fernando Simón Marman, de 60 años, y Louis Har, de 70", secuestrados el 7 de octubre de 2023 en el kibutz Nir Yitzhak, junto con otros tres miembros de su familia que ya fueron liberados el 28 de noviembre en virtud del acuerdo alcanzado entre el Estado hebreo y el movimiento palestino.  

Para los cooperantes humanitarios que trabajan en la Franja de Gaza, una ofensiva sobre Rafá, convertida en pleno invierno en un gigantesco campo de desplazados, provocaría "una masacre a gran escala". Lo advierte el médico francés Raphaël Pitti, de la ONG Mehad (antigua UOSSM), especialista en medicina de guerra. Acaba de regresar de Gaza y no puede ocultar lo "afectado" que está por lo que ha visto. “Hace falta un alto el fuego ya, no mañana, para la gente que vive en una situación inhumana", afirma. “La comunidad internacional debe actuar, Netanyahu debe dejar el poder, ha perdido todo sentido de la realidad". 

Hospitales desbordados

Raphaël Pitti estuvo en Gaza del 22 de enero al 6 de febrero, especialmente en Rafá. Con voz emocionada, describe el "infierno", con hospitales abarrotados que carecen de todo, multitudes que subsisten entre la miseria, el barro y la suciedad, en calles donde no queda "ni un solo espacio libre". "Yo sólo viví esto en Yugoslavia, al principio de la guerra. Estamos en un caos total". 

Describe Rafá como una "corte de los milagros": "En los hospitales, miles de personas sobreviven en los pasillos. La población está hambrienta, buscan constantemente agua y alimentos, que cuestan el doble o el triple. La gente no tiene dinero, ni acceso a sus cuentas bancarias, si es que aún les queda alguna, no tienen medios para comer, lavarse o vestirse. Para ganar algo de dinero, vemos aparecer oficios en las aceras, una modista, un zapatero para reparar zapatos y ropa. Otros recargan teléfonos y mecheros.  

“Hay muchísimos niños", continúa Raphaël Pitti. “Su único lugar de distracción es dentro de los hospitales. Conocen el hospital al dedillo, observan las operaciones en el suelo, cogen guantes y jeringuillas usadas para llenarlos de agua estancada y jugar a la guerra salpicándose unos a otros. Están sucios y desnutridos. Gracias al hospital, hay comida, pero no equilibrada; sólo comen cereales y azúcar. Las verduras y los huevos son demasiado caros.”

Te ocupas de los enfermos que puedes salvar. A los demás, los dejas morir.

Raphaël Pitti, médico de regreso de Rafah

Raphaël Pitti y otros seis médicos franceses, en coordinación con la asociación de médicos palestinos PalMed Europe, recorrieron el sur del enclave para evaluar la viabilidad de un proyecto para el que busca financiación, en particular del Ministerio francés de Asuntos Exteriores, en un momento en que la sanidad pública está colapsada: la creación de una decena de centros de atención primaria para los desplazados. Para ello, visitaron varios hospitales, se reunieron con el alcalde de Rafá y el ministro de Sanidad del enclave, así como con los equipos de Médicos del Mundo y Médicos sin Fronteras, y con Cáritas.  

Además de las víctimas de la guerra que hay que salvar en condiciones de higiene y de práctica médica deplorables, agravadas por el hacinamiento, las operaciones y amputaciones en el suelo, sin anestesia ni posibilidad de limpiar a los pacientes, están los enfermos crónicos, muchos de los cuales mueren por falta de tratamiento y cuidados.  

A Raphaël Pitti le impresiona el caso de una joven diabética embarazada de siete meses que murió por falta de insulina, junto con su bebé. O el caso de un niño de tres años al que tuvieron que amputar un brazo y las dos piernas. "Si pudiéramos enviarlo a un centro en Europa, podría recibir prótesis biónicas para darle una vida normal. Pero si se queda en este infierno, la victoria será evitar que se infecte. De lo contrario, si se infecta, habrá que cortarle un poco más para evitar la gangrena".  

En el hospital europeo de Gaza, desbordado por la afluencia de pacientes y donde trabajaba y se alojaba el equipo internacional, Raphaël Pitti y sus colegas asistían impotentes a la hecatombre: "Como no puedes evacuar a tus pacientes y recibes nuevos, tienes que hacer un triaje. Te ocupas de los pacientes que puedes salvar. En cuanto a los demás, los dejáis morir sin sedación, sin morfina, sin poder aliviarlos. Todos los que tienen lesiones en la cabeza están condenados a muerte".  

Su colega Chems-Eddine Bouchakour, anestesista en dos clínicas de Dunkerque (norte de Francia), no se separó del quirófano durante toda su estancia. “Nunca había visto nada igual". En estado de shock, cuenta que trató sobre todo a civiles, jóvenes, mujeres y niños: "Este es el lugar más densamente poblado de la tierra, y se está convirtiendo en el lugar más densamente poblado para discapacitados y amputados, si consiguen sobrevivir, porque las condiciones higiénicas son tan catastróficas que el riesgo de infección del muñón es muy alto. Una amputación de pierna se convierte en una amputación de muslo al cabo de dos semanas si no puedes renovar las vendas cada poco.”  

Chems-Eddine Bouchakour ha participado en amputaciones en cadena, ha sido testigo de la desarticulación de la cadera, "lo que significa que lo único que queda es la pelvis, una amputación más allá de la mitad del muslo, una vida de discapacidad muy pesada". También le deja marcado cada uno de sus pacientes, como la madre a la que tuvieron que amputar dos piernas y un brazo y que perdió a sus hijos por un misil israelí. 

La necesidad de dar testimonio

Le llama la atención el número de heridas de bala que afectan al abdomen, el tórax y la cabeza, más que a las extremidades inferiores: "Esto significa que hay una intención deliberada de atacar esas zonas". También las quemaduras causadas por los incesantes bombardeos: "Tratamos a una niña de 7 años que tenía quemaduras de fósforo blanco en la cara y las extremidades inferiores. Su piel estaba bajo tanta presión que los músculos no podían respirar. Tuvimos que hacer cortes profundos en la piel para que circulara la sangre mientras ella gritaba de dolor, llamando a sus padres muertos, como hacen muchos niños.  

El equipo llegó con maletas llenas de material, pero "necesitaríamos camiones enteros porque la demanda es enorme. Nos falta de todo, saturómetros, tensiómetros, medicamentos. Tenemos que confiar en el 'sistema D' (por "se débrouiller", arreglártelas como puedas, ndt). En reanimación, tenemos que reutilizar el material aunque los productos sean de un solo uso, lo cual está fuera de toda norma. A falta de analgésicos suficientes, nos vemos obligados a administrar ketamina, que crea una adicción con efectos alucinógenos. Funciona para la medicina de guerra y los vendajes, pero después de cinco o seis veces, se vuelve adictiva".  

Lo mismo que Raphaël Pitti, Chems-Eddine Bouchakour siente la necesidad de contarlo a los medios de comunicación: "Tiene que salir a la luz, no por mí, sino por los palestinos que se sienten totalmente abandonados. Es nuestra responsabilidad. Cuando nos vieron llegar, corrían alegres detrás de nuestro minibús. Algunos niños nos preguntaban si íbamos a parar la guerra, ya que los israelíes nos habían dejado entrar en Gaza". La mayoría de los pacientes que ha tratado "prefieren morir antes que vivir, porque su dignidad se ha visto tan afectada que han quedado reducidos a seres no humanos".

Como personal médico, al igual que los periodistas, somos un objetivo potencial. Israel quiere actuar a puerta cerrada.

Chems-Eddine Bouchakour, anestesista

Chems-Eddine Bouchakour, Raphaël Pitti y cinco colegas franceses más han podido llevar a cabo su misión gracias a la ONG internacional recientemente creada, pues los israelíes impedían la entrada a cualquier organización no gubernamental o reportero: "Pasamos por la asociación de médicos palestinos PalMed, que a su vez se había asociado con la organización humanitaria kuwaití Rahma, que reúne a una veintena de médicos americanos, británicos, suecos, palestinos y jordanos, y a nosotros". 

A su regreso a Francia tras esta "peligrosa misión", piensa en sus colegas palestinos que llevan cuatro meses trabajando sin descanso. Como Nidal, que lleva 120 días sin volver a casa: "Vive dentro del quirófano con su padre y sus dos hijos, que ayudan limpiando la estancia. Nuestra visita le ha dado un poco de respiro". ¿Cuánto tiempo resistirán Nidal y sus colegas bajo el fuego de la artillería y la aviación israelíes? Para Chems-Eddine Bouchakour, "el genocidio está en marcha: hay que detenerlo".  

Conoció a un periodista palestino que había encontrado una habitación de alquiler para refugiarse con su mujer y sus hijos cerca de Rafá, ya que su casa había sido bombardeada. Sólo pudo pasar allí una noche. Cuando el propietario se enteró de que era periodista, le pidió que se marchara porque, por su profesión, ponía en peligro a todos los refugiados de la casa. "Como personal médico, al igual que los periodistas, somos un objetivo potencial. Israel quiere actuar a puerta cerrada. Atacar Rafá, donde la mayoría de la población palestina son ahora refugiados, sería una carnicería".

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Traducción de Miguel López

 

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