Cómo marcar la agenda política a la hora del café: matinales con reinas, multipantallas y ‘okupas’
Para cuando Aznar llevó de cabeza a España a la guerra de Irak, en 2003, el espectador de TVE no tenía otro sitio donde saber sobre esta invasión que sus programas informativos. En sus crónicas y reportajes había pinceladas de una oposición puesta en jarras, pero en directo, en un mismo plató, en ningún espacio de la casa había debate ni intercambio de posturas ni reproche a aquella guerra absurda y cruel, tan sólo la información de los profesionales de la pública que, no sin vetos, trataban de sortear la tijera de Alfredo Urdaci, que entró como director de sus servicios informativos con la segunda legislatura del Partido Popular, la de la mayoría absoluta conseguida en el 2000, y encontró su filón en la cadena estatal.
Para cuando en las calles el No a la guerra era un clamor, Urdaci ya llevaba tiempo fajado en la propaganda y ya se había hecho célebre pronunciando, con exquisita dicción, ese ceceoó con el que hizo como que cumplía la sentencia por la manipulación informativa a favor del Gobierno en la huelga general de 2002.
Nunca pensó aquel Gobierno de la derecha reunida (Vox y Ciudadanos llegaron después, claro) que una grieta de opinión a la foto de las Azores procediera de un programa a la hora del segundo café ideado, o así lo veían muchos, para marujas y jubilados con demasiado tiempo libre por las mañanas. Pero así fue. Como recordaba, el escritor y analista Daniel Bernabé, colaborador de infoLibre, “las mesas de debate de María Teresa Campos fueron uno de los pocos espacios televisivos donde se escucharon voces en contra”.
No en vano, la Campos llevaba años haciendo lo que mejor sabía y supo hacer siempre: escuchar qué decía la calle y llevarlo a su programa, donde convivía el corazón, los corrillos, el reporterismo de conexiones en directo, los sucesos y las actuaciones musicales. Si la calle hablaba de política, también lo haría su programa. Eso que María Teresa llamaba “entre col y col, lechuga”.
Día a día, aquel programa con el que la periodista que falleció el martes a los 82 años dio el salto de TVE a Telecinco en 1996, fue el primero, como recuerdan estos días los espectadores con memoria y los analistas del medio, que abrió la mañana a la pluralidad de opiniones y a la tertulia política, con la que hoy vertebran sus parrillas todas las cadenas desde la mañana a la noche.
Pepe Oneto, Raúl del Pozo, María Antonia Iglesias, Eduardo Mendicutti, Javier Nart, Isabel San Sebastián, Miguel Ángel Almodóvar, Carmen Rigalt, Amalia Enriquez, Curri Valenzuela, César Vidal... fueron los primeros -hoy reemplazados en su mayoría por las nuevas generaciones de periodistas además de sociólogos, profesionales de la comunicación política y de distintas áreas y pelajes (he ahí Ramoncín durante décadas), en esas mesas que pusieron la guinda política a un formato, el magacín matinal, que coronaba la fórmula del programa ómnibus o contenedor que a la postre, convirtió en reina de las mañanas a la periodista malagueña.
No es un apodo baladí: la Campos logró audiencias de hasta tres millones de espectadores que son hoy, con decenas, centenares de cadenas, plataformas, redes y una forma de comunicación que ha mutado por completo en estos 30 años, prácticamente inalcanzables para un espacio de esas características.
Un dato da la medida: en el arranque de esta temporada, con la polémica por el caso Rubiales en lo alto y también con un panorama político en tensión por las negociaciones de la investidura, los matinales han conseguido cifras irrisorias si se compara con aquellas gestas conseguidas por María Teresa.
Según el portal especializado Vertele, La Hora de la 1 en TVE, con Silvia Intxaurrondo y Marc Sala, ahora con menos tiempo en antena por la entrada de Jaime Cantizano y su Mañaneros, estrenó temporada con algo más de 219 mil espectadores (y 11.3% de share); Susana Griso y Espejo Público en Antena 3 alcanzaron los 306 mil espectadores (y el 11,8% de share). Y aún queda por saber, a partir de esta próxima semana, cómo se comportará la audiencia con el recambio de Ana Terradillos (que se estrena precisamente al frente de La mirada crítica que condujo en su día María Teresa Campos) por Ana Rosa Quintana, destronada y sin poder celebrar sus 20 años en la mañana, que se acomoda a partir de ahora en la tarde de Telecinco.
Si las audiencias ya no son las de antes, ni los reinados tan robustos, ¿cuál es la razón de que estos programas sigan siendo referentes para sus cadenas?
La respuesta se analiza en el concienzudo trabajo de investigación que ha realizado el periodista y codirector del portal Espacio Andaluz Cristian López Domínguez (Sevilla, 1992) titulado La evolución del magacín televisivo en España: desde los programas de variedades de TVE y el infoentretenimiento, hasta el politainment y la tertulia política.
Un estudio, culminado en 2021, como trabajo fin de grado en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla que, ojo editores, no está publicado en ninguna editorial pero cuyo eco en otras investigaciones académicas da la medida de su mirada exhaustiva desde los programas de variedades que Jesús Hermida importó desde Estados Unidos hasta la fórmula actual.
Una fórmula que, además, estriba su éxito en el programa de autor con que hoy el espectador reconoce al suyo: los hay abonados al estilo Griso, los hay al cuidado por la diversidad de acentos, singularidades territoriales y temas de consumo con que aborda La Hora de la 1 sus mañanas y los hay al modo en que Ferreras construye a diario Al rojo vivo, con esa psicodelia de multipantallas y la épica de su fondo musical, la actualidad en el Congreso de los Diputados ya en la franja final de la mañana. Pero pocos ponen una cadena u otra sin saber, de antemano, cómo su presentador de referencia les va a contar lo que pasa en la calle en la forma que esperan y están acostumbrados.
Por ejemplo, el fenómeno okupa es un buen medidor que ha estudiado Lourdes García Molina en el estudio La cobertura mediática de la ocupación de viviendas y el pánico moral. Análisis de los magacines matinales de TVE y Telecinco. Tras analizar 20 programas emitidos en los meses de junio, julio y agosto de 2020, la investigadora concluyó que la cadena de Mediaset prestó una mayor atención a las noticias sobre ocupaciones de viviendas que la televisión pública y que el tratamiento mediático se corresponde con una cobertura generadora de pánico moral, con gran presencia de un marco de conflicto. De ese caldo de cultivo, entre otros, surge esa lona del colectivo Desokupa que saludó la campaña del 23J.
La tesis de López Domínguez es que “la política se ha sumergido en el complejo mediático de la mano del entretenimiento, dando lugar a un nuevo fenómeno, el politainment, un término para definir a la política convertida en espectáculo” y la tertulia política “se ha consolidado como la fórmula de referencia en la creación de opinión en el entorno audiovisual”.
Dicho de otro modo: la tertulia política y de actualidad marca la agenda de los gobiernos, nacionales y autonómicos, y los líderes de todos los partidos encuentran en estas ventanas el espacio idóneo para soltar sus prédicas o taponar crisis originadas en sus gabinetes.
Otra cosa es que les salga bien. Y si no que se lo pregunten a Alberto Núñez Feijóo al respecto de esa entrevista vivida en La Hora de la 1, a preguntas de Silvia Intxaurrondo que, a la postre, junto a un cúmulo de errores en la coordinación del mensaje en Génova, supuso el punto de inflexión para las opciones del PP de cara a las generales del 23J.
También hay otra razón, y el caso de Feijóo con Intxaurrondo es paradigmático, y viene dada por el peso de las redes sociales en la televisión que se hace hoy: puede que el espectador no esté delante de la televisión pero el momento clave de la mañana, el corte de la entrevista estrella, la declaración crítica en directo de un portavoz público en una pantalla a dos, llegará inmediatamente a su teléfono móvil o su tablet fruto de esa centrifugadora en que se han convertido las redes y en especial Twitter (porque aquí, somos de viejas costumbres y no nos habituamos a llamarlo X).
¿Pero cómo se llega aquí?, ¿en qué momento las direcciones de las televisiones entendieron que la agenda política pasaba indefectiblemente por sus mañanas?
Para López Domínguez, "si bien la información de actualidad fue sumergiéndose diariamente en los grandes magacines televisivos desde la década de los 90 y, especialmente, durante los primeros años del siglo XXI" dos factores se auparon como indispensables. “La tragedia económica y social que desencadenó la crisis financiera de 2008 en la población española y, de su mano, la deslegitimación del discurso y relato de la Transición, entendido hasta entonces como evitación del fratricidio entre españoles”, sin rehuir de la relevancia que tuvieron la digitalización y las infinitas posibilidades que proporcionaba el entorno digital.
Es decir, la crisis de 2008, vivida en España con especial crudeza, insufló oxígeno al formato de la tertulia política de tal modo que hoy es el pulmón de todas las cadenas y sus tertulianos (no todos, pero sí muchos) los que bombean la sangre en sus mesas y retroalimentan la parrilla durante todo el día como un non stop autorreferencial.
De alguna forma, la pluralidad de opiniones —aunque no se da con el mismo equilibrio en todos los programas, claro, eso ya lo sabe usted— se ha convertido en un asidero con el que el espectador interpreta la realidad.
En este sentido, el éxito de este formato radica en que la audiencia española “entendió que el discurso de la Transición era incompleto, que este no satisfacía numerosas demandas democráticas, de justicia social, de vivienda digna..., y que, el régimen del 78 no era más que un orden abonado a una especie de turnismo que sólo beneficiaba al enriquecimiento de las élites políticas y económicas del país”. Y asumió, sigue López Domínguez, “que el consumo de contenido político era clave para su propio empoderamiento político, para tener cierta capacidad de decisión, y, encontró en el magacín la fórmula perfecta para nutrirse de este tipo de información”.
En cierto modo, el éxito de la expansión del mensaje del 15M no se hubiese producido sin la cobertura que recibió en estos matinales en directo desde todas aquellas plazas donde el movimiento se hizo relevante.
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Que la nueva/vieja política, representada en los últimos años por Podemos y en Vox pero también en Ciudadanos y en fenómenos locales, nació con este tipo de televisión, era obvio.
Que la televisión matinal que se hace hoy y que arranca temporada estos días le dé su puntilla, está por ver.
Habrá otras reinas o quizás otros príncipes o princesas que lo cuenten.