¡A la escucha!
Cadena de despropósitos
Despropósito tras despropósito. Desde que el lunes conocimos el suicidio de Verónica, una mujer desesperada con todo lo que se le había venido encima, agobiada por la difusión de un vídeo o vídeos suyos de contenido sexual entre sus compañeros de trabajo, hemos ido sumando cada día una barbaridad más.
La tensión en la planta donde trabajaba tras la muerte de Verónica es máxima: si hasta hace dos semanas la comidilla era saber quién era la chica que aparecía en ese vídeo que uno a uno se habían ido pasando por el móvil, esta semana allí se ha vivido una caza de brujas por señalar culpables. El primero su ex pareja, al que de momento la policía, tras prestar declaración de forma voluntaria, ha dejado en libertad sin cargos.
Su coche, el de un familiar y el de otros compañeros de trabajo han aparecido con pintadas en las que se podía leer “asesino”. Les han señalado, sin pruebas, como culpables, supongo que por aquello de quitarse los demás la culpa de haber sido cómplices. Nadie ha salido a confesar que efectivamente le dio a reenviar, abrió el vídeo y luego, experimentó el morbo de acercarse hasta el puesto de trabajo de Verónica para verla en directo. Nadie ha confesado que durante la hora de descanso las conversaciones giraban entorno a eso, susurraban cuando pasaba o callaban cuando aparecía. Porque todo eso es lo que pasó y todo eso es lo que llevó a Verónica a denunciar ante la dirección que la situación para ella era insoportable. El 80% de la plantilla vió el vídeo, unas 2.000 personas, de las 2.500 que trabajan en esa planta.
Su ex pareja, aquella con la que estaba hace cinco años, se ha sentido igual de perseguido, señalado y amenazado que Verónica esta semana. Y ha decidido acudir de forma voluntaria para declarar que él no fue quien difundió el vídeo, que no la coaccionó ni la amenazó. La investigación determinará si su declaración es verídica, si hay indicios contra él o no. De momento la policía ha entendido que no. Ha revisado su teléfono y le ha dejado en libertad.
Pero es que hay más. Hay una barbaridad más para sumar a toda esta cadena de despropósitos. Ya pasó con el vídeo que La Manada grabó durante su agresión en Sanfermines y se ha repetido en este caso. El vídeo de Verónica se ha convertido en uno de los más buscados en las páginas pornográficas. Las imágenes que Verónica se grabó en su intimidad y que, al parecer, alguien difundió sin su consentimiento, se han convertido en el vídeo más buscado entre quienes quieren seguir alimentando el morbo.
Campeones de carne y hueso
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Estos días se ha hablado mucho de esos vídeos que se reciben en el teléfono y que sí o sí, algunos parece que tienen la necesidad de darle a reenviar. Son decenas los chats en los que de forma muy recurrente, se reenvían imágenes de alto contenido sexual. Se ha escrito y opinado mucho sobre esto durante la semana. Sólo quiero decir una cosa: háganselo mirar y sobre todo, no generalicen. Porque hay hombres que efectivamente reciben esos vídeos y ni siquiera los abren. Y mucho menos los reenvían. Hay hombres a los que no les excita ver a una mujer en su intimidad. Una mujer a la que no conocen de nada o sí. Da igual. Se trata de aprender a vivir la sexualidad de otra forma. De aprender a no ser jauría, a amar sin necesidad de dominar, a respetar el cuerpo y la intimidad de la otra persona, sea quien sea.
Verónica tuvo todo el derecho del mundo a disfrutarla a su manera, grabándose vídeos, enviándoselos a quien ella creyó oportuno, confiando en que esa persona no la traicionaría. Verónica fue juzgada por cientos de ojos que reprobaban lo que veían porque la libertad de una mujer para amar y amarse como quiera parece sólo restringida a ellos.
Vamos a seguir, me temo, en esta espiral de sumar despropósitos. Porque el caso sigue sin cerrarse, porque se sigue investigando y porque hay muchos interrogantes en esta historia que no todos quieren responder. Y porque muchos, ni siquiera así, con el suicidio de Verónica, han aprendido que visionando esos vídeos la han sentenciado poco a poco, con cada clic.