Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Sobre lo que se dice en campaña
A nadie se le escapa que en una campaña electoral los candidatos, los políticos, miden muy bien cada palabra, cada mensaje. Son conscientes de que un error puede ser crucial a días de ir a las urnas. Que una declaración desafortunada, una polémica no buscada, puede restar justo los votos necesarios para lograr la victoria.
Así que no creo que lo que dijo el candidato de Bildu en el País Vasco fuera realmente un patinazo. Sabía que decir abiertamente que ETA había sido una banda terrorista podía molestar a un sector de su electorado que no quería ese revisionismo. Admitir lo evidente no es todavía asumible para algunos. Y Otxandiano jugó a la ambigüedad, sin ser consciente de que esa medida ambigüedad, cansina, repetitiva y trasnochada de la izquierda abertzale, daba juego a todos los demás, a quienes quieren seguir manteniendo el foco únicamente en ETA y en nada más.
Hablamos mucho de memoria, de reparación. Lo hacemos cuando hablamos de las víctimas de ETA y cuando hablamos de las víctimas del franquismo, y esto lo tendrían que tener muy claro los políticos, todos, los de Madrid y los del País Vasco, defender esa memoria para unos es igual de válido que defender esa memoria para otros.
Aunque para algunos lo de ETA fuera antes de ayer, es verdad que, para una parte del electorado más joven, suena a viejo. Suena a otros tiempos. Y que hay jóvenes que desconocen el dolor de aquellos años. Olvidar es un error. Pero vivir en el permanente recuerdo de ese dolor y casi, casi, en la reivindicación del sufrimiento de aquellos años oscuros, también lo es.
Hay que avanzar. Está claro. Pero no se logrará si hay parte de un espacio político que se niega a admitir lo evidente: ETA fue una organización terrorista, que mató en defensa de unos ideales que sólo ellos defendían. Mató a inocentes. Como vemos ahora que hacen otros en otras partes del mundo enarbolando la bandera de una supuesta legitimidad que no existe, que es irreal.
Y Otxandiano jugó a la ambigüedad, sin ser consciente de que esa medida ambigüedad, cansina, repetitiva y trasnochada de la izquierda abertzale, daba juego a todos los demás, a quienes quieren seguir manteniendo el foco únicamente en ETA y en nada más
Mató y dejó a muchas familias con un dolor irreparable. Y no podemos avanzar en ningún proceso ni en ninguna sociedad si no somos capaces de llamar a las cosas por su nombre. Otxandiano ha debido de entender que lo que dijo el miércoles a Aimar Bretos no le sumó votos porque lleva días intentando matizarse así mismo, eso sí, sin llegar a decir lo que todos esperan que diga.
El otro día alguien decía que la derecha necesita seguir manteniendo el foco en ETA lo mismo que la izquierda sigue necesitando mantener el foco en el franquismo. Ambos son ejemplos de que hay heridas que no se han cerrado. Y mientras las sigamos manteniendo abiertas, habrá políticos que seguirán utilizando ese dolor para sumar votos, para armar discursos, para seguir dividiendo.
En ellos está la oportunidad de cerrar esos capítulos oscuros de nuestra historia para seguir avanzando y hacer que este país sea vanguardia de muchas cosas. Elementos para ello tenemos.
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