Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Por un periodismo (y una política) decente
(Este texto es la base principal de la intervención de Jesús Maraña, Director Editorial de infoLibre, en el acto celebrado este martes, 11 de abril, por el Décimo aniversario del periódico)
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Nacimos como nacen los proyectos apasionantes y quijotescos: con muy pocos recursos y una enorme ilusión. Del paro al emprendimiento, que diría alguno de esos gurús de la autoayuda. Sin pretender descubrir océanos, con el objetivo tan simple y tan complejo como seguir ejerciendo un periodismo honesto en mitad de la revolución digital, la crisis del papel, el estallido de la burbuja inmobiliaria, el crack financiero… Estábamos en 2013. Nos pasó como al gobierno de coalición de Pedro Sánchez: sólo nos faltaba un volcán. O varios. Y fueron llegando. Uno tras otro.
El primer reto sin duda era decidir qué podíamos aportar un grupo de plumillas, es decir periodistas de pico y pala, para continuar haciendo lo que creíamos que sabíamos y podíamos hacer: simplemente periodismo en la era digital. En eso se empeñaron Yolanda González, Manuel Rico, Juan Carlos Ortiz y Fernando Varela, compañeros/compañera de fatigas en el diario Público en papel y, antes, algunos de ellos, en el extinto grupo Zeta y otros mastodontes de la comunicación que se prometían un éxito eterno y se fueron deshaciendo como azucarillos por la galopante pérdida de credibilidad y la confusión entre el periodismo, el entretenimiento y la guerra del clic.
Lo primero que hicimos fue un ejercicio de autocrítica: en qué nos habíamos equivocado, nosotras/nosotros y las empresas en las que habíamos trabajado, para lograr hundir el índice de credibilidad de los medios. Nos había ocurrido lo mismo que a la política: la ciudadanía había llegado a la conclusión de que nuestra prioridad no eran los intereses de lectores/ciudadanos/espectadores… sino los de otros poderes económicos, empresariales, partidistas, que mandaban más que quienes salían elegidos de las urnas… o quienes firmábamos noticias, artículos y editoriales. La credibilidad cuesta horrores ganarla… y se pierde en dos patadas, en dos bulos, en un solo tuit.
Así que nos propusimos fundar un medio que apostara por la credibilidad, y empezamos por mirar ahí fuera, para conocer experiencias que demostraran la posibilidad de practicar un periodismo fiable en la era digital desde la honestidad y la independencia. Conocíamos la referencia del digital francés Mediapart, fundado por periodistas, que apostaba por la suscripción y que ni siquiera acepta publicidad. Sus investigaciones llevaron al banquillo al presidente Sarkozy, y sumaron a su cabecera en tres años el suficiente número de abonados como para aparecer como el medio periodístico más solvente y rentable, por delante incluso del New York Times, según un estudio de la universidad de Chicago.
Pedimos cita y nos fuimos a París, Manolo Rico y yo, con nuestra añorada compañera Mariola Moreno, que hizo de intérprete. Sólo decir dos cosas: Plenel (conocido en toda Francia como Le Moustache y respetado por su rigor y su apasionado activismo en todo tipo de causas justas) no sólo nos descubrió aciertos y errores de su fórmula sino que nos dijo: “contad con Mediapart, porque el periodismo decente no debe tener fronteras”. Y a día de hoy sigue con nosotros, como único ejemplo de medio extranjero accionista de un digital independiente español.
Me atrevo a decir que ese fue el empujón definitivo para lanzarnos a esta aventura. Contábamos, además, con el apoyo fundamental de pequeños inversores que apostaron por este proyecto periodístico, como el editor Daniel Fernández, como tantos nombres del mundo de la comunicación que siempre han preferido la discreción pero que nunca han faltado a la cita del compromiso, o como el fundador de la Sociedad de Amigos de infoLibre, Luis García Montero, que dedicó tiempo y esfuerzo a ayudarnos a convencer a un montón de gente de la cultura, el cine, las letras, la música, para que se sumaran a infoLibre. Seguro que Luis, Pilar del Río, Ángeles Aguilera, Chus Visor, Miguel Ríos, El Gran Wyoming o Pedro Almodóvar… no olvidarán aquella noche en la que Joaquín Sabina y Jimena nos facilitaron su casa como lugar de encuentro para explicar qué era infoLibre y a qué aspirábamos. A Joaquín le horrorizaba el nombre de infoLibre, pero le entusiasmaba el de tintaLibre, quizás porque él se negó a entrar en el mundo digital y prefirió quedarse resguardado en el ritmo y la distancia reflexiva del papel.
Buscando un nombre
Como ejemplo de las mil y una dificultades de dar a luz un medio, ¿saben cuántas opciones de nombre barajamos? 247. Habíamos pactado compartir todo tipo de propuestas con derecho a veto entre el grupo de periodistas fundadores. Descartados los nombres vetados, luego había que pasar la criba del registro de marcas y patentes… No quieran saber lo que contiene ese contenedor. Créanme, no era infoLibre el nombre que más nos gustaba. Y no tiene sentido a estas alturas contar cuáles nos entusiasmaban. ¿Alguien cambiaría el nombre de su hija a los diez años? Es más, no se me ocurre ya mejor nombre para infoLibre que infoLibre.
No les voy a aburrir con las anécdotas familiares, pero déjenme que presuma de familia y amigos que se han dejado un trocito de piel en todo esto. Desde los ya citados, hasta quienes se sumaron a la aventura desde medios como El País, El Mundo, RTVE, Público, Europa Press… Nacíamos con los recursos tan justos, que a los pocos meses tuvimos que pedir al casero de las oficinas alquiladas en la calle de Fuencarral que nos rebajara el alquiler… No sólo lo hizo sino que se convirtió en accionista. Gracias, José María Castro.
La necesidad hace milagros, o al menos ayuda a multiplicar la participación y la solidaridad, sobre todo si se hace desde la transparencia. Creo que fuimos uno de los primeros medios en España en practicar las llamadas puertas abiertas. Celebramos los primeros aniversarios recibiendo durante todo un día a socias, socios y lectoras de infoLibre en la Redacción, conversando, escuchando y anotando sugerencias y críticas. Hay escenas que no se olvidan: marzo de 2014, en un grupito, ante la atenta escucha de Javier Valenzuela y Almudena Grandes, una socia lanzó: “Que lo sepáis: el rey Juan Carlos no se jubila aquí”.
Permítanme otro paralelismo entre el periodismo y la política. No se trata de ser conocidos, celebrados, famosos… O somos útiles, o no somos nada, cada cual en su ámbito de responsabilidad democrática.
La primera portada de nuestra web fue un asunto de investigación de nuestra compañera Alicia Gutiérrez: identificamos a los propietarios de los hospitales de gestión privatizada por Esperanza Aguirre en Madrid (ver aquí). Se trataba de testaferros que atendían a los intereses de fondos de inversión ubicados en paraísos fiscales. ¿Qué raro, verdad? A las pocas semanas, el titular de un juzgado nos reclamó todas las pruebas documentales de esa vinculación. Las entregamos, por supuesto. Y algunos meses después, con la infatigable batalla de asociaciones cívicas y profesionales en defensa de la sanidad pública, aquel proceso de privatización fue paralizado en los tribunales (ver aquí). Algo similar ocurrió con el proyecto disparatado de un campo de golf aquí cerca, en el barrio de Chamberí, donde parientes de dirigentes políticos del PP proyectaban un negocio redondo a costa de cargarse un parque público en el mismísimo centro de Madrid con la inestimable ayuda de nada menos que el entonces fiscal superior madrileño Manuel Moix (ver aquí). La aberración pasó a mejor vida gracias a la presión de la asociación de vecinos y la pinza entre su fuerza incombustible y la constancia de un periodismo decente, que procura apoyar causas justas le pese a quien le pese (ver aquí).
Entiéndanme: a uno no se le pasa por la cabeza presumir de ningún tipo de mérito periodístico cuando conocemos el verdadero y máximo riesgo que corren otras compañeras y compañeros de oficio. Lo recordaba Luis García Montero en un artículo reciente. Le preguntaban a una periodista mexicana (en el Congreso de la Lengua celebrado en Cádiz) sobre las prioridades éticas del periodismo, y la compañera advertía que su compromiso ético diario era seguir con vida, y otro colega también mexicano añadía que su propósito ético consistía en que no fuera asesinada la última persona a la que había entrevistado o pedido una información. De modo que no, no se trata de hacernos los interesantes con “los problemas del primer mundo”. Pero, eso sí, no despreciemos tampoco los riesgos que corren aquí la libertad de pensamiento, de conocimiento y el derecho a la información en nuestra democracia, por cierto, un patrimonio que pertenece a la ciudadanía, no a los periodistas.
Desde el primer minuto de este proyecto defendimos la necesidad de un periodismo decente. Sin la menor pretensión de dar lecciones a nadie. Desde la humildad de unos recursos muy limitados y una reivindicación radical de la duda: fue uno de los nexos que nos conectó de inmediato con Edwy Plenel, Mediapart y su defensa radical de la independencia periodística. Lo repite siempre Edwy: él habla francés, nosotros español, pero nos entendemos perfectamente en el lenguaje del periodismo y en el pensamiento de Albert Camus. Nuestro gran adversario nunca es otro periódico, sino la industria del entretenimiento, la desinformación, el culto a la banalidad; en palabras de este siglo XXI, la guerra del clic, el selfie, el titular más ofensivo, el adjetivo más insultante… Todo eso garantiza audiencia, todo eso es comunicación… pero no es periodismo. Y no hace el menor favor, sino todo lo contrario, a la calidad democrática.
Contra la intimidación
En estos diez años, desde luego, no nos hemos jugado la vida, ni mucho menos, aunque a veces nos hayan amenazado de muerte. No sólo en las redes, que sale más o menos gratis, sino también directa y personalmente, de aquellas formas sobre las que hay que bromear en presencia de la familia. Pocos meses después de nacer infoLibre, háckers de extrema derecha nos tumbaron la web y nos dejaron a oscuras, sin poder comunicarnos durante varios días. Y enviaron emails y whatsapps que a uno le recordaban aquel fantástico estribillo de Javier Krahe: ‘¡La hoguera, la hoguera, la hoguera!’. Otros han sido más sutiles. Han interpuesto querellas pidiendo años de cárcel para nuestros reporteros o para nuestro director, Daniel Basteiro, con la obvia finalidad de intimidar, de conseguir que no sólo desde infoLibre sino desde cualquier otro medio, a ningún colega se le ocurra arriesgarse a pasar por el trago de sentarse en el banquillo para responder a la acusación de revelación de secretos, delito penado con cinco años de prisión (ver aquí). Han perdido, pero uno no sabe hasta qué punto han ganado si por el camino se han quedado historias por publicar en cualquier cabecera modesta o independiente (ver aquí).
En estos diez años, hemos librado batallas en las que en un principio vivíamos una preocupante soledad. infoLibre fue uno de los primeros medios que apostaron por la suscripción como fórmula para sostener un periodismo fiable. Eran los tiempos en los que se identificaban los términos periodismo y comunicación, y también internet y gratuidad. Es una ecuación letal. Y se escuchaba aquello de que “no se pueden poner puertas al campo” y que “esto no tiene marcha atrás”. Hoy, creo que ya nadie discute la absoluta necesidad de implicar a los lectores en la sostenibilidad de cualquier medio, del mismo modo que a todo demócrata le concierne diferenciar lo que define a un periódico de cualquier otro negocio de comunicación o entretenimiento.
Por una publicidad institucional transparente y justa
Dimos la pelea durante años para acabar con la discriminación que suponía cobrar el 4% de IVA al suscriptor de un diario en papel mientras al socio de un digital como infoLibre se le aplicaba un 21%. Hubo que esperar hasta 2020, en pleno confinamiento, para que el Gobierno de coalición transpusiera la normativa europea que ya había asumido la injusticia de ese dislate.
Del mismo modo que llevamos diez años defendiendo (y dedicaremos otros diez si hace falta) la necesidad de una transparencia absoluta y unos criterios justos y rigurosos en la adjudicación de la publicidad institucional. Sé que las autoridades, y también los colegas que nos acompañan, saben bien de lo que hablo, pero no me voy a cansar de repetirlo, especialmente cuando, igual que ocurrió con la discriminación en el IVA, el Parlamento Europeo ya ha ido avanzando hacia una regulación imprescindible. Lo diré sin rodeos: se sigue financiando con recursos públicos la desinformación, la divulgación de bulos, de infamias, de calumnias… Administraciones estatales, autonómicas y municipales siguen sosteniendo con dinero de todos y una notable opacidad a medios supuestamente informativos que acceden a campañas institucionales simplemente por el criterio del número de clics, da igual que la cabecera en cuestión compre el tráfico, que lo consiga a base de titulares amarillos o directamente falsos, o que tenga a diez monos tecleando el botón adecuado sin descanso. Les emplazo a que examinen los informes ya existentes sobre la adjudicación de publicidad institucional y vean el ránking de cabeceras. Y adivinen, por cierto, a qué línea editorial pertenecen. Nadie, o al menos no infoLibre, pide nada que no sea justo y legítimo, pero me atrevo a asegurar que fomentar la pluralidad y la libertad de pensamiento es imposible si desde los poderes públicos se sigue alimentando un discurso único que sólo interese a ciertas élites no elegidas.
Lo único seguro (o casi), en estos tiempos gaseosos y fugaces, es que cada día sale el sol. Detrás de una década llegará otra. Y en este modesto proyecto periodístico, otra cosa no, pero no nos cansamos de pensar, imaginar o intentar. No vamos a renunciar a los principales mimbres que nos identifican: la investigación y el análisis crítico.
InfoLibre es el único medio español que participa en tres de los principales consorcios de cabeceras independientes de investigación internacionales, el OCCRP, el EIC y Europe Investigative, junto a medios como Der Spiegel, The New York Times, Mediapart, LÉxpresso o Il Fato Quotidiano. Seguiremos apostando por desvelar a los titulares de cuentas en paraísos fiscales, los patrimonios de los principales oligarcas rusos (ver aquí) o el destino que dan los multimillonarios españoles a los beneficios extraordinarios obtenidos gracias a la inflación. Continuaremos insistiendo en denunciar la mayor vergüenza colectiva sucedida durante la peor fase de la pandemia: los miles de fallecidos en residencias tras la prohibición de derivar enfermos desde los geriátricos a los hospitales, especialmente tras el protocolo ordenado desde el gobierno de la Comunidad de Madrid y desvelado por Manuel Rico en infoLibre (ver aquí).
No vamos a rebajar el esfuerzo por contribuir a la conversación pública con análisis de fondo, con firmas de prestigio y de la mano de periodistas y especialistas cualificados. Pero hemos querido también en los últimos meses pegar el oído al asfalto y pensar en el presente y el futuro del oficio del periodismo y del granito de arena que un medio como infoLibre puede aportar a la convivencia.
Desde 'infoLibre' ponemos en marcha una nueva apuesta que complementará a las ya existentes, y además de la investigación y el análisis crítico, vamos a desarrollar desde ya lo que algunos llaman ‘periodismo constructivo’
El reto del periodismo constructivo
Somos conscientes de lo que reflejan todas las encuestas, y que una vez más nos afecta en paralelo a la política y al periodismo: el hartazgo ciudadano por el nivel de crispación, de polarización, de ruido que contamina el debate público. Ese dato del último estudio del Instituto Reuters, no por tan repetido menos preocupante, que indica que un 35% del público huye de los contenidos informativos por cansancio, por saturación… me atrevo a decir… en defensa propia, por pura protección de su salud mental… Creo que nos apela a todas y a todos, desde la política, desde el periodismo y desde la ciudadanía, a responder al nuevo reto.
Por eso desde infoLibre ponemos en marcha una nueva apuesta que complementará a las ya existentes, y además de la investigación y el análisis crítico, vamos a desarrollar desde ya lo que algunos llaman ‘periodismo constructivo’, periodismo que va más allá de la denuncia de problemas y de la indignación por sus efectos para comprometerse a contar con todo detalle posibles soluciones. No se engañen, no se trata de dedicarnos a dar “buenas noticias” ni mucho menos a adular al poder, sino a reflejar, con datos contrastados y testimonios fiables, ejemplos de propuestas que han demostrado eficacia frente a problemas complejos. Si desde el periodismo no somos capaces de combatir el pesimismo y la melancolía, y de hacerlo desde los datos y no desde la propaganda, despidámonos de una de las principales prioridades de nuestro oficio: contribuir a una sociedad mejor, como siempre pretendieron nuestros referentes más admirados. No digo “frente a”, pero sí “con” la Inteligencia Artificial (ese tan ilusionante como preocupante oxímoron): hace tanta falta un periodismo humano y fiable como una política rigurosa y honesta. Bienvenidas todas las aplicaciones revolucionarias de la Inteligencia Artificial: en la medicina, en la investigación espacial, en la economía social… Pero ojo a las advertencias de científicos y pensadores fiables: el pensamiento debe gobernar las máquinas, nunca al contrario, y menos aún si lo que se pretende es exprimir la Inteligencia Artificial exclusivamente en términos de negocio especulativo.
Con este compromiso hacia un “periodismo constructivo” buscamos poder seguir contando con la fidelidad de nuestros suscriptores (más de un 98%, ¡casi nada!) y la suma de muchas y muchos otros que aún no nos conocen. (Por eso yo siempre doy la chapa con que ¡corráis la voz!). Pero además, esperamos anunciar muy pronto nuevos pasos en un camino por el que siempre hemos apostado también en infoLibre: el de las alianzas con otros medios: creemos, siempre hemos creído, en la cooperación, en la suma de esfuerzos de quienes compartimos principios, sin tarjetitis ni vanidades de esas que suelen (disculpen de nuevo el paralelismo entre el periodismo y la política) facilitar la tarea a quienes no están interesados ni en la buena política ni en el buen periodismo.
En este vídeo (pinche aquí) verán pasar imágenes de un montón de gente, conocida o no, que tienen un papel en estos diez años de vida de infoLibre. Socias y socios anónimos que acudieron a nuestras jornadas de puertas abiertas, a nuestros actos en el Teatro Maravillas o en el Ateneo de Madrid. Nombres de escritoras, periodistas, actores, humoristas, filósofos, politólogos… desde Almudena Grandes a Pedro Almodóvar, desde Fernando León al Gran Wyoming, desde Joaquín Sabina a Maribel Verdú, desde Ignacio Sánchez-Cuenca a Rosa Torres Pardo o Rozalén o Emilio Lledó… que han arropado esta aventura periodística… y cívica.
Quiero dejar dicho, escrito y grabado de forma clara y contundente mi más sincero agradecimiento a todo el equipo de infoLibre y tintaLibre. A quienes están, estáis, a quienes echamos mucho de menos, y, seguro, a quienes vendrán.
Vivimos tiempos veloces, en los que un tuit, un canutazo, un titular pasado por el filtro del CHAPGPT o por la intencionalidad de delincuentes que se hacen pasar por periodistas, distorsiona lo que media hora antes era importante. Vivimos un año de citas electorales claves, en las que la ciudadanía tendrá que decidir qué quiere hacer con su vida, o al menos quiénes cree que gestionarán mejor lo suyo y lo de todas y todos. No puedo ni voy a desaprovechar la oportunidad de mirar a los ojos a representantes máximos de todo el espacio progresista para emplazarles a todas y a todos a un ejercicio de inteligencia, de generosidad, de pragmatismo, de servicio público: la política, como el periodismo, tiene que ser útil, y este país acumula experiencia suficiente sobre oportunidades malogradas y vanidades desmedidas. Nos merecemos un futuro mejor. Y es posible conseguirlo si no caemos en la división, el derrotismo, las pequeñas venganzas o la paralizante melancolía.
A veces cuesta en este país explicar la diferencia entre ser independiente y ser neutral. Nadie es neutral. Nadie es, ni tiene un cuñado, equidistante. A lo único que aspiramos algunos medios y periodistas es a ser decentes, a acertar lo más posible con los hechos y a reconocer y rectificar los errores.
En esto llevamos diez años y hoy apostamos (al menos) por otros diez.
Gracias y, por favor, corran la voz.
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