Del Protocolo de la Vergüenza a la dana: la gestión que acorrala al PP Marta Jaenes

Es la institución cultural privada más importante de la historia de España, motor de la ilustración nacional, casa de sus vanguardias literarias, artísticas, científicas y políticas y refugio del pensamiento más libre. En sus mejores tiempos por sus salones anduvieron Lorca, Campoamor, Pardo Bazán, Pérez Galdós, Ramón y Cajal, Valle-Inclán, Azaña… y una impresionante nómina de ilustres personalidades. Valga sólo un ejemplo para describir su carácter: promovido y vinculado con la monarquía desde el siglo XIX (el jefe del Estado y la reina de hoy son, como le gusta decir a él, socios “de pago”), convive en la institución también una vigorosa alma republicana. En el Ateneo puede defenderse una cosa y también la contraria. Son bienvenidos todos los pensamientos y la Casa estimula su expresión y su contraste.
Es innegable que el Ateneo de Madrid pasa por un buen momento. El número de socios, que en su “refundación” democrática tras la dictadura llegó a los 6.300, cayó hasta los 1.700 hace cuatro años. Hoy somos 2.600 y subiendo cada mes, gracias a la entrada de ciudadanos y ciudadanas de todas las edades y condiciones. Las cuentas, que estaban menesterosas, hasta el punto de que hubo que vender patrimonio de la institución e hipotecar sus bienes, hoy están en equilibrio y permiten abordar desafíos acuciantes, como la protección de sus edificios –tres edificios en el Barrio de las Letras–, la contratación de personal y el cuidado del rico patrimonio. Cada tarde, abiertas de par en par al público de Madrid, las salas históricas y las nuevas se llenan con presentaciones, diálogos, tertulias y conciertos. Ninguna institución nacional celebra más de 700 actos al año, todos ellos promovidos por sus propias socias y socios, que programan a través de las agrupaciones y secciones elegidas democráticamente.
No todo son bendiciones. Nuestro restaurante está cerrado por el empeño de los inquilinos que, hoy en concurso de acreedores, no solo no pagan sus deudas desde hace nueve meses, sino que además andan acusándonos espuria y maliciosamente de estafadores, así, como suena, para evitar, acudiendo a la jurisdicción penal, un desahucio que ya está señalado por lo civil. Recuperaremos nuestro espacio con tanta celeridad como permita la Justicia y esas salas ahora cerradas a cal y canto volverán a complementar la vibrante vida cultural del Ateneo, con más alegría que nunca.
La llegada de un amplio grupo de socias y socios hace ahora tres años y medio, empeñados en devolver la luz a la Docta Casa, oscurecida entonces, no gustó a todos, como es natural. Nos tomamos con deportividad los furibundos ataques de media decena de socios que ensucian los juzgados con acusaciones absurdas, todas ellas desestimadas hasta hoy. Que escriben cartas difamatorias y disparatadas a los medios y a las instituciones del Estado. Que tratan de reventar las juntas generales de socios cada mes a fuerza de gritos e interrupciones, convirtiéndolas en un cenagal para tratar de cansar a los sufrientes socios bienintencionados. Algunos de mis antecesores en la Presidencia, cuando la Casa ya decaía, no lograron resistir a esa exigua minoría tumultuosa y se rindieron.
Solo un cambio del Reglamento puede garantizar la consolidación del cambio que ya es palpable en el Ateneo. Por eso lo volveremos a intentar en mayo, si se dan las condiciones para el éxito
Desde la Transición, todos ellos y sus juntas de Gobierno detectaron cuál era el problema crucial: un Reglamento de 1984 que genera una tensión excesiva en la organización, y que es además contradictorio, anacrónico y ajeno por completo a las más recientes normas de gobernanza y cumplimiento normativo. Asambleas de socios mensuales, elecciones de la Junta de Gobierno y de las secciones (¡a día de hoy hay 26!) cada año, alambicados procedimientos para la aprobación del presupuesto y las cuentas anuales, ausencia de código de conducta y de régimen sancionador. No hay quien aguante tales condicionantes, y así el Ateneo fue perdiendo el interés de la mayoría de sus socios, que lo abandonaron progresivamente. La treintena corta de trabajadoras y trabajadores sufren esa provisionalidad, en la que no existen planes ni estrategias ni visiones a medio plazo. La desazón, la frustración y la desgana anidarán de nuevo en el Ateneo de Madrid cuando quienes en 2021 fuimos elegidos por amplia mayoría no seamos ya capaces de mantener la pulsión del cambio. Por eso es imprescindible que, para el buen gobierno de la venerable y legendaria institución, modifiquemos su norma básica. Lo hemos intentado dos veces y la respuesta de una amplia mayoría de socios fue favorable en ambas. Pero nos quedamos a un puñado de votos de los dos tercios necesarios.
Solo un cambio del Reglamento puede garantizar la consolidación del cambio que ya es palpable. Por eso lo volveremos a intentar en mayo, si se dan las condiciones para el éxito. Tendremos que hacerlo mejor en esta ocasión, y lo haremos. Con humildad, con diálogo y con acuerdos. Con debate y generosidad. Sé que no podremos contar con ese grupúsculo ínfimo de irreductibles maledicentes y agresivos. Pero también que podremos entendernos con quienes, siendo críticos, pongan el interés del Ateneo por encima del suyo propio. Quisiera que nos encontráramos con el único grupo sólido y bien avenido que subsiste en la Casa desde los años 80, denominado desde entonces Convergencia para la Estabilidad Democrática del Ateneo de Madrid, y con su líder Miguel Pastrana. Compartimos objetivo: que el Ateneo sea la institución abierta, innovadora y vibrante que fue en sus mejores tiempos. Nuestro compromiso es que no pierda ni un ápice su carácter rabiosamente democrático, independiente y plural. De hecho, ese supuestamente “histórico” reglamento fue el que permitió que el Ateneo terminara reducido a una reunión mensual de tres decenas de socios enfrentados entre sí y a juntas de gobierno bloqueadas por facciones. Volverá a la insignificancia, a la decadencia, a la bronca y a la quiebra si no modificamos su norma fundamental. El momento de evitar ese triste destino puede ser ahora.
Lo más...
Lo más...
LeídoGutmaro Gómez Bravo: "Aunque asuman que fue un dictador, los jóvenes no ven a Franco como algo malo"
'Suya era la noche'
Trump, los Patriotas por Europa, AfD y ¿el inexorable camino hacia la autocracia electoral?