La viabilidad del Gobierno y la credibilidad de la regeneración democrática

El curso no empieza el primer día de clase. El curso empieza el día que, ya presentados el temario y los criterios de evaluación, se imparte el primer tema. Es ese el momento en que los estudiantes comprueban el humor del profesor, su capacidad para entusiasmar o dormir a las vacas y su dominio de la materia. Del otro lado, y a la vez, cuando impartes el primer tema es cuando sientes si hay o no comunicación con el grupo, si lo que cuentas les interesa o si hay que dar una vuelta a la programación para conseguir que te sigan, o al menos, que no se descuelguen demasiado.

Esto es lo que sucederá hoy entre los socialistas. El presidente del Gobierno ha convocado a diputados y senadores para dar inicio al curso, explicar el primer tema. Ahí expondrá las líneas estratégicas en un contexto de difíciles mayorías parlamentarias, donde el énfasis probablemente se situará más en la ejecución de políticas públicas aún regadas con abundantes millones de los fondos europeos, y menos en el Congreso. Sería de agradecer que, aprovechando la coyuntura, el presidente aclarara esa frase tan desafortunada de que gobernaría “con o sin el concurso del poder legislativo”

Diputados y senadores comprobarán en directo el estado de ánimo del presidente, de cuya capacidad para convencer dependerá el entusiasmo con el que sus señorías abandonen la sala y salgan a la batalla política. Él y los que le rodean deberán afinar el olfato para calibrar bien la moral de la tropa. Como telón de fondo, una buena situación económica y una complicadísima aritmética política, pero sobre todo una pregunta en el aire: ¿conseguirá Pedro Sánchez agotar los tres años de legislatura que tiene por delante? Así lo afirma, confirma y reafirma cada vez que tiene oportunidad, ¿pero piensan los suyos lo mismo, conscientes de las dificultades de aprobar unos Presupuestos o de aplicar políticas clave como las de vivienda o inmigración con la oposición frontal y negativa del Partido Popular? En unos días veremos si vuelve a ser rechazada la senda de déficit, parámetro clave en unos nuevos Presupuestos Generales del Estado, confirmando así que el Congreso se ha convertido en un campo de minas y el Senado actúa de “contra-cámara”.

No parece muy coherente llegar con una receta cerrada para regenerar la democracia sin haber generado ningún proceso de debate amplio al respecto, por mucho que sea perfectamente legítimo

Por si esto fuera poco, y si no hay cambio de planes, el martes el Consejo de Ministros aprobará el tan esperado plan de regeneración democrática, ese que el presidente anunció en la salida a sus “5 días de abril” –una crisis aún no explicada– y que, según afirmó entonces, sería “un antes y un después de la legislatura”. El plan se ha negociado con los grupos parlamentarios y al parecer recoge algunas aportaciones de los mismos. Ningún debate público se ha generado –al menos de momento– con las organizaciones de la sociedad civil, expertos y profesionales que llevan años pensando sobre estos asuntos. ¿Estará el plan a la altura de su anuncio? Y por otro lado, ¿se convertirá en un nuevo ring de boxeo con la oposición?

Para despejar ambas cuestiones habrá que estar atentos, al menos, a tres aspectos: El primero, el perímetro del plan. ¿Desinformación, administración de justicia, reformas institucionales…? Analizar qué aborda y qué deja fuera será determinante para conocer la ambición y comprobar qué había de cierto en aquella inaudita rueda de prensa en la que el presidente del Gobierno anunció que no dimitía. En segundo lugar, es clave, para la credibilidad del plan, analizar qué puntos da por cerrados y cuáles plantea abrir al debate con la sociedad civil o con los colectivos profesionales y expertos en cada materia. No parece muy coherente llegar con una receta cerrada para regenerar la democracia sin haber generado ningún proceso de debate amplio al respecto, por mucho que sea perfectamente legítimo desde el punto de vista del funcionamiento institucional. Finalmente, será interesante comprobar la habilidad que el Gobierno haya tenido –o no– para escapar del marco establecido por la derecha, ese según el cual toda regulación que tenga que ver con la información y la comunicación es un ataque a la libertad de expresión.

Ahora sí, esta semana empieza el curso político, y lo hace con dos grandes interrogantes: la viabilidad de un Gobierno para todo lo que queda de legislatura y la credibilidad de un plan de regeneración democrática a la altura de su anuncio.

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