Muy fan de...
Gallardón
Dicen que lo difícil no es alcanzar la fama sino mantenerse. Y si alguien tiene la habilidad de permanecer en lo alto del estrellato, así pasen los años, ese eres tú, Alberto. Desde que saliste del armario modelo “verso suelto presuntamente progresista” y te mostraste en toda tu mismidad como el conservador recalcitrante que eres, no paras de sumar puntos. Con el indulto a ese guardia civil –bochorno del cuerpo y de la sociedad entera– ya sí que lo has petado del todo. Aplausos. Muy fan.
Que no era suficiente tu Anteproyecto de ley sobre el aborto, ese hit bautizado como: “Ley de Protección de la vida del concebido y de la mujer embarazada” como eufemismo de: “Ley para anular la capacidad de decisión de las mujeres sobre su maternidad en particular y su vida en general”.
Que no tenías bastante con la eliminación del principio de Justicia universal aprobado en plan Juan Palomo –con el único voto del PP y la oposición del resto de partidos– y por la vía de urgencia –con lectura única y sin debate en comisión– un “yo me lo guiso y yo me lo como” con la rapidez de la Thermomix. No fuera a ser que el Gobierno chino se chinara…
Que no te habías quedado a gusto con esas tasas judiciales que disuaden a algunos ciudadanos –entre un 25% y un 35% según el presidente del Consejo General de la Abogacía en Española– de poner una demanda, porque no pueden pagarlas y porque en el caso de que pudieran o pudiesen hacer el esfuerzo, saben que no las recuperarán manqueganen.
Tú siempre puedes ir más allá. Cuando estábamos tan entretenidos entre abdicaciones y coronaciones, comprando cervezas y aceitunas para ver como echaban a la Roja del Mundial, nos enteramos de tu última hazaña: el indulto a un guardia civil condenado por presenciar una agresión sexual que no solamente no impidió, sino que se entretuvo en grabar con el teléfono móvil, entre risas.
¿Qué gracioso, verdad? ¿En qué se basó la defensa del indulto sobre el que deliberásteis en el Consejo de Ministros –y Ministras–? ¿En la filosofía de Gila: “Si una mujer no aguanta una broma que se baje del tren”? Ah, no, en los informes favorables –de la Fiscalía y el tribunal sentenciador– y en la no oposición de la víctima a la “medida de gracia” en el culo, añadiría yo.
Por cierto, leo en El Mundo que la víctima no se manifestó en contra del indulto al individuo –ese que respondió con dejación a su vejación y encima se lo pasó pipa– para evitar que perdiera su puesto en la Guardia Civil porque “no quería destrozarle la vida”. Esto vendría a desmontar el principio de que “todos somos iguales”. Evidentemente la calidad humana nos distingue a los unos de los otros.
Y ya para rematar tu semana fantástica, cuando toda España asistía con cierto asombro a esa extremada urgencia en preparar el fuero especial para el rey –una vez perdida la inviolabilidad propia de su excargo– aparece tu hijo presuntamente desaforado en su buga, colisiona con otro vehículo y se da a la fuga. Según los testigos parecía ebrio, iba en sentido contrario y huyó conduciendo en zig zag –un tres por uno, qué guay– para acabar refugiándose en el hogar paterno al grito de ¡Casa!.
Ay, los hijos, no hacemos más que dar disgustos a los papis. En vez de poner en práctica el dicho de “quien a los suyos se parece, honra merece” se marca un “A la fuga” para honrar a la Esperanza que tantas veces te desesperó. Qué ingratitud filial.
Pero no pasa nada, Alberto, todo está en su sitio. El chico malo de la Benemérita paga una multita –de 500 euros– porque está feo que alguien del cuerpo se ría del cuerpo ajeno y hala, a seguir cumpliendo con esa función que dicta el artículo 104 de la Constitución: “La misión primordial de proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades de los españoles y garantizar la seguridad ciudadana, bajo la dependencia del Gobierno de la Nación”, de coña.
Y tú, entretanto, te entregas al reposo vocal –tan sano para cuidar la voz y evitar el desafine–, y cuando los periodistas te preguntan con insistencia por el “indulto-insulto” y por la presunta travesura de tu hijo al volante –y la actitud de tus escoltas– vas y dices: “Hoy no es el día para declaraciones”. Chimpún.
Cuando te parezca bien, te manifiestas, Alberto. Ese puede ser un gran día, plantéatelo así, aprovecharlo o que pase de largo depende en parte de ti.