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El 23J desactiva los mantras del PP

La gestión postelectoral del PP está dando la razón al resultado. Había algo más de bullying y encuestas dopadas que de cambio de ciclo consumado. Un himno popular antisanchista a tal volumen que ocultó la falta de programa, de diagnóstico y hoja de ruta propia del PP. No conviene infravalorar al votante, retrasar los pactos autonómicos con Vox no habría servido de mucho al PP. Frente al Todo al rojo de Pedro Sánchez, había un Todo a Vox. A Feijóo se le preguntó durante semanas qué pintarían en su ecuación. Es cierto que los líderes ultraconservadores despejaron la duda: lo pintaban todo y formarían gobierno. Y también ayudó la política de tierra quemada del PP con Vox. La falta de un solo gesto, como permitir la lista más votada en tierra extremeña. Hasta que las urnas dijeron: “No ganarán”.

El PP ha intentado que la sociedad plural metabolice a la extrema derecha. Asumir a través del voto que son de los suyos, escisión y carne de su carne, como si eso fuera una garantía. Como si Vox no hubiera mutado y tejido alianzas destructivas de la arquitectura europea. Los pactos autonómicos no han sido la derrota de Vox, son su potenciador, por más que hayan pasado de 52 a 33 escaños. Ese fue el diagnóstico que hizo el PP del país y con el que pretende –pretendía, más bien– formar gobierno. 

El PP está solo. Y mientras ignora a Vox, con quien cerró todos los acuerdos posibles, llama a la puerta del PSOE. Una ecuación desquiciada tras haber tachado a los socialistas de peligro público y después de que Sánchez haya ganado con el 'No pasarán'

Volviendo al postelectoral. Feijóo ha evidenciado en sus declaraciones y el futurible intento de investidura la falta de articulación del espacio conservador. Como señala politico.eu, es un aviso del precio que pueden pagar por las alianzas ultras. Sus antiguos socios naturales le han dicho públicamente lo que no supo escuchar en campaña. Las líneas rojas ya se habían traspasado para el PNV. El PP está solo. Y mientras ignora a Vox, con quien cerró todos los acuerdos posibles, llama a la puerta del PSOE. Una ecuación desquiciada tras haber tachado a los socialistas de peligro público y después de que Sánchez haya ganado votos y escaños con el No pasarán. Los ciudadanos han interpretado en las urnas que es más inestable un PP aislado pactando políticas de Estado con la ultraderecha que un gobierno articulado con pactos y múltiples partidos. 

En un contexto así, la virtud del sistema parlamentario premia la búsqueda de las mayorías. Se levanta sobre quién es más capaz de formar gobierno, de articular España. La estrategia de Sánchez en Cataluña no ha sido castigada. Al contrario, sale reforzado como máximo responsable de las políticas territoriales con un independentismo bajo mínimos. Con el pulso social que dan unas elecciones generales, se rompen los clichés y mantras que la derecha ha construido en la oposición durante toda la legislatura. Ahora, por pura repetición, generan más hartazgo e incredulidad que tensión política. Pero pasado el 23J, continúan con un repertorio desgastado. Así que escuchar el “traidores”, “enemigos de España” y “rompepatrias” genera más hartazgo que eficacia. Oír al popular Antonio Hernando o al diputado tránsfuga Sergio Sayas hablar de la “España sometida” por un Sánchez a quien “le da igual, le importa su silla y está dispuesto a lo sea”; o a Santiago Abascal hablar del “gobierno de destrucción nacional” suena a un raca raca tan manido como gastado. 

La construcción del villano Sánchez ha quedado desactivada. El PSOE convirtió el insulto perrosanxe en un meme moderno, poderoso y pegadizo. Hasta su mujer acabó luciendo su chapa perrasanxe al cierre de campaña. A los mantras del PP les pasa lo contrario, de la angustia polarizante e identitaria se está a un paso del ¿Es el enemigo? Que se ponga’ .

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