Aldama, el juez Hurtado y Feijóo votan contra Sánchez en el Congreso del PSOE Jesús Maraña
Que todos quieran ir a la pública
Una ciudad avanzada no es en la que los pobres pueden moverse en carro, sino una en la que incluso los ricos utilizan el transporte público. La conocida frase, del exalcalde de Bogotá Enrique Peñalosa, funciona con el transporte público y con todo lo más importante: la sanidad, la educación. En América, continente, una de las ideas que más repetía era que en mi país el que puede elegir va a la pública, porque es mejor. Esa era la Europa que echábamos de menos y la Europa que ahora está en peligro.
Entonces me refería a la universidad, porque la amplísima mayoría de las personas que conocí trabajando en Washington, incluso los españoles que no eran periodistas, habían estudiado en la privada. Yo soy hija de la clase media trabajadora de provincias de los noventa: a mí me criaron en el convencimiento de que lo más importante era esforzarse mucho y elegir algo en lo que fueras bueno, porque entonces no importaría el dinero ni quiénes eran tus padres. Y durante un tiempo pareció cierto: exactamente el que duró la carrera en la universidad pública.
En las aulas de la Universitat Pompeu Fabra tuvimos el mismo lugar, por primera y seguramente última vez en nuestras vidas, hijos del campo, hijos de obreros, hijos de médicos e hijos del dinero antiguo de Barcelona, esas personas tan acomodadas desde generaciones que ni siquiera tienen la necesidad de hacértelo saber. La composición de lo que debe ser la educación pública: un lugar para todos desde el que todos puedan elegir después todos los lugares.
Defender la excelencia de la universidad pública es vital para las clases trabajadoras, que no tenemos otra opción, pero también debería serlo para unas élites inteligentes: la pública hace mejor a este país
Ahora que está tan extendido decir que no es tan importante ir a la universidad, a mí me gustaría recordar que ir a la universidad merece la pena por ejemplo por eso: por sentarte a la mesa con otras realidades y escuchar ideas distintas y poder pensar por unos años en quién eres sin todos los condicionantes que han marcado tu crianza y sin todos los condicionantes que volverán a asaltarte cuando salgas al mercado laboral y al de la vivienda. La universidad pública es un espacio único y defender su excelencia es vital para las clases trabajadoras, que no tenemos otra opción, pero también debería serlo para unas élites inteligentes: la pública es mejor y la pública hace mejor a este país.
España ha llegado a unos índices de desarrollo espectaculares para un país en el que todavía hay gente viva que sólo conoció la miseria y la represión durante buena parte de su existencia. Lo que la derecha y la ultraderecha neoliberales están haciendo con España es una involución: alejarla del absoluto milagro que es el Estado del bienestar en un mundo atrozmente desigual. Esto no es una batalla cultural, es una batalla por nuestras vidas y por la continuidad de un progreso que lo sería del todo, lo sería de verdad, cuando todos quisieran ir a la pública. Porque es mejor.
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