Plaza Pública
Gas natural, chips y contenedores: ¿escasez o despilfarro?
Analistas de ordinario lúcidos estos días asumen el relato de la escasez para definir la situación post pandémica cuando se refieren a los camioneros, a los contenedores, a los microprocesadores, al gas natural y a numerosos productos. Porque no hay suficientes o se encarecen de forma alarmante. O las dos cosas a la vez.
Quizás podría uno tranquilizarse considerando todo este follón un mero desajuste temporal. A causa de que el desplome de actividad, movilidad y consumo fue tan drástico durante 2020 (pandemia y medidas de confinamiento) que acomodar de nuevo toda la maquinaria productiva y logística en la segunda mitad de este año 2021 para recuperar a toda pastilla el ritmo previo se enfrentaría a cuellos de botella fácilmente comprensibles. Si todo se redujera a eso, como nos quieren hacer creer algunos Bancos Centrales y organismos multilaterales, la cosa sería manejable. Después de las turbulencias, volveríamos a la normalidad.
Pero es justo ese regreso a la normalidad lo que supone una contradicción y una amenaza, que los actuales “cuellos de botella” intentan transmitirnos. ¿No sería más sensato interpretarlos como recordatorios de nuestros despilfarros estructurales más que de una escasez coyuntural? ¿No estaremos, con el relato de la escasez, negándonos a ver otros caminos, otras alternativas que el regreso al pasado? Intentaré explicarme refiriendo los síntomas que estos días creo que aparecen desenfocados.
Algunos síntomas
Se habla de que en toda Europa hay una escasez galopante de camioneros para cubrir las necesidades logísticas del transporte por carretera. Pero, digo yo, ¿no será que esas necesidades están desbocadas en la medida en que el ferrocarril no tiene la cuota que el sentido común y la transición energética nos reclaman? ¿No será que por la flexibilidad y devaluación laboral del camión condenamos a la desaparición a un medio alternativo que ahorra combustible y daños ambientales? Un medio alternativo que sí nos permitiría de inmediato evitar unos combustibles fósiles que, además, van a ser disputados a cara de perro por la eclosión de la demanda asiática.
¿No será que estamos generando una burbuja de distribución minorista online puerta a puerta mientras mantenemos los centros comerciales con aparcamientos masivos y reducimos el comercio de proximidad apenas a bares, peluquerías y, de momento, farmacias? Sí, donde otros anotan problemas de escasez para distribuir lo que necesitamos yo observo un descomunal despilfarro.
Se habla de que se están disparando los costes del tráfico de contenedores por vía marítima y los retardos en el mismo por problemas de escasez de cajas y de embarcaciones. ¿Y no será más bien que tenemos un modelo de deslocalización global –centrípeto hacia el Pacífico– basado en buscar salarios de miseria y normativas (ambientales, sociales, fiscales, etc.) permisivas que nos veníamos saltando gracias a un modelo de transporte depredador de recursos fósiles y del equilibrio climático del planeta? Por ejemplo para disfrutar del último modelo de zapatilla deportiva que promociona el actual campeón deportivo fulanito.
Será que padecemos una escasez de microchips (para coches, videoconsolas, electrodomésticos,…)… ¿o un derroche por obsolescencia programada de los modelos que dejan de ser los que marcan la referencia de prestigio para el consumismo? Un consumismo que supone un despilfarro de materiales y recursos energéticos que difícilmente podemos generalizar al conjunto de una población mundial que animamos a participar en el festín navideño, vacacional (aquí con el regreso bulímico a un derroche de transporte aéreo “barato” imposible de racionar) o permanente online.
De nada nos va a valer el haber trasladado todo esto a la fábrica asiática del mundo si por la otra puerta hemos catapultado a China como el mayor importador de petróleo y de gas natural del mundo.
Es entonces que el descontrol del precio del cada vez más escaso gas natural no sería más que la punta del iceberg de una máxima presión combinada sobre unos recursos fósiles que siguen siendo el gran negocio de los oligopolios globales de los carburantes y de la electricidad. Siendo el gas natural el recurso que cierra a escala global el actual dilema entre los más contaminantes (carbón, fuel, gasolinas) y las ahora llamadas energías limpias (que mezclan lo nuclear con las renovables) para producirla. Un dilema especulativo incluso con los llamados derechos de emisión. Con el efecto inducido de una bomba de inflación que amenaza con extenderse por todas nuestras economías.
La enfermedad
En todo lo que precede nos vemos arrastrados por sistemas logísticos a la medida de un suministro just-in-time, es decir evitando al máximo los costes del almacenamiento de stocksstocks, pero con gravísimos problemas de resiliencia (como padecimos en la pandemia) ante shocks externos y que, a mayores, desplazan como “ineficientes” otras alternativas de transporte menos despilfarradoras de recursos naturales.
Una organización de la producción (sistemas y suministros) al servicio de unas cadenas de automatización que consiguen sus mínimos costes a costa de una depredadora y despilfarradora gestión de los recursos materiales, energéticos y humanos. Y no digamos del equilibrio climático del planeta.
No estamos ante una más o menos óptima gestión de la escasez como mantienen con arrogancia los economistas sistémicos, sino de un canónico “Despilfarro de las Naciones” como titulé recientemente en un ensayo. Sostenía Gandhi que «si la mitad de los recursos del planeta han sido necesarios a Gran Bretaña para ser lo que es actualmente, ¿cuántos planetas serían necesarios para la India?». Añado yo, ¿cuántos para que en China alcancen ese consumismo?
¿Un crecimiento inclusivo del PIB en este 2021?
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No queda otra que darnos una cura social de humildad en relación a nuestro consumismo bulímico, al tiempo que cambiamos una globalización nada resiliente al servicio de una minoría de milmillonarios, por una relocalización de proximidad de los bienes y servicios que consideremos esenciales. Sin duda los alimentarios, pero también los energéticos, los sanitarios o los del mundo digital. Para hacerlo tenemos que considerar despilfarro lo que nos quieren hacer creer que es escasez.
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Albino Prada es miembro de ECOBAS y del Consejo Científico de Attac España. Es autor del ensayo “Riqueza nacional y bienestar social”