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Vencidas, violadas, vendidas y muertas

Nieves Sevilla Nohales

Las vencidas siempre han sido botín de guerra. Pero, hasta el genocidio de Gaza, nunca las mujeres muertas, en edad de procrear, habían sido consideradas trofeos de guerra. Sin embargo, para la política de exterminio de Israel es muy conveniente que no haya mujeres que puedan tener hijos; de la misma forma que es muy conveniente asesinar a los niños y a las niñas para que el genocidio se prolongue en el futuro. 

Así es como el Pueblo Elegido elige su estrategia. ¿Aprobaría Yahveh, el dios hebreo, esta masacre del pueblo judío contra el pueblo palestino por la posesión de la tierra? Nunca la aprobaría, si fuera justo. Tal vez el pueblo hebreo no interprete correctamente las Sagradas Escrituras; y de Pueblo Elegido nada. 

“Allí, en Rafah, no hay civiles inocentes; tendremos que entrar y matar”. Son palabras del vicealcalde de Beersheba y vicepresidente de la rama internacional del partido gobernante Likud, Shimon Boker. El rabino sionista Yosef Mizrachi aseguró que la Torá les da permiso para matar a niños palestinos y que no hay que tener piedad con ellos. El senador republicano estadounidense Lindsey Graham sugiere usar la bomba atómica en Gaza: “Se hizo en Hiroshima y fue la decisión correcta”. El político ha sugerido darle a Israel las bombas que necesite para poner fin a la guerra. Netanyahu y sus secuaces nos dejan sin aliento.

A las mujeres vencidas se les dedica poco tiempo, poco espacio, pocos pensamientos, pocas valoraciones, como si fueran víctimas de segunda fila. Sin embargo, sufren en el fondo de sus corazones, de sus entrañas, de su mente, de su cuerpo todo, las pérdidas de sus hijos e hijas, de sus esposos, de sus padres y madres, de sus enamorados... Y en sí mismas experimentan las atrocidades del machismo más primitivo y brutal. Las hemos visto rapadas en las cárceles y en los campos de concentración sometidas a infinitas vejaciones.

En España, la escritora Dulce Chacón nos dejó un reflejo magnífico de las vencidas en su libro La voz dormida. La autora relata con emoción contenida la vida de las mujeres presas, condenadas a muerte o fusiladas en la posguerra española. Historias personales, al parecer reales, cogidas de aquí y de allá, que te traspasan el alma y que ella narra con sencillez y hondura. Al mismo tiempo nos adentra en la situación política de la época, con la esperanza de las libertades, la ayuda externa que no llega, las torturas, el monte, las esperas de toda una vida y el miedo. Todo ello bajo un manto de impotencia, de dignidad y de mucho sufrimiento.

La cineasta Amparo Climent recupera en un documental, Las cartas perdidas, la memoria de las mujeres vencidas, torturadas y asesinadas durante la Guerra Civil y la dictadura. Se trata de una veintena de cartas de despedida que mujeres represaliadas escriben a sus maridos, a sus hijos, a sus seres queridos... en las que se percibe el miedo y la desesperanza. Otra mujer, Mau Cardoso, directora, guionista y documentalista filmó en 2022, Las vencidas, no derrotadas, sobre la represión de la mujer en la etapa franquista y el mayor robo de bebés de la Historia reciente de Europa. 

La violencia sexual es desmesurada en el mundo entero y las guerras representan el caldo de cultivo idóneo para el rapto y el engaño, pues suelen prometer protección y trabajo en situaciones desesperadas. Estos actos se consideran crímenes de guerra

Las vencidas han sido violadas por sistema en todos los conflictos bélicos. También el pueblo de Israel viola a las mujeres palestinas. Un testimonio de violación colectiva y escarnio brutal a una mujer palestina por parte de un destacamento israelí lo narra Adanía Shibly en su libro Un detalle menor. Es una historia cierta que tuvo lugar en el desierto del Néguev, el 13 de agosto de 1949. Un día los soldados encuentran a un grupo de beduinos acampados; los matan sin más, pero una mujer sobrevive. La cogen prisionera y la conducen al lugar en que se encontraban los depósitos de agua, la obligan a desnudarse por completo y la lavan a manguerazos; la visten con un pantalón corto y una camisa y se la llevan al campamento. Los soldados la violan uno tras otro. Después de la heroica acción la matan y la entierran. No porque haya pasado el tiempo es menos abominable. Y no porque haya pasado el tiempo han dejado de repetirse sucesos similares en todos los conflictos bélicos. La fecha, 1949, es importante porque nos viene a decir que, desde el principio mismo de la creación del Estado de Israel, el ejército cometió atrocidades contra el pueblo palestino.

Cuando el ejército ruso entra en Berlín como libertador del terror del nazismo, las mujeres son violadas por los soldados rusos una y otra vez. Esta historia verídica se narra en un libro anónimo titulado Una mujer en Berlín. Se trata de anotaciones de un diario escritas entre el 20 de abril y el 22 de junio de 1945. Es una obra autobiográfica en la que la autora nos cuenta cómo ella y las demás mujeres eran violadas varias veces al día, todos los días. A las adolescentes las escondieron entre los escombros para preservarlas de la brutalidad sexual; y ella misma tomó la drástica decisión de seducir a un oficial, como tabla de salvación. De ese modo, los soldados la respetarían y sería violada por un solo hombre. La autora resalta la lastimosa situación, la merma de la masculinidad, la inferioridad, el desdoro y la vergonzosa posición en que se sitúa el violador. Un hombre que, desposeído de toda dignidad, somete a una mujer por su superior fuerza física se convierte de inmediato en un ser inferior y, desde el punto de vista moral, despreciable e indigno porque también nos indica su incapacidad para conquistar, seducir, enamorar y amar.

Las mujeres, en los conflictos bélicos son un botín muy apreciado por las mafias de la Trata. La finalidad es explotarlas como esclavas sexuales, como objetos para el placer y la dominación. La violencia sexual es desmesurada en el mundo entero y las guerras representan el caldo de cultivo idóneo para el rapto y el engaño, pues suelen prometer protección y trabajo en situaciones desesperadas. Estos actos se consideran crímenes de guerra. La trata es una lacra terrible que se da en todos los países del mundo y parece ser que es muy difícil de erradicar. En España existe, todo el mundo lo sabe, y no se comprende que su persecución tenga tan poco éxito. No puede ser por falta de preparación porque nuestros cuerpos, tanto de la policía como de la Guardia Civil, son de los más eficientes de Europa; eso también lo sabe todo el mundo. Entonces, lo que hace falta es más empeño, más interés, más dedicación y más medios. Así que pónganse a ello. Es urgente.

En Las troyanas de Eurípides las mujeres también son botín de guerra y a las troyanas principales se las reparten los jefes griegos. Ellas esperan, confinadas en una tienda, el veredicto final. La obra es corta e intensa, de una fuerza estremecedora. Narra los horrores de la guerra, la fugacidad de la victoria y el despiadado destino de las mujeres.

Las Troyanas es un hito del antibelicismo, de la inutilidad de la guerra. Una de las cosas más interesantes de la obra es ver que la gloria del vencedor es cuestionable y efímera. El retorno de las naves a Grecia será largo y terrible y la causa por la que declaran la guerra a Troya, el rapto de Helena por Paris, poco digna. Así la califica Casandra, princesa troyana, cuando expone las diferencias de las motivaciones por las que han luchado los troyanos, la defensa de su patria, en contraposición a las motivaciones de los aqueos. También los griegos, como Netanyahu, mataron a los niños.

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Nieves Sevilla Nohales es escritora.

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