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Verdes murallas para detener el calentamiento global

Fernando Granda

Restaurar unos 100 millones de hectáreas de tierra es un proyecto para recuperar poco a poco el desierto del Sahara. Surgió hace tres lustros y según acordó el pasado verano en Madrid la Cumbre Clima y Energía, que reunió a los 35 países más industrializados, se asume como compromiso la reducción gradual y ordenada del uso de combustibles fósiles. Como de costumbre fue otra cumbre transitoria como había sido la celebrada en Egipto, donde los lobbys petroleros actuaron de forma contundente.

El proyecto trata de fertilizar un espacio del Sáhara de más de 9.400.000 kilómetros cuadrados, casi deshabitado que crece constantemente. El estudio, realizado por la Unión Africana, intenta no solo parar la expansión del desierto sino también promover su revitalización a tierra cultivable entre el Atlántico y el Índico, de Senegal a Eritrea, a través de once países, una franja que va de Mauritania a Djibouti pasando por territorios de Malí, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán y Etiopía. Una superficie similar a la gran China, donde el enorme país asiático desarrolla, desde 1978, una “Gran Muralla verde que está logrando asombrosos resultados”.

Con esa Gran Muralla verde, China intenta revitalizar una zona del gran desierto del Gobi. El trabajo que se prolongará hasta 2050, proyecta formar una extensa superficie boscosa de unos 4.500 kilómetros de longitud para frenar el crecimiento de esa gran extensión estéril. La revista Ecological Processes publicó un estudio realizado por el Instituto de Ecología Aplicada chino que señala que las áreas boscosas creadas en el país entre 1978 y 2017 ya aumentaron casi 160.000 kilómetros cuadrados, lo que equivale casi al tamaño de Andalucía y Castilla-La Mancha juntas. El organismo de la Academia China de Ciencias indica, asimismo, que al revertir esos terrenos del desierto logra una gran captura de CO2, dióxido de carbono,.

Fuentes científicas españolas señalan que, a día de hoy el planeta sigue dependiendo casi en un 80% de los materiales fósiles y del carbono. Los esfuerzos para revertir este problema, que contribuye principalmente al calentamiento climático, con el aprovechamiento de la energía que nos brinda la naturaleza, su luz y su viento, siguen una velocidad bastante lenta y con enormes dificultades. Por eso, el proyecto de plantar una barrera para frenar el avance del Sahara necesita la contribución de países de todo el mundo y en especial de los más desarrollados y ricos. Al principio, cuando se planteó el proyecto, solamente manifestó su ayuda Irlanda. Llenar cien millones de hectáreas de vegetación que impida ese avance de las tierras áridas no solamente contribuirá a “refrescar” el planeta sino también a erradicar gran parte de la miseria que existe en esa zona de la Tierra, de la que cada vez huye más gente hacia “un mundo mejor”.

Para lograrlo los científicos chinos han conseguido una pasta de celulosa vegetal, barata, que hace que las arenas del desierto retengan el agua y unos nutrientes que logran que los cultivos prosperen. Así, Senegal, con más de diez millones de acacias (árbol de fuertes raíces) plantadas ya ha levantado un muro de contención que resiste largos periodos de sequía. A la enorme obra, coordinada por la Agencia Panafricana de la Gran Muralla Verde en 2010, se han sumado la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas, la FAO, o el Banco Mundial, entre otras organizaciones. 

Llenar cien millones de hectáreas de vegetación que impida ese avance de las tierras áridas no solamente contribuirá a “refrescar” el planeta sino también a erradicar gran parte de la miseria que existe en esa zona de la Tierra, de la que cada vez huye más gente hacia un mundo 'mejor'

La plantación se retroalimentaría a base del compost que se produciría con la caída natural de las hojas mientras las copas de los árboles contribuirían a la producción de agua y la fertilización de una tierra ahora totalmente estéril. Ideal, en principio, pero con el problema de la contribución económica a un proyecto que necesita, según cálculos, de 35.000 millones de dólares y, hasta el momento, la recaudación no alcanza ni el cinco por ciento y solamente se ha plantado un cuatro por ciento de la superficie proyectada. 

Recojo declaraciones de los políticos españoles que tratan de  conseguir avances en la carrera a la biodiversidad. “La Unión Europea tendrá una ley para recuperar sus ecosistemas, que respeta nuestros compromisos internacionales y que beneficia a todos nuestros ciudadanos”, señalaba el ponente de la ley en la Eurocámara, el eurodiputado César Luena. La UE acababa de acordar la Ley de Restauración de la Naturaleza, una de las piezas claves del Pacto Verde Europeo. El Consejo y el Parlamento Europeo han cerrado un acuerdo político sobre la primera gran ley de biodiversidad comunitaria, que permite sentar unas bases legislativas para recuperar los hábitats dañados en el año 2050.

El paso de la vicepresidenta española Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico y también reconocida jurista, al Parlamento Europeo parecía representar un impulso de Europa a la recuperación de zonas estériles para el bienestar humano, luchar contra el egoísmo económico y paliar la precariedad de grandes regiones del Planeta. Su renuncia al escaño europeo merma las posibilidades ecológicas, pero esperemos que su sustituto cumpla las mismas expectativas y las iniciativas continúen por el mismo camino. Son unos primeros pasos para recuperar el planeta que estamos destrozando por intereses económicos de unos pocos en perjuicio de la Humanidad. 

Fernando Granda es socio de infoLibre.

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