Lidia Pidbutska (Járkov, Ucrania, 1957) habla un perfecto castellano porque estuvo 13 años trabajando en España como cuidadora de personas mayores. El 24 de febrero la guerra le pilló de visita a su familia en su ciudad, Járkov, una de las primeras atacadas por el ejército ruso. “Veíamos a Putin con ganas de conquistarnos y llevábamos semanas viendo el despliegue de tanques y soldados en la frontera. No nos ha cogido por sorpresa”, cuenta. 

Tras nueve días de viaje por carretera acaba de llegar a Sevilla con su hija mayor (Oksana, abogada) y sus dos nietos (Albina, de 11 años, que quiere ser modelo y Retmir, de 9, al que le gustaría ser fotógrafo). Ninguno de los dos entiende muy bien qué ha pasado en su país, aunque después de ver lo que vieron con sus propios ojos le pidieron a su madre salir cuanto antes allí. Ahora los cuatro han sido acogidos por Lázaro Giner, un sevillano al frente de la Fundación Madre Trinidad que dispone apartamentos para mujeres mayores o sin recursos y que ahora está dando techo y comida a varias familias ucranianas huidas de la guerra. Durante la entrevista, a Lidia le cuesta contener las lágrimas y Oksana apenas pestañea, como si aún estuviera sumida en el shock de dejar atrás su casa, su marido, su vida. Los niños juguetean con un teléfono móvil. De vez en cuando, se abrazan a su madre y su abuela.

¿Han vivido los bombardeos de cerca?

Sí, la primera noche nos despertaron las bombas a las cuatro y media de la madrugada. Primero bombardearon el aeropuerto y luego empezaron los disparos. 

¿Cómo se protegieron?

Mi hija me llamó para recogerme y escondernos en algún lugar seguro al oeste de Ucrania, donde estaba todo más tranquilo. Pero no encontrábamos gasolina para llenar el depósito. Ella se refugió con su marido y los niños en el metro de Járkov. Estuvieron ahí encerrados cinco días para estar a salvo de las bombas. 

(A Oksana, su hija) ¿Cómo fueron esos cinco días?

Pasamos mucho miedo bajo tierra. Mi hijo estuvo tres días sin comer nada, no quería. Había muchísima gente ahí abajo. Vimos de todo, incluso un parto de una mujer que estaba embarazada. También había gente que se llevó allí a sus animales. Fue duro pero yo solo quería que mis hijos estuvieran vivos y poder salir de Ucrania con mi madre cuanto antes.

Hay tanta gente muerta…¡Tantísima gente muerta!

(A Lidia) ¿Y cómo fue la salida del país?

Una cosa horrible. Mi hija salió del metro, vino a recogerme y fuimos a la frontera para salir por Polonia. Vimos a mucha gente muerta en la calle, muchas bombas. 

¿Cómo han llegado a España? 

Mi hija ha estado conduciendo nueve días para cruzarnos toda Europa. De noche parábamos un poquito para dormir algo y luego seguíamos. 

¿Cómo lo vivieron los niños?

Estuvieron todo el camino llorando diciendo que querían ver a su padre. No sabíamos a dónde íbamos ni dónde íbamos a dormir. Ellos tenían un buen piso en Járkov, ahora no tienen nada. Se han arrasado los edificios, es peor que la Segunda Guerra Mundial. Está todo destrozado y hay muchísima gente muerta.

¿Al padre le hubiese gustado venir?

Sí, le hubiese gustado. Él vino hasta la frontera de Polonia con nosotros, pero no pudo pasar. Hay un decreto del gobierno ucraniano para que los hombres de 18 a 60 años no puedan salir del país. 

¿A qué se dedica él?

Tanto él como mi hija son abogados y tenían un bufete juntos, pero ya no queda nada. 

Es decir, no tiene ningún tipo de formación militar ¿no?

No, no, nada. 

Los rusos aún no han conseguido conquistar ninguna ciudad. Ellos tiran bombas y disparan desde muy lejos para destrozarlo todo, pero no entran en las ciudades

¿Y ya le han dado un arma para combatir?

Todavía no, pero todos los hombres están listos por si tienen que ayudar al ejército. 

¿Y ustedes lo entienden o les parece mal?

Yo lo entiendo. Si todos los hombres dejan Ucrania, ¿quién nos va a defender? Tienen que quedarse. Los rusos aún no han conseguido conquistar ninguna ciudad. Ellos tiran bombas y disparan desde muy lejos para destrozarlo todo, pero no entran en las ciudades. La gente de mi país está defendiendo muchísimo, son muy patriotas. 

¿Qué le cuentan su hijo y su yerno desde allí?

Que han reventado hospitales, guarderías…Que hay también niños muertos. Nuestro presidente está pidiendo a la OTAN que cierre el espacio aéreo. Si la OTAN cierra el espacio aéreo nosotros nos podemos defender por tierra. Pero con el cielo abierto es imposible. Hay tanta gente muerta…¡Tantísima gente muerta!

¿Le parece suficiente la ayuda que están prestando la UE y la OTAN?

Estamos muy agradecidos. Sentimos que Europa está ayudando mucho pero el cielo sigue abierto. Si cierran el espacio aéreo, Ucrania puede echar a los rusos. Si no, es imposible y van a arrasar con todo. En Járkov, que es una ciudad preciosa, ya casi no hay edificios ni tampoco tierra. Todo está negro. 

¿Sirve de algo que los países de la UE les mandemos armas?

Claro, claro. Como ucraniana me parece bien. Necesitamos mucha ayuda. Sin ayuda no podemos, solos no podemos. 

Decía antes que ya veían venir la guerra. ¿Por qué cree que Putin hace esto?

Porque Ucrania tenía interés en entrar en la OTAN y en la UE y Putin no lo permite. Putin lo que quiere es recuperar una versión pequeña de lo que era la Unión Soviética. Quiere a Bielorrusia y quiere a Ucrania, porque nosotros somos un país muy rico, riquísimo. Tenemos petróleo, cereales, industria de todo tipo…Y Putin no quiere que entremos en la UE ni en la OTAN. Putin tiene miedo de que entremos en la OTAN. 

Si nos ayudan podemos parar a Putin, pero necesitamos ayuda

¿Los ucranianos ven posible una tercera Guerra Mundial?

Lo vemos posible, sí. Algunos creen que esto ya es la tercera guerra mundial. Lo estamos viendo en nuestras casas. Nadie quiere eso. Si nos ayudan podemos parar a Putin, pero necesitamos ayuda. 

¿Cómo están los niños ahora?

Un poquito nerviosos. Intentamos que no cojan mucho el teléfono pero a veces se lo dejamos para que puedan hablar con papá y con otros amigos del colegio. Entre ellos se van contando por dónde han sido repartidos como refugiados por países de toda Europa. Están muy preocupados y preguntan todo el rato que cuándo volveremos a casa. Ya les he dicho que volver será imposible, que nuestra casa ya no existe. Aunque pare ahora la guerra tardaríamos 20 ó 30 años en reconstruirlo todo. Está todo destrozado. Lo que queremos ahora es que los niños aprendan pronto el idioma y puedan ir al cole. Y empiecen una vida nueva. A mi hija también le gustaría volver a trabajar de abogada. Era la abogada más importante de Járkov. 

¿Qué piensan ellos de lo que está pasando? ¿Lo entienden? 

Ellos no entienden que Ucrania tenga que hacer lo que quiera Putin. Pero cuando han visto lo que significa la guerra han sido los primeros en decir: “vámonos de aquí”. A todos nos gustaría vivir en nuestro país, pero ya sabemos que es imposible.

De pequeña mi padre me contaba muchas cosas de la Segunda Guerra Mundial y él siempre se echaba a llorar. Nunca pensé que mis hijos y mis nietos pudieran ver otra vez la guerra

¿Alguna vez imaginó vivir una cosa así?

De pequeña mi padre me contaba muchas cosas de la Segunda Guerra Mundial y él siempre se echaba a llorar. Nunca pensé que mis hijos y mis nietos pudieran ver otra vez la guerra. No lo imaginé nunca. Parecía imposible. (Llora)

¿Conoce a gente que haya muerto por la guerra?

Ayer una amiga enterró a su hijo. Estuvo varios días muerto y no podían sacarlo porque había muchos disparos y era peligroso. Tengo otra amiga en España, que es rusa…

¿Y qué le dice?

Me dice llorando que si su hijo se va a Ucrania a luchar contra el mío no es culpa suya, que solo es culpa de Putin. La gente de Rusia tampoco quiere la guerra, nadie quiere recibir a su hijo muerto. Pero ella ve la tele rusa, que dice que la mala es Ucrania, y no entiende nada.

¿Es usted creyente?

Soy ortodoxa, sí.

¿Reza?

Sí, rezo por las noches. 

¿Y qué pide?

Que Putin pare la guerra. Que se lleve sus tanques. Que no maten a nuestros niños. 

¿Habla con su hijo de vez en cuando?

Sí. Me despierto por las noches pensando en cómo estará. A veces no lo llamo tanto como me gustaría para no molestar, pero hablamos cada día. La guerra es muy mala cosa. 

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