Los números no engañan (o sí): las matemáticas coronan a Napoleón como el mejor general de la historia
Cuenta la leyenda que, años después de enfrentarse en la decisiva batalla de Zama, que puso fin a la Segunda Guerra Púnica y dio paso al dominio romano de todo el Mediterráneo, los dos grandes generales que habían combatido en ella, Aníbal Barca y Publio Cornelio Escipión El Africano se encontraron en Éfeso, una importante ciudad de Asia Menor. Uno, el cartaginés, estaba exiliado de su patria y pasaría a ayudar al rey Antíoco III de Siria en su propósito de vencer a los romanos. El otro, vencedor del primero, era considerado el brillante estratega que había salvado a Roma del brillante Aníbal en uno de sus momentos más oscuros. Durante ese encuentro, se dice que ambos comenzaron a discutir quién había sido el mejor general de la historia hasta ese momento. Aníbal lo tenía claro: Alejandro Magno, seguido por Pirro de Epiro (sí, el de las victorias pírricas), y en tercer lugar, en un alarde de humildad, el general cartaginés se colocó a sí mismo.
Y quiénes somos nosotros para contradecirle. Si lo dice el tercer mejor general de la historia habrá que creerle. Sin embargo, vamos a cometer la osadía de poner en cuestión sus afirmaciones porque, pese a su indiscutible genio militar, Aníbal tenía dos desventajas con respecto a nosotros. La primera es obvia, el cartaginés vivió entre el 247 y el 183 antes de Cristo, por lo que, además de no tener tanta perspectiva histórica, no conoció a grandes militares como Julio César, Napoleón Bonaparte o Flavio Belisario. La segunda es porque, a diferencia de él, nosotros vamos a usar las matemáticas para responder a esa pregunta.
Y es que, muy lejos de Éfeso y muchísimo tiempo después, Ethan Arsht, un científico de datos de la Universidad de Chicago, se preguntó exactamente lo mismo que Aníbal, quería saber quien, de todos los generales de la historia había sido el mejor en el campo de batalla. Sin embargo, los problemas para establecer un ranking más o menos objetivo de los militares eran prácticamente infinitos: diferentes contextos históricos, ejércitos muy distintos, qué aspectos concretos tener en cuenta… Todos ellos eran obstáculos casi insalvables, así que Arsht decidió recurrir a la ciencia de datos y a las matemáticas para lograr su objetivo.
El científico elaboró un modelo matemático cuyo objeto era ordenar de mejor a peor todos los generales que ha habido en la historia. Para hacerlo, necesitaba una métrica estadística que consiguiera medir exactamente cómo de buenas habían sido las tácticas de cada general a lo largo de su carrera bélica. Arsht sabía que encontrar eso era muy complicado, así que recurrió a uno de los ámbitos estadísticos que mejor mide la competitividad y el rendimiento: la ciencia deportiva. En deportes como el béisbol, sobre todo en Estados Unidos, se suele usar para establecer comparaciones entre jugadores una estadística llamada Wins Above Replacement (WAR), es decir, victorias sobre el reemplazo, o lo que es más simple, cuantas victorias ha dado (o quitado) un jugador a su equipo si en vez de él hubiera jugado un jugador de un nivel concreto.
Así, lo que hace Arsht es usar esa estadística para calcular qué hubiera pasado si en vez de el general evaluado, esa batalla la hubiera dirigido un militar medio. Además, y para ajustar el modelo, la métrica también tiene en cuenta aspectos como la superioridad numérica de soldados para aislar mejor la capacidad táctica del general en cuestión. Por ejemplo: en la famosa batalla de Borodino, choque clave donde Napoleón venció al ejército ruso en su camino a Moscú, el general francés tiene un 49% de WAR, es decir, un 49% de crédito por esa victoria. Esto significa que si en vez de Napolén, esa batalla la hubiera comandado un general medio, los franceses también la hubieran ganado, ya que este obtendría un 51% de posibilidad de victoria.
El modelo evalúa un total de 6.619 generales a lo largo de toda la historia y toma en cuenta para hacerlo 3.580 batallas para establecer ese “general medio” y después compararlo con cada uno de los comandantes. Una base de datos que Arsht ha obtenido de la enciclopedia online Wikipedia.
¿Quiénes son los mejores generales de la historia?
Y ahora, llega el momento de saber qué dice el modelo. Para las matemáticas, el mejor general de toda la historia es, por un amplio margen, Napoleón Bonaparte, al que el modelo le ha dado una calificación de 16,679 puntos. Para hacernos una idea de la superioridad del emperador francés, el segundo clasificado, Julio César, tan solo llega a 7,352. Los números de Napoleón son impresionantes: dirigió un total de 43 batallas, de las cuales ganó 38 y tan solo perdió 5. Además, en 17 de ellas tuvo contextos de desventaja táctica y en sus 5 derrotas siempre combatió en inferioridad.
Completan los cinco primeros puestos el dictador romano Julio César, el duque de Wellington Arthur Wellesley, el cual venció definitivamente a Napoleón en Waterloo, el señor feudal japonés Takeda Shingen y Jálid ibn al-Walid, el comandante compañero de Mahoma. Pero ahora, vamos a volver a nuestra pregunta inicial ¿Tenía Aníbal razón en su ranking? La respuesta es que sí. Si tomamos en cuenta tan solo los generales que el cartaginés pudo conocer en vida, el primero que figura en la lista es el elegido de Aníbal, Alejandro Magno, el cual ocupa la décima posición en el ranking. El macedonio no perdió ni una sola batalla en su vida, pero su prematura muerte solo le permitió luchar en 9 batallas y ese aspecto le penaliza enormemente para estar más arriba.
Sin embargo, Aníbal sí se equivocó en los otros dos puestos. Por una parte, Pirro está en una posición muy baja en el ranking (solo luchó en 3 batallas), y por otra, se infravaloró a sí mismo. Sí, pecó de humildad, pues si tenemos en cuenta al propio Aníbal en la lista, en el momento de realizar su ranking, el cartaginés era el mejor general sobre la faz de la tierra de acuerdo al modelo, incluso en una posición más alta que Alejandro Magno. De hecho, el vencedor en la batalla de Cannas ocupa la sexta posición de todos los comandantes analizados.
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Pese a que el modelo se basa en unos datos relativamente objetivos, adolece de varias cuestiones que son claves para evaluar realmente la actuación de los generales. Una de las más importantes es que, al ser un ranking donde se suman las puntuaciones de cada batalla, premia mucho a aquellos comandantes que tuvieron más oportunidades de mostrar su destreza en el combate. De hecho, Napoleón es, de largo, el general evaluado que más batallas luchó, con mucha diferencia sobre el segundo más prolífico, que tiene alrededor de 20 batallas menos en su haber. Este hecho pone en desventaja a generales modernos como el estadounidense George S. Patton en la II Guerra Mundial o a otros que fallecieron prematuramente.
Por otra parte, el modelo tiene en cuenta las batallas individuales, pero no la estrategia a largo plazo de los generales. Siguiendo con el ejemplo de Napoleón, al francés se le computan sus victorias en Rusia de forma positiva, pero no se le penaliza por su desastrosa campaña en el país de los zares, que luego acabó costándole el destierro. De igual manera, tampoco premia a aquellos generales que perdieron batallas a corto plazo para después poder ganar una guerra a nivel general.
Además, al obtener los datos de Wikipedia, pese a que estos sean precisos en cuanto a victorias, el modelo tiene varias limitaciones. La principal de ellas es que, pese a su gigantesca base de datos, deja fuera muchas batallas que no están recogidas en la enciclopedia online por lo que algunos generales como Gengis Kan pueden tener una puntuación por debajo de su valor real.