No son desastres "naturales" Luis Arroyo
“Machimalismo"
Si maximalismo se define como una “posición extrema o radical, especialmente en política”, el “machimalismo” es la “posición extrema y radical del machismo en la política asumida por los partidos conservadores”. Unos partidos que negaban la violencia de género antes de 2004, que han tenido que ver su realidad en toda su dimensión y crudeza durante estos 20 años, y que ahora, a pesar de su conocimiento y objetividad, vuelven a negarla amparados por el contexto bélico de su guerra cultural y la refundación del machismo que persiguen.
El avance de la ultraderecha a nivel global ha situado el debate en un nuevo escenario que, poco a poco, ha ido intensificando su contenido hasta llegar a la polarización, en gran medida debido al acompañamiento de la derecha que, como si se tratase de una cometa, ha ido soltando hilo en lugar de recogerlo para sacarla de esas ráfagas de viento y evitar la deriva. Desde estas posiciones sitúan el “conflicto” en las referencias culturales, y juegan con tres grandes ideas como amenazas y referencias a destruir: el multiculturalismo, el feminismo y la igualdad, y la diversidad. Estos tres elementos están presentes en cualquier discurso de ultraderecha a lo largo y ancho del planeta, aunque en cada lugar hay adaptaciones a sus circunstancias propias y la incorporación de algún problema particular de cada contexto. Lo hemos vuelto a ver recientemente en Donald Trump al referirse a Kamala Harris como la “vicepresidenta DEI” (Diversity, Equality, Inclusion)
El objetivo es movilizar a la gente para que se convierta en activista de la conservación de los valores tradicionales
La crítica al multiculturalismo hace que cuestionen los organismos internacionales, empezando por la Unión Europea, y que tengan en la migración un enemigo fundamental, pues con ella escenifican la pérdida de la identidad nacional y la desaparición de la cultura tradicional levantada sobre sus ideas, valores, creencias, costumbres, tradiciones… la cual se vería invadida, distorsionada y ocupada por nuevos elementos en cada uno de sus espacios. Las personas migrantes se convierten de ese modo en la escenificación de todos los males, nos traen lo peor y se llevan o usan lo mejor que tenemos para destruirlo (sanidad, educación, puestos de trabajo…)
El rechazo a la igualdad y al feminismo es otro de los elementos esenciales de sus ataques porque actúan sobre el núcleo de su construcción cultural, que es la desigualdad levantada sobre la distinta condición de hombres y mujeres. La idea de que los hombres son superiores a las mujeres es la que sustenta la cultura y la organización social que ha estado presente a lo largo de toda la historia, y aún perdura, de ahí que hablar de igualdad se perciba como la mayor de las amenazas.
La diversidad se ha convertido en el tercer elemento crítico que hay que destruir al romper con las referencias identitarias definidas por la construcción androcéntrica, y por las consecuencias que se derivan de ello al ampliar el concepto de libertad en temas que en su momento se consideraron “enfermedades mentales”, como ocurría con la homosexualidad. Ya no es que sea una orientación sexual aceptada y vivida con normalidad, sino que además da lugar a otras derivadas, como puede ser el matrimonio entre personas del mismo sexo, que a su vez “atenta” contra la familia, el sentido del matrimonio definido por la cultura y el orden establecido.
El machismo ha defendido históricamente la desigualdad, incluso a través de la violencia contra las mujeres
Todos los elementos críticos del machismo han sido puestos de manifiesto por el feminismo, por esa razón se ha convertido en el “enemigo público número 1”, porque es el único movimiento organizado e integrado que plantea la crítica al sistema y la transformación de la sociedad, poniendo de manifiesto la falacia que supone considerar la superioridad masculina y la negación de la pluralidad y la diversidad.
El ”machimalismo” dirige hoy la política y todos sus instrumentos mediáticos, tanto los formales a través de una gran parte de los medios de comunicación, como los informales de las redes sociales. Porque el objetivo no es llevar a cabo medidas puntuales en cada una de las materias que hemos comentado, sino movilizar a la gente para que se convierta en activista de la conservación de los valores tradicionales que nos han definido como sociedad, e impidan la transformación social a favor de la igualdad.
Cuando hablan de su “guerra cultural” demuestran que nada tiene más importancia para ellos que esa recuperación de los valores y de la esencia identitaria androcéntrica, objetivo que no se puede conseguir sin la negación del resto de referencias que definen una sociedad plural.
No es algo menor, no sólo por la trascendencia de su impacto en términos democráticos y de Derechos Humanos, también porque están dispuestos a todo para conseguirlo. No olvidemos que el machismo ha defendido históricamente la desigualdad, incluso a través de la violencia contra las mujeres al no haber desarrollado una respuesta eficaz en su prevención y atención. La estrategia violenta se mantiene contra las mujeres, incluso dejando a muchos municipios y grandes capitales fuera del sistema de protección VIOGEN, o suprimiendo los puntos violeta para la prevención de las agresiones sexuales, como ha ocurrido en Valdemoro. Pero ya vemos cómo se organiza también contra las personas migrantes (no olvidemos lo que ha ocurrido en Reino Unido y el intento en Mocejón), los grupos LGTBIQ+ y contra toda persona que no encaje en su modelo.
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