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El ajuste de cuentas de Marie-Hélène Lafon

Historia del hijo

Marie-Hélène Lafon (Traducción de Lluís Maria Todó)

Minúscula (2022)

Historia del hijo de la escritora francesa Marie-Hélène Lafon es un hermoso ajuste de cuentas. Un ajuste de cuentas con un mundo, campestre, que Lafon utiliza del mismo modo que se utiliza Macondo o Región, esos mundos entre lo ficticio, lo memorialístico y lo real. El suyo está en el corazón de Francia, entre Clermont y Toulouse, la feliz Francia entre Aurillac y Figeac. Campos, vida tranquila y apacible, que contrasta con la ajetreada vida parisina donde se van a vivir los personajes como en un éxodo. Aunque siempre vuelven: a morir, a permanecer bajo la lápida familiar, a pasear por los cementerios.

Esta es una novela de estructura compleja pero atractiva. No se dejen engañar por sus escasas ciento y pocas páginas. Es una historia conmovedora, profunda, una novela de actitudes, modos de vivir errores y asunción de responsabilidades. En Historia del hijo no hay nada más abrupto que la muerte —muertes tan familiares como la de la infancia a principios del siglo XX: ¿quién no tiene un hermano de bisabuelo muerto a pronta edad? ¿quién no ha oído hablar de la prima de la abuela, aquella que murió de tosferina?―. Subyace la idea de que los infortunios que los ancestros sufrieron en otro tiempo pueden condicionar los caracteres de los familiares del presente, pero siempre se evoca esa fuerza de voluntad, ese carácter de los seres humanos que se aúpan sobre la desgracia.

Lafon entreteje ―o desteje, depende desde donde miremos― la vida de una familia a través de cien años. Ese siglo lo atraviesa a lomos del flashback y en un continuo salto de fechas. Los menos atentos pueden perderse en nombres, en fechas, en veranos, en pueblos de la comarca. Los menos atentos deberían tener una libreta a mano y los obsesivos-compulsivos harán una genealogía. No se pierde la autora en una descripción de los personajes, en el uso de los epítetos, a los personajes los conoceremos por sus hechos y sus silencios: unos ricos en su ausencia, otros pobres por su complacencia, casi de perfección bucólica.

Los capítulos son pequeños fragmentos en los que la autora, asumiendo una voz cercana a cada personaje narra una escena, un día ―a veces un día preñado de recuerdos― en ese marasmo del siglo XX. Ese punto de vista a veces deriva de la cercanía y la empatía emocional, donde más se logra (por ejemplo en el uso de las frases que caracterizan a los personajes), hacia una suficiencia de mirada hacia pasado y futuro que supera al personaje. El estilo es compacto, largos párrafos, largas pausas, acciones limitadas, porque la vida pasa y nos quedamos mirándola. El lector tiene la sensación de asistir a la muestra de una historia escrita de la familia hacia dentro, donde la autora ha dejado caer claves que pertenecen al lenguaje más privado: con la sensación de que existe la casa de la calle Bergandine, las propiedades familiares de Chanterelle, el piso vaciado de la Roquette, la fachada del edificio del bulevar Arago… con la sensación de que Antoine, André, Juliette, Armand, Paul forman parte de la mitología familiar, de los manes de Marie-Hélène Lafon.

Si bien ese vaivén puede convertir la profundidad en espesura y grumosidad, la mezcla de personajes se aclara en el avance ―paciencia, en pocas páginas, todo se va descifrando― y la estructura misma (el retorno al futuro, el regreso al pasado) tira de la intriga, interacciona un breve capítulo con otro, nos aclimata a una familia que es tan nuevo modelo como fueron siempre las familias: a veces sin padre, a veces sin madre, a veces sin hijos. En todo caso, se trata de los hilos que unen familias que lo son sin parto, de padres que no lo son aun procreando, de madres que son madres de la manera que no se espera que sea una madre.

Un paseo fotográfico por la memoria

Un paseo fotográfico por la memoria

Historia del hijo trata de aquello que no se llega decir y cuánto nos podemos arrepentir. O no: quizá trate de asumir lo que no hemos dicho y seguir viviendo, aunque sea en aquel pudo ser y no fue.

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Alfonso Salazar es escritor.

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