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'El patriotismo', una diatriba juvenil de Federico García Lorca

El poeta Federico García Lorca.

Ian Gibson

"Que fue en Granada el crimen / sabed –¡pobre Granada!–, en su Granada”: la elegía de Antonio Machado sigue siendo una de las más conmovedoras. Y eso que hay miles, en diversos idiomas. Escrita al confirmarse, a comienzos de septiembre de 1936, la infausta noticia, le dolió al sevillano hasta las raíces del alma, porque a Federico lo conocía, lo quería y lo admiraba. En vísperas de otro aniversario del magnicidio, llevado a cabo cerca del manantial de Alfacar denominado por los árabes Ainadamar, La Fuente de las Lágrimas, Lorca es hoy el poeta y dramaturgo español más conocido y amado internacionalmente de todos los tiempos.    

No me detendré en repetir lo sabido. Con una excepción: el nombre y apellidos del mayor responsable de aquella barbaridad, Ramón Ruiz Alonso, exdiputado ultracatólico de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y autor, en 1937, de un manual fascista, Corporativismo, prologado desde Portugal por su admirado jefe, José María Gil Robles. Manual explícitamente fascista que rezuma odio contra los del otro lado, empezando por el catedrático y ministro socialista Fernando de los Ríos, maestro predilecto del joven Federico. 

El 10 de junio de 1936 había salido en El Sol de Madrid, tal vez el diario serio más leído entonces, una entrevista con Lorca, a cargo del famoso caricaturista Luis Bagaría. Sus respuestas a las preguntas fueron entregadas escritas, por cautela. El poeta declaró que la “Toma” de Granada por los Reyes Católicos en 1492 fue “un momento malísimo, aunque digan lo contrario en las escuelas”, y que dio paso “a una ciudad pobre, acobardada; a una tierra del chavico, donde se agita actualmente la peor burguesía de España".

Me consta que los que preparaban en Granada la sublevación militar se enteraron en seguida del contenido de la entrevista. Ya tenían materia más que sobrada para justificar su inquina. Yerma, por ejemplo. Pero esto fue el colmo.

Lo que no podían saber es que, entre el enorme acopio de escritos juveniles del escritor emergente, no publicados hasta décadas después de su inmolación (poemas, teatro, ensayos...), se encontraba el que sigue, con fecha 29 de octubre de 1917, cuando solo tenía diecinueve años. 

El Lorca adolescente es un rebelde acérrimo contra el Dios judeocristiano y sus acólitos, pero fervoroso admirador de Cristo, con quien se identifica a un nivel muy profundo (en otro momento lo llama “Socialista Divino”). En sólo dos décadas, dos, iba a crear una obra extraordinaria, con mucho que decir todavía. Pero se lo impidieron. Fue un mártir por la libertad, como su paisana Mariana Pineda. 

Recomiendo la lectura de El patriotismo al PP y Vox, cuyo aborrecimiento hacia todo lo que huela a izquierdas se expresa día tras día en sus medios de comunicación y, para más inri, en el Congreso de los Diputados y el Senado. Para mí son ellos, no los otros, la auténtica “Anti-España”, incapaces de asumir las enseñanzas de Jesús, incapaces de asumir que España, quieran o no, es un país mestizo, crisol de culturas, y sin haber leído, me imagino, ni una sola palabra de Américo Castro.

El patriotismo

Por Federico García Lorca

¡Cuántas veces nos han hablado del patriotismo! Siempre hemos entendido desde niños al patriotismo por un sentimiento que tiene por espíritu a un trapo de colores, por voz una corneta desafinada y por fin defender las tumbas, las casas etc., etc., de nuestras familias.  Los encargados de danzar ante el sacro fuego de sus ideas son unos señores muy ordinarios con bigotes tiesos y voces campanudas que nos hacen a los jóvenes besar una cruz infame formada por la bandera y una espada;  es decir la cruz de las tinieblas y de la fuerza.  Hay que pensar para qué sirve toda esa multitud de muñecos grotescos que son sacerdotes del patriotismo y que van arrollando a la dulzura y al amor.  No se puede concebir por qué todo un pueblo se lanza contra otro únicamente  por esta pasión... En España nos las damos de muy patriotas.  En la escuela nos dicen: “España es nuestra  segunda madre y el  Rey su representante”, es decir, su maniquí... Y nosotros mirábamos al maestro que, encendido el pecho de entusiasmo, nos decía:  “Es nuestra segunda madre. Vosotros como buenos hijos debéis dar hasta la última gota de vuestra sangre” (esta es la frase de cajón). Paseábamos por la calle y al fondo de ella aparecía el ejército brioso, marcial, marchando elegante al son de una sinfonía bélica... y nos daban escalofríos, autosugestionados por el medio ambiente, y nos descubríamos ante la bandera con un no sé qué. Indudablemente los tramoyistas de la vida nacional preparan admirablemente los efectos. Producen emociones involuntarias valiéndose del aparato y de la música. Hay que confesar que la fastuosidad y la etiqueta mezclada con sones apabullantes de músicas produce en las muchedumbres el vértigo. Primero el gran aparato de las armas les produce el miedo y el asombro y luego las músicas les sugieren los sentimientos amables... porque nada como la música comprendida por muchas almas a la vez para formar una sola en una sola voluntad. Es el efecto que recibe la multitud sin darse cuenta. Hay que ir contra esas exhibiciones llenas de lástima y con los oídos del alma tapados como Ulises se tapó los suyos para no caer en la tentación de las hadas del mar... ¿De qué se valen las congregaciones religiosas sino de la fastuosidad y de la riqueza para atraer a la multitud? Saben muy bien que la masa es muy impresionable y le hacen postrarse ante el brillo del oro. Y se da el caso raro de gentes que comprendiendo lo ridículo e imbécil de dichos actos asisten a ellos para recrearse en su solemnidad y teatralidad. En la idea de patriotismo se supeditan las pasiones, el amor, la caridad y la dulzura a la flor áspera y punzante del deber... Es la idea fin del patriotismo convertir muchas almas en cuerpos... Las creencias individuales, sus apasionamientos, sus amores quedan supeditados a la voz de un hombre que grita muy grave: “Ordeno y mando”, y lanza los cuerpos unos contra otros porque las almas volaron al comenzar la tragedia

Por patriotismo la verdadera patria fue deshecha y escarnecida. Por patriotismo nacieron los males de la tierra. Por patriotismo fueron los hombres odiosos y crueles...

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Es necesario, preciso que las multitudes se despierten llenas de amor y caridad. Es preciso acabar con lo inútil de las ideas patrióticas. El patriotismo es uno de los grandes crímenes de la humanidad porque de sus senos podridos por el mal surgen los monstruos de la guerra. Por patriotismo los hombres han caído en las negruras de la muerte. Por patriotismo la verdadera patria fue deshecha y escarnecida. Por patriotismo nacieron los males de la tierra. Por patriotismo fueron los hombres odiosos y crueles... Las banderas son los símbolos de la oscuridad y de la negación de Dios... Al hallarse los hombres divididos pusieron el ideal de su bienestar sobre esos trapos de colores que flotan como orgullos con forma sobre todo el mundo. Desde la escuela, en vez de enseñarnos a amarnos y ayudarnos en nuestras miserias, nos enseñan la deplorable historia de nuestros países salpicados de sangres, de odios, y nos dicen: “Aprended a matar a vuestros enemigos. Mirad. ¿Veis este retrato? Pues es Felipe II, que quemó 8.000 herejes. ¡Admirad este otro! Es el Cid Campeador, que luchó contra la cruel morisma y que en Valencia asesinó a muchos hombres... Y este es Santiago, patrón de España, que luchó contra los moros y los exterminó”. Las almas de los niños se educan en ese ambiente de fuerza y de crueldad y llegan a considerar muy afligidos, aunque sin darse cuenta, al Dios de las batallas... “Ya lo sabéis, niños —exclama el maestro—. Dios crió a los hombres para amparar exclusivamente a nosotros, a los cristianos...” Y todos los niños se acostumbran a ver en las demás razas una humanidad inferior y digna de ser exterminada. En las escuelas en vez de enseñar el triunfo de la verdad sobre la fuerza enseñan el apoteosis de la crueldad y la razón espantosa de la fuerza... Todas las historias de los pueblos tan llenas de horrores sirven de guía a la juventud en vez de ampararse en la inefable luminosidad del Evangelio de Jesús. Desde nuestros primeros años nos predican la guerra como cosa necesaria para la gloria de la patria. El patriotismo borró de la historia a los espíritus débiles pero llenos de amor... Cuando en la historia nos quieren hablar de Dios, aparece la espantosa Inquisición. Cuando de formas de pedir misericordia, aparece aquel formidable espíritu del mal llamado Domingo de Guzmán. Cuando nos hablan de la fe en el más allá, nos enseñan la execrable figura del rey Carlos, el encantado por Barrabás. El maestro se levanta y dice: “¡Amar a España! En sus dominios no se ponía nunca el sol”. ¡Ay, nuestras gloriosas tradiciones! Todas incubadas en la maldad y amparadas cobardemente a la sombra augusta de la cruz... España tomó para encubrir sus maldades a Cristo crucificado. Por eso aún vemos su ultrajada imagen por todos los rincones. Con el nombre de Jesús se tostaban hombres. En el nombre de Jesús se consumó el gran crimen de la Inquisición. Con el nombre de Jesús se echó a la ciencia de nuestro suelo. Con el nombre de Jesús ampararon infamias de la guerra. Con el nombre de Jesús inventaron la leyenda de Santiago guerrero. Toman la luz y la hacen oscuridad. Toman la paz y la hacen luchas. Toman la gloria del amor eterno y crean la fuerza para amordazar conciencias. Estos son los crímenes de lo que llaman patriotismo. Estas son las aureolas de la bandera española. Todas las banderas de todas las naciones están nimbadas de sangre mártir que no dio la fuerza que según los reyes debió dar, ¡Ay Dios mío! ¿Hasta cuándo hemos de invocar a nuestras tradiciones....? Porque aquí en España pocas veces se nombran en las escuelas aquellos hombres suaves y plácidos que predicaron la paz por las mesetas castellanas y no los mientan por considerarlos malos españoles indignos de pertenecer a este desventurado país. Nuestra tradición guerrera no significa nada, puesto que el presente no dio su utilidad. ¿A qué oscurecer  la conciencia con los recuerdos de sangre?  Debemos de formar en las escuelas ciudadanos amantes de la paz y conocedores del Evangelio. Debemos de crear hombres que no sepan que existió el desdichado Fernando el Santo ni Isabel la fanática ni Carlos el inflexible ni Pedros ni Felipes ni Alfonsos ni Ramiros. Debemos de resucitar las almas niñas contándoles que España fue la cuna de Teresa la admirable, de Juan el maravilloso, de Don Quijote divino y de todos nuestros poetas y cantores. Ocultar a los niños que tuvimos reyes fratricidas y sanguinarios.  Borrar de las conciencias el admirado Gran Capitán y echar el velo del olvido sobre el pasado. Que en las escuelas en vez de decir cantando “A Felipe I sucedió Felipe II”, que griten los niños “y nació Cervantes y Fray Luis”. Inculcar el amor a toda la humanidad en los niños y el odio a las espadas y a los escudos... y que una mañana, mañana con arreboles de sol glorioso y perfumes de verdad y justicia, vayan todos los niños en procesión a los campos con las manos llenas de rosas y claveles y que se detengan frente a un gran monte de libros de nuestra historia que esté ardiendo con gran furia, y los niños cantarán el amor de la humanidad. Luego que sea el monte ceniza, que arrojen sobre él las flores y de ellas surgirá el milagro. Un evangelio gigante se abrirá y los niños leerán el consuelo para la vida... y del horizonte brotará la aurora de una paz infinita. Hay que arrancar las nefastas ideas patrióticas de la juventud como hay que arrancar a los patrioteros por honor a nuestras madres el concepto de la patria madre. ¡Nunca puede ser madre nuestra la que según decís tenemos que dar la última gota de nuestra sangre por ella! Ella nos lo manda y eso no lo ordena ninguna madre. Vosotros los que empuñáis eternamente las armas, en vez de empuñar el arado o alguna cosa santa y útil, no sabéis lo que es una madre. Las vuestras al permitir que fuerais fratricidas ya dieron prueba de que no os sintieron en sus entrañas. ¡No, señores luchadores de oficio! ¡No! ¡No! y ¡No! Las madres que poseemos son la que nos dio el ser y la de todos los hombres. La Humanidad. ¡No, caballeros del bufido y la espuelaLa madre es el amor gigante, la piedad, el sacrificio. El único amor verdadero que poseemos en la vida. La madre es la compasión, la luz, el beso de Dios. La madre es el cuerpo del cual somos alma y corazón. ¡No, patriotas oscuros, la patria no es nuestra segunda madre! En todo caso una madrastra como la de Cenicienta. Lo que nos envía a matar hombres contra la razón no puede ser madre. Hay que ser hijos de la verdadera patria. La patria del amor y de la igualdad.

Invocación

¡Ay, desdichada España! País de negruras, de fuego y horror. Apoteosis de la imbecilidad dirigida por curas lujuriosos, toreros, chulos, prostitutas sin alma, ladrones de frac e ignorantes de fe. ¡Ay, divino país de colores, de apasionamientos, de sonidos y de religiosidad campestre! ¡Ay! ¡Ay, tierra mártir de unos cuantos espectros del mal que maman en tus ricos senos tu pureza y tu hermosura! ¡Ay, desierto en donde mueren las ideas grandes! ¡Ay, pueblo débil y durmiente que has asesinado a Alonso Quijano el Bueno! ¡Ay, multitud fría y sin alma que abandonas a los Cristos que salen a redimirte...! ¡Ay, moribunda España! Hombres sin sangre y sin bríos amordazados por los vampiros de la noche de la razón... Desdichado país cubierto de cipreses de muerte... Estabas hundido en los ponzoñosos lagos de los crímenes políticos y unos caballeros andantes del bien te quisieron salvar... ¡Ay, y no pudieron porque tu corazón no se despertó del todo y volcaron sobre él la fuerza eternamente injusta! ¡Ay, mártires de las ideas de la fraternidad calumniados por los eternos comediantes del mal! Nubes de apasionamiento y romanticismo que os disolvieron antes de que escanciarais vuestros perfumes. Hombres todo corazón que pasasteis un calvario de dolor entre los que se llaman patriotas. Espíritus de amistad y de bienestar, que os cortaron las alas en el primer vuelo gigante. Caballeros pregones del humilde que quisisteis escribir la salvación sobre el cadáver de España... Amaneceres de juventud que cubrió con su manto ignominioso la vejez desastrosa. Sacrificados de vuestros sentimientos que abandonasteis vuestro bienestar del hogar por amor a vuestro pueblo. ¡Admirables valientes de la verdad! Ya lo veis, los que ordenan las cosas de vuestro país os arrojan tonsurados y disfrazados con el traje afrentoso sobre un lago de horror para toda vuestra vida. ¡No! ¡No! ¡Mártires! ¡Cristo! ¡Quijotes! Imposible. Vuestro pueblo rugirá; aún es león. ¿Dónde están los poetas para que lloren? ¿Dónde se ocultan las liras del dolor? ¿Por qué senda se perdieron los ecos del español todo pasión? ¡Admirables caballeros de la igualdad, el divino poeta Hugo está llorando por vosotros en el infinito!

El ensayo 'El patriotismo', firmado por Lorca el 29 de octubre de 1917, se incluyó en el tomo IV (“Primeros Escritos”) de las Obras completas de Federico García Lorca a cargo de Miguel García- Posada (Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 1997), págs. 731-36.

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