Contra el asesinato de Miguel de Unamuno

Severiano Delgado Cruz

El documental de Manuel Menchón Palabras para un fin del mundo (2020) abrió la veda de una línea de investigación pseudohistórica sobre la muerte de Miguel de Unamuno en la que la imaginación, la fabulación y las piruetas intelectuales tienen más peso que la evaluación objetiva de los hechos y los documentos. El libro de Carlos Sá Mayoral Miguel de Unamuno: ¿muerte natural o crimen de Estado? (Madrid: Cuadernos del Laberinto, 2023) continúa el camino marcado por Menchón y, si este llegaba a la conclusión de que Bartolomé Aragón había asesinado a don Miguel siguiendo instrucciones de la Falange, Carlos Sá afina todavía más y afirma con rotundidad que Aragón lo mató por orden directa del general Franco y con ayuda de un tercer hombre del que hasta ahora nada se sabía.

Unamuno fue, ciertamente, un hombre excesivo y contradictorio, paradójico y trágico, pero no un 'Mister Potato' al que cualquiera puede dar forma

El material en el que Carlos Sá se basa para su investigación son una carta de Unamuno a Henry Miller y un escrito del Servicio de Información Militar que compró en Internet. Ambos documentos aportan poco a lo ya sabido. La carta de Unamuno a Miller repite los mismos argumentos expuestos en varias cartas, ya conocidas, a corresponsales extranjeros. El documento del SIM es más valioso, en tanto que constituye la prueba que faltaba a la certeza existente entre los investigadores de que los servicios de información franquistas interceptaban las cartas que Unamuno enviaba al extranjero. A partir de ahí, Carlo Sá desarrolla una teoría conspiratoria carente de fundamento, llena de errores factuales y maquinaciones novelescas que, sin apoyatura objetiva, se presenta ante el público como el resultado de una minuciosa investigación historiográfica.

No voy a entrar en el análisis de los errores contenidos en el libro de Carlos Sá. Ya lo ha hecho de manera cumplida Francisco Blanco Prieto en un informe publicado hace unos días y que está a disposición del público interesado en academia.edu. Me interesa más preguntarme a qué se debe la facilidad con la que se admiten este tipo de mixtificaciones relacionadas con Unamuno, que no serían admitidas si versaran sobre otros personajes de la historia. Cuando se habla del acto del 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo, todo el mundo parece sentirse con permiso para añadir su detalle personal, su pincelada de color. Ahora ha llegado el turno a la muerte de Unamuno y ya tenemos dos versiones distintas de un asesinato que nunca existió. Se puede y se debe estudiar la historia, la biografía y la circunstancia de Miguel de Unamuno y de cualquier otro actor social, pero con un mínimo de rigor historiográfico, respetando lo que dicen y lo que no dicen los documentos, comprobando los datos, argumentando con coherencia y sin rellenar los huecos con fantasías, elucubraciones y juicios temerarios. 

Unamuno fue, ciertamente, un hombre excesivo y contradictorio, paradójico y trágico, pero no un Mister Potato al que cualquiera puede dar forma de cualquier manera, ni un títere de cachiporra, ni una atracción de feria. Sin embargo, está visto que ni después de muerto puede librarse de aquello que era un clásico en la prensa de su época: “Cosas de don Miguel”.

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Severiano Delgado Cruz es socio de infoLibre.

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