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Inteligencia

Verónica Barcina

Año del Señor de 2087. La especulación en la década de 2040–50 hizo crecer la ciudad verticalmente hasta quedar Casa Manolo en la planta –2 de la superficie superior donde evolucionó a búnker, a refugio clandestino del arcaico pensamiento crítico suprimido por el Decreto Ley 8.002/2055 de la Memoria Reset y la Universalidad del Sistema IA 14.8. 

El nieto de Miguel respetó la voluntad de Manolo y conservó, tras la reforma integral del negocio, el reloj de “cu–cu” que el fundador se trajo del exilio en Suiza y el viejo dominó con el que se seguía jugando cada día desde las cinco en punto de la tarde hasta las seis y media. La caja de madera, oscurecida y lisa por el uso, y las fichas de celuloide bicolor con un punto de latón atraían a los curiosos, pero eran las reglas del juego y la destreza de los jugadores adivinando jugadas lo que asombraba a la clientela que acudía a mirar.

También continuó la costumbre de la tertulia durante la partida entre jugadores y mirones, hecho ilegal debido a los sucesivos desarrollos de la ley mordaza, hasta veintiséis desde la original redactada por el ministro Fernández Díaz a principios de siglo. A la planta –2 nunca bajaban las policías, lo que daba alas al desarrollo de actividades proscritas de poderoso atractivo para muchísima clientela procedente de las plantas superiores de la ciudad.

La inteligencia artificial había tomado el mando de la civilización y era difícil imaginar la sociedad sin ella. “Si no es por los científicos, se hubiera extinguido la especie, como pasó con los dinosaurios —opinó un jugador colocando la pito doble”. “No creas —intervino otro poniendo la pito cinco—. En realidad, la inteligencia de la humanidad ha sido siempre artificial…”“¡¿Qué dices, tío?! —cortó una jugadora que cerró la otra puerta con la tres dos— La Inteligencia Artificial es ciencia en estado puro y lo de antes era ideología…”.

También continuó la costumbre de la tertulia durante la partida entre jugadores y mirones, hecho ilegal debido a los sucesivos desarrollos de la ley mordaza, hasta veintiséis desde la original redactada por el ministro Fernández Díaz a principios de siglo

Con referencias a la ciencia y a la historia, iba pasando el tiempo, controlado en el bar por el anacrónico “cu-cu”, con o sin salida del pájaro. Increíblemente, el mecanismo del reloj no había fallado ni una sola vez y su fiabilidad era comparable a la de los omnipresentes relojes digitales. “Yo creo —se animó una mirona— que el sistema computacional es resultado del desarrollo de artefactos como las varillas y el ábaco en Asia o el quipu inca”“Lo importante es saber quién ha controlado estos instrumentos —insistió la jugadora”. “Explícate —pidió el cuarto jugador al que cerró la puerta del cinco mientras movía fichas”.

El jugador miró alrededor. No había nadie aparte de sus compañeros, de quienes miraban y de dos colegas del camarero hablando con él en la barra. A pesar de que todo el mundo sabía que las policías no bajaban a ese nivel de la ciudad, las palabras eran las mayores responsables de la detención de personas acusadas de ejercer el pensamiento crítico en contra de lo establecido por el Decreto 8.002/2055. Todos los presentes eran habituales de la casa, se conocían y habían participado en numerosas tertulias; los de la barra estaban aislados por el sonido psicodélico que emitía la ya obsoleta pantalla de 50 pulgadas.

“La ciencia y la llamada ‘cultura’ siempre han estado en manos y al servicio del poder —expuso el jugador— mediante el monopolio de la educación y de la fe. Por eso digo que era inteligencia artificial, inculcada”“Eso son leyendas urbanas hoy desmentidas —objetó la jugadora”. “Seguimos igual —contraatacó el jugador bajando la voz a nivel de susurro—, sólo que hoy no son las Iglesias ni los Estados quienes controlan a las masas, sino los herederos de los imperios globales levantados por Gates, Jobs, Zuckerberg, Musk, Bezos o Page & Brin. En la planta –3 hay una biblioteca que os recomiendo visitar algún día”.

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Verónica Barcina es socia de infoLibre.

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