Momento forense
Cuando parecía que lo más llamativo de la actualidad española eran las agresiones machistas en la jet set del famoseo mediático-político de la villa y corte, el clima se ha puesto en cabeza y lo ha trastocado todo hasta límites impensables. La naturaleza ha reclamado su puesto, los barrancos han sacado sus escrituras geológicas y han tomado posesión de su patrimonio obligando a guardar silencio, siquiera momentáneo, en el insoportable reñidero partidista que se ha adueñado de la convivencia española.
La catástrofe ha sido de tales dimensiones que se ha superpuesto a cualquier otra cosa que esté sucediendo. Por un momento la realidad, con su séquito de cadáveres, se ha impuesto a la actualidad precocinada en los figones del poder y en el caos generado por la desconexión del ser humano con la naturaleza; se han alterado los protagonismos sobre un paisaje lleno de lodo y de coches destrozados convertidos en tumbas de chatarra por la fuerza mortífera del agua.
Entre tanto ruido y mentira se desdibuja el modelo de Estado. Cabría pensar dónde está nuestro concepto de lo público cuando se asume impunemente la insensatez que conforma el ideario del fascismo posmoderno que, con su mera presencia, mina el modelo de sociedad hasta convertirla en fallida.
Cabría pensar dónde está nuestro concepto de lo público cuando se asume impunemente la insensatez que conforma el ideario del fascismo posmoderno
El covid confinó, no a un país, sino a la práctica totalidad del planeta, y habría que recordar que desde la caverna político-mediática se calificó como un atentado a la libertad individual asumiendo que los ancianos de las residencias madrileñas estaban condenados a morir por el mero hecho de serlo.
Pasado el primer momento de esta nueva catástrofe se debería alcanzar el "Momento forense" en el que geógrafos, ingenieros, arquitectos, geólogos y también políticos, deberán abrir el cadáver social para discernir causas, efectos y comportamientos. La autopsia debería llevar a la determinación de la muerte y sus causantes y, más allá, la ciudadanía debería buscar, desde la empatía generada en el dolor, una sociedad más rica que la determinada por los mercados.
Quienes tienen sus coches apilados y sus enseres embarrados deberían ser los interlocutores para hablar de un modelo urbano adecuado a las personas por encima del mercado y la especulación y un modelo de movilidad racional acorde a la realidad geográfica que no es la enemiga a combatir sino el escenario a compartir.
En este momento de crisis se puede tomar el impulso que la naturaleza lleva años exigiendo, para avanzar hacia el equilibrio en el balance del ser humano con su medio.
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Jesús Sampériz Maluenda es socio de infoLibre.