Lula apuesta por una agenda más progresista para que Brasil olvide el legado ultra de Bolsonaro
Uso de lenguaje neutro, valorización de las minorías, programas de ayuda a los más desfavorecidos, alineamiento internacional con las izquierdas latinoamericanas, discursos contra la lógica neoliberal, respeto por el medio ambiente, restricción de armas de fuego. Lula de Silva, en su tercer mandato presidencial, está sorprendiendo por su izquierdismo. Si la estrategia inicial del presidente brasileño para acalmar la ánimos de un país profundamente polarizado pasaba por la moderación, el rumbo actual del gobierno abraza sin tapujos muchas de las banderas de la izquierda.
Ya en febrero, el periódico Folha de São Paulo concluía que el primer mes de gobierno de Lula había sido más de izquierda que el de su primer mandato en 2003. El prestigioso rotativo destacaba que la propia configuración de gobierno contenía detalles de ese giro progresista. Si en 2003, Lula escogió al liberal Antonio Palocci como ministro de economía e hilvanaba discursos complacientes con la austeridad, en 2023, el presidente brasileño apostó por cuadros históricos del Partido dos Trabalhadores (PT) para los cargos más relevantes. Fernando Haddad en el ministerio de economía, Aloizío Mercadante (fundador del PT y defensor de la inversión pública) en la dirección del Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social (BNDES) y la ex presidenta Dilma Rousseff en la presidencia del banco de los Brics.
Recuperar proyectos históricos
La seña de identidad más visible del nuevo gobierno de Lula es la restauración de programas sociales eliminados o reducidos por el gobierno de Jair Bolsonaro. En febrero, Lula relanzó Minha Casa Minha Vida (programa de viviendas sociales), que aspira a construir dos millones de casas hasta 2026. En marzo, le llegó el turno al programa Bolsa Familia, gracias al que millones de brasileños salieron de la pobreza durante los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff. A su vez, el gobierno puso en marcha el programa Mais Médicos para o Brasil, con el objetivo de contratar a quince mil galenos para poblaciones del interior, entre ellos, a los médicos cubanos a quienes Bolsonaro vetó. Además, Lula lanzó el proyecto carro popular, eliminando impuestos a los coches más baratos del mercado. Para rebobinar el legado bolsonarista, Lula firmó un decreto para tumbar la flexibilización del uso de armas y adoptó diversas medidas para recuperar la inversión en la educación superior y la investigación científica. La retomada del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología cierra definitivamente el negacionismo de la era Bolsonaro.
Por otro lado, la mera inclusión en la agenda de temas ambientales y de protección de minorías, marca una diferencia importante con respecto al primer mandato de Lula. La Operación Liberación, desarrollada a partir de febrero conjuntamente por las fuerzas armadas y de la Policía Federal (PF) para retirar a los garimpeiros (buscadores de oro) de las reservas indígenas Yanomami, no entraba en las previsiones del más optimista de los izquierdistas. "Lula dice que salió de prisión más de izquierdas. Ha insistido en el privilegio a las minorías, creando el ministerio de Igualdad Racial y el ministerio de los Pueblos Indígenas", aseguraba hace unos meses Marina Schettini, redactora jefa de la sección de Política de O Tempo, en un programa del podcast Três sobre três títulado "nuevo gobierno Lula más a la izquierda que nunca".
Por si fuera poco, sus discursos y los de algunos de sus ministros de confianza están más escorados a la izquierda de lo esperado. Alexandre Padilha, ministro de Relaciones Institucionales, comenzó su primero discurso con una boa tarde a todas, a todos e a todes. El propio Lula ha repetido hasta la saciedad que "la responsabilidad social es más importante que la responsabilidad fiscal".
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La sorpresa izquierdista de Lula 3, como los medios nombran al tercer mandato de Lula, difícilmente habría ocurrido en el primer año de gobierno sin la jornada del 8 de enero. Renato Rovai, director de la progresista Revista Fórum, asegura a InfoLibre que los actos golpistas propiciaron que el gobierno actuase para tener resultados inmediatos, no perder popularidad y no sufrir un nuevo golpe. "Desde el punto de vista de las políticas públicas ya había una directriz para rescatar lo que había funcionado en los primeros gobiernos. Pero el 8 de enero contribuyó a investigar los crímenes del bolsonarismo. El gobierno y el Supremo Tribunal Federal (STF) empezaron a investigar con ahínco todo lo que ocurrió", matiza Rovai.
Para Ricardo Corrêa, redactor jefe en Brasilia de O Tempo, el izquierdismo de Lula 3 es más discursivo que factual. De hecho, en la última década el relato petista viene siendo más progresista que las políticas públicas puestas en marcha. "En la práctica no veo una mudanza tan profunda. Tanto que Lula tiene ya buena relación con el congreso, que es más de derechas que el de 2003", matizó Corrêa en el podcast Três sobre três. La aprobación del arcabouço fiscal por parte del ministro Fernando Haddad sirve de ejemplo: contentó simultáneamente al mercado (al poner cierto límite al gasto público) y a la base izquierdista del gobierno (por usar narrativas contra la austeridad absoluta). De cualquier manera, la diferencia discursiva entre 2023 y 2003 en materia fiscal es expresiva. El pasado enero, en el discurso que inauguró el año lectivo en el congreso, Lula afirmó que el techo de gasto "tuvo efectos destructivos para las políticas sociales". En el mismo evento de apertura legislativa de 2003, Lula justificó los recortes de presupuesto y afirmó que las medidas de austeridad durarían "el tiempo necesario".
La exageración narrativa del izquierdismo de Lula 3 sirve para equilibrar las maniobras políticas necesarias para contentar a un congreso y un senado escorados hacia la derecha. Lula no solo ha acomodado en su gobierno a partidos centristas como el Movimento Democrático Brasileiro (MDB) o el Partido Social Democrático (PSD), sino que ha abierto espacio a la derecha. El conservador União Brasil, partido del juez Sérgio Moro que encarceló a Lula, cuenta con tres ministerios. No solo eso: Celso Sabino, el actual ministro de Turismo, fue un fiel aliado de Jair Bolsonaro. El próximo movimiento de Lula para garantizar el apoyo parlamentario será más derechista todavía: en las próximas semanas entregará ministerios a Repúblicanos (vinculado a la iglesia evangélica) y el Partido Progresista (PP, fuerza política de Artur Lira, presidente del congreso). "Esta reforma ministerial va a generar una base de izquierda a derecha que permita implementar políticas sociales", concluye Renato Rovai.