Investigación
Reino Unido entrega sus residencias de mayores a los fondos de inversión
“Creo que murió porque se rindió. La atención que recibía era tan mediocre, era horrorosa”. Todavía enfadado, Philip (nombre supuesto) relata el vía crucis de su tío, que pasó los últimos nueve años de su vida en cuatro residencias, antes de fallecer de covid en febrero de 2021.
Philip “no habría dejado ni a un perro” en el primer establecimiento en el que estuvo su tío en 2012. Cuando se dio cuenta, el sobrino recogió los bártulos de su pariente y se dirigió a otro centro que prometía mejores cuidados. Otra decepción, otro traslado, y así durante casi una década, hasta su muerte.
A Philip le hubiera gustado que los últimos años de su tío hubiesen sido más tranquilos. Pero en cada establecimiento se repetía la misma pesadilla. Desesperado, el sobrino fue testigo de la misma carrera contrarreloj del personal, siempre desbordado, mal pagado y desmotivado. Philip trató de denunciar a las autoridades, e incluso una vez a la Policía, las graves disfunciones de estas residencias privadas, pero sus numerosas quejas nunca fueron atendidas.
En la última, en la que su tío supuestamente se contagió de covid, la falta de personal era tan grave que tuvo que asistirlo él mismo. En una de las visitas, Philip descubrió que su pariente estaba “en un estado de deshidratación grave”. Como no había cuidadores disponibles, tuvo que sentarse con él para asegurarse de que recibía el líquido de rehidratación necesario... durante tres días.
En el Reino Unido, donde durante la pandemia han fallecido más de 42.000 residentes de centros de mayores, la historia de Philip no es ni mucho menos un caso aislado. La prensa británica ha informado ampliamente de estas tragedias familiares, pero pocos artículos han analizado el proceso de privatización generalizada de las residencias que a menudo ha permitido que se produzcan.
Y, sin embargo, como explica Eileen Chubb, directora de la organización benéfica Compassion in Care, “fue horrible, pero no una sorpresa”. Esta antigua cuidadora sabe perfectamente de lo que habla, ya que lleva varios años defendiendo los derechos de los residentes en centros de mayores, “tratados en este país como ciudadanos de segunda clase”.
Al otro lado del Canal de la Mancha, el mercado de las residencias de mayores está muy fragmentado, “atomizado”, como se dice, lo que no suele ser una buena señal. Es una jungla de empresas, cada una de las cuales tiene una pequeña cuota de mercado y entregadas a una competencia feroz. En total, esta multitud de empresas privadas posee el 76% de las residencias, mientras que el resto lo gestionan autoridades locales y asociaciones.
Esta privatización generalizada no es única en Europa –en España cerca del 89% de los centros son de gestión privada–, pero es, según Bob Hudson, profesor de la Universidad de Kent y experto en políticas públicas, bastante singular. La externalización británica se ha desarrollado de forma especialmente agresiva y “sin ningún tipo de garantías”, escribe en la revista de la London School of Economics. Las consecuencias de esta liberalización sin límites son desastrosas: la situación de las residencias ya no “responde a las normas ordinarias, ni en términos de elección ni de control de los establecimientos”.
La historia podría haberse escrito de otra manera, según otro profesor inglés, Peter Folkman, de la Manchester Business School. En su opinión, la privatización que comenzó hace unos 40 años, como en todo el sector de la “asistencia social”, no fue del todo mala. Las “economías de escala y las buenas técnicas de gestión” aportadas por el sector privado han permitido a las empresas hacer “un trabajo bastante bueno” en un sector que estaba en decadencia, afirma. Sin embargo, incluso este liberal está de acuerdo en que la situación se desbocó: “El problema es que cuando se privatiza, el dinero es lo primero”.
La verdadera “caída” comenzó con la llegada al mercado británico de los fondos de inversión hace unos años, recuerda John Spellar, exministro y diputado laborista. Son auténticas máquinas de guerra de la reducción de costes, que garantizan a sus inversores un alto rendimiento. Los sistemas de inversión colectiva están en auge en el Reino Unido, con una quinta parte del sector en manos de las cinco principales multinacionales, tres de las cuales se financian con fondos de inversión.
El desembarco de los fondos hizo caer “el nivel de calidad de los establecimientos”, explica John Spellar. “Ahora ya no se sienten responsables de su gestión y están arruinando las condiciones de trabajo de sus empleados”. El resultado de ello es “una crisis de contratación en las residencias y una falta de atención a los residentes”.
Sin embargo, el diputado no lamenta la privatización e incluso ve las ventajas de una “verdadera unión con el sector privado, que ofrece un sistema que funciona”. Pero ahora está convencido de que los “especuladores” no tienen cabida en las residencias. Sencillamente, porque el sector, por su propia naturaleza, no está adaptado al funcionamiento de estas máquinas de hacer dinero.
Pequeños riesgos, grandes beneficios
“La población está envejeciendo y las subvenciones públicas están garantizadas. Para un inversor, los riesgos son pequeños”, analiza Vivek Kotecha, investigador y autor del libro Plugging the Leaks in the UK Home Care Industry (Arreglar las fugas en el sector de los cuidados en Reino Unido, 2019). Sólo que, en su opinión, “el rendimiento de la inversión es igualmente bajo”.
¿Bajo, de verdad? HC-One, líder del mercado británico, ha pagado la asombrosa cifra de 48,5 millones de libras (casi 57 millones de euros) en dividendos a sus accionistas en los últimos dos años.
Estos fondos de inversión tienen un secreto para convertir el plomo en oro: “La deuda”, desvela el profesor de Manchester Peter Folkman. “Un montón de deuda”. La única forma de obtener una rentabilidad tan elevada en el sector de las residencias de mayores es “añadir una alta dosis de riesgo financiero a la operación y, por tanto, maximizar la deuda”.
Mientras los precios del suelo se mantengan altos, la población envejezca y las subvenciones del Estado se mantengan estables, esta estrategia funciona. Sin embargo, si se interpone una piedra en el camino, el sistema se descontrola. Porque en este tipo de engranaje financiero, casi no hay margen de maniobra en caso de imprevistos.
Así ocurrió durante la crisis financiera de 2008, explica Peter Folkman. En el Reino Unido, las políticas de austeridad que siguieron a la recesión económica llevó a las autoridades locales a reducir la partida destinada a las residencias de ancianos. Privadas de una parte importante de sus recursos, grupos como Southern Cross no pudieron seguir pagando sus deudas y quebraron.
Con este sistema basado en la especulación, ¿cómo podemos garantizar que mañana, cuando se recorte aún más la partida presupuestaria, decenas de miles de residentes de estos centros no se encuentren sin un techo? ¿Más dinero público? Pero “¿de qué sirve poner más dinero en un sistema que no funciona?”, se pregunta el laborista John Spellar. “Lo único que hace es proporcionar más material para la especulación a los mismos que ayudaron a desmantelar la industria”.
Para Matt Egan, del sindicato Unison, hay que replantearse todo el sistema. “Es un error mencionar sólo algunas malas prácticas, todo el sistema se ha montado para fomentar las malas condiciones de trabajo y la mala calidad de los cuidados prestados a los residentes”.
Hoy en día, el caos es tan grave que incluso algunos representantes de los fondos de inversión del sector piden mayor regulación pública. Como John Moulton, fundador de Better Capital, que reclama una “regulación adecuada”. Una regulación adecuada, dice, “garantiza más posibilidades de éxito porque da más poder al regulador financiero. Si las empresas no funcionan bien, el regulador puede intervenir, tomar el control y poner en marcha una administración judicial”.
Pero a pesar de este deseo compartido por varios actores importantes, los sucesivos gobiernos han optado por no abordar esta titánica tarea. Incluso este año, a pesar de los 42.000 fallecidos por covid en residencias y a pesar de las promesas preelectorales de austeridad en este periodo, el gobierno no ha anunciado nada concreto. Incluso la reina, en su último discurso, sólo mencionó una posible reforma. La cuestión de la financiación parece que lo frena todo a la hora de actuar.
Traducción: Mariola Moreno
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Este texto es la cuarta y última entrega de una serie de reportajes sobre el sector de las residencias elaborado por el colectivo Investigate Europe. infoLibre, que ha colaborado con el proyecto. El primero lo puedes consultar aquí; el segundo, aquí, y el tercero, en este enlace.
Investigate Europe está formado por un equipo de periodistas de once países que trabajan juntos para investigar temas de relevancia europea y publicar los resultados en medios de comunicación de toda Europa.
Los medios asociados para el proyecto sobre las residencias son: Der Tagesspiegel (Alemania), Mediapart (Francia), Telex (Hungría), Aftenbladet y Bergens Tidende (Noruega), Dagens Nyheter (Suecia), EfSyn (Grecia), Público (Portugal), Il Fatto Quotidiano (Italia), Open Democracy (Gran Bretaña), Gazeta Wyborcza (Polonia), Falter (Austria), Trends (Bélgica), Republik (Suiza) y Follow the Money (Países Bajos).
Además, colaboraron en la investigación:Wojciech Cieśla, Ingeborg Eliassen, Juliet Ferguson, Attila Kálmán, Nikolas Leontopoulos, Anne Jo Lexander, Maria Maggiore, Stavros Malichudis, Sigrid Melchior, Leïla Miñano, Paulo Pena, Elisa Simantke, Nico Schmidt y Harald Schumann, así como Eelke van Ark (Follow the Money), Manuel Rico (infoLibre), GerlindePoelsler(Falter), Jef Poortmans (Trends) y Philipp Albrecht (Republik).
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Puedes consultar la investigación completa sobre las residencias de mayores en Europa en la web de Investigate Europe.
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