Que nos hablen del futuro y no del pasado
Ahora que estamos en época de subasta, en época de recibir miles de propuestas y promesas electorales, estaría bien que las escuchásemos con detenimiento, que prestemos atención y que decidamos en función de lo que los partidos nos están contando que quieren hacer. Luego, cómo lo ejecutan, cuándo lo ejecutan y si llegan realmente a hacerlo es otra cosa. En estos días en los que establecemos una especie de contrato, yo te voto a cambio de que cumplas con lo que prometiste, deberíamos ser muy conscientes de lo que dice cada uno, para no lamentarnos después.
En Reino Unido, en las últimas campañas electorales, se habló mucho de qué modelo de país querían, de cómo querían definir sus relaciones con el continente, de lo atados que se sentían por las políticas europeas y de lo libres y más ricos que serían cuando fueran ellos y sólo ellos los que decidieran cómo organizar su economía, su educación, su salud, sus empresas… Fue de lo único de lo que se habló durante mucho tiempo: ser o no ser europeos. Y el debate se simplificó tanto, se manipuló y retorció tantísimo, que al final era una cuestión de sí o no: “sí” a quedarnos dentro de la Unión Europea, “no” a seguir dentro del club de los 27. Y nadie se paró a preguntar qué pasaría al día siguiente de estar fuera, cómo se cubrirían plazas de camioneros, camareros, médicos o enfermeras cuando se quedaran solos, cuando controlaran las fronteras y evitaran la llegada de inmigrantes. Nadie lo preguntó ni contó qué iba a pasar, porque el debate no iba sobre eso, iba sobre la identidad, sobre lo que querían ser. Sin mirar más allá de eso, sin medir las consecuencias. Y los británicos aceptaron ir a votar con esa premisa, sin hacer muchas más preguntas, asumiendo que quienes proponían irse tenían un plan. Pero no fue así.
Es ahora cuando se han dado de bruces con la realidad. Les falta mano de obra. Les falta de todo. Y especialmente médicos y enfermeros, y esas mentes brillantes que llevaron y arrastraron a la sociedad a un debate que no era en ese momento vital ni importante para muchos británicos, proponen cosas tan descabelladas como que los estudiantes de Bachillerato que tengan buenas notas en ciencias accedan directamente a los hospitales sin pasar por la universidad. Para que al mismo tiempo que aprenden a ser médicos o enfermeros, vayan ejerciendo, vayan cubriendo plazas que hay que cubrir porque faltan manos. Si eso es una garantía para el que tiene que ser atendido, es decir, para el paciente, nadie se lo ha planteado. Si ponemos en riesgo la salud de cientos de personas poco importa. Tenemos un problema de falta de personal y vamos a resolverlo, con la idea más descabellada posible, sin pensar en si es viable o no, o si es lo más adecuado. En si realmente formaremos a buenos profesionales de la medicina con este método.
Tenemos un problema de falta de personal y vamos a resolverlo, con la idea más descabellada posible, sin pensar en si es viable o no, o si es lo más adecuado
Da la sensación de que se van improvisando soluciones conforme llegan los problemas. Sin tener un plan, ni una estrategia a largo plazo. Hay colapso en la sanidad y vamos a ver si lo desatascamos cuanto antes. Tirando de lo que tengamos más a mano. Estos días también se proponía que los farmacéuticos ejercieran de médicos de familia para diagnosticar, in situ, sin muchos más medios, qué fármaco dar a quien entre en sus farmacias y diga que le duele la cabeza. Podrán prescribir antibióticos y pruebas. Ser una especie de hombres o mujeres orquesta que lo mismo te venden una crema para el herpes que se cuelgan el fonendoscopio y ejercen de médicos de familia.
En fin. Miremos bien lo que está pasando en países de nuestro alrededor para no lamentarnos después de lo que nos llegue a aquí. Lo que viven en Reino Unido es la consecuencia de una decisión política que no tenía mucha más base que la de agitar el debate político para distraer la atención sobre la pésima gestión de algunos dirigentes políticos. Y así han acabado.
Que no nos distraigan con debates absurdos o artificiales. Obliguemos a los partidos a que nos hablen de lo que importa, de cómo subirán los sueldos, cómo controlaremos los precios, cómo pagaremos las pensiones, cómo financiaremos la sanidad para que siga siendo de calidad, cómo lograremos que la educación siga siendo un ascensor social… Que nos hablen de cómo será nuestro futuro y el de nuestros hijos. No del pasado.
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