Buzón de Voz
Rajoy, un testigo "sorprendido"
Mariano Rajoy debería estar dando saltos de alegría. Por fin, después de ocho años largos de laberinto judicial; después de sufrir una persecución mediática intolerable; después de soportar como nadie la pena de telediario; después de aguantar durante tanto tiempo acusaciones de todo tipo en la más absoluta indefensión… podrá contar ante un tribunal toda la verdad del caso Gürtel. Enhorabuena. Ya era hora. Puede respirar tranquilo porque sus deseos se cumplen y se le ofrece la tan insistentemente solicitada oportunidad de colaborar a fondo con la justicia. Otro récord para Mariano Rajoy. Ya era el primer presidente de Gobierno que logra seguir siéndolo gracias a la abstención del principal partido de la oposición. Ahora podrá presumir de ser también el primer presidente en ejercicio que declara como testigo en un caso de corrupción.
Pero, claro, todo esto valdría si Mariano Rajoy y el PP hubieran sido mínimamente sinceros durante estos ocho años de investigación de la trama Gürtel. Si el propio Rajoy no hubiera empezado ya en febrero de 2009 proclamando que todo era “una trama contra el PP”. Si no hubiera continuado en abril del mismo año defendiendo a Luis Bárcenas y a Gerardo Galeote: “¡Nunca se podrá probar que no son inocentes!”. Si no hubiera puesto a Federico Trillo al mando de una estrategia de bloqueo y obstaculización permanente de la actuación judicial que se llevó por delante al juez Baltasar Garzón y que logró que el juez Antonio Pedreira archivara en 2011 la causa contra Bárcenas. Si no hubiera mantenido a Luis Bárcenas hasta enero de 2013 con el máximo sueldo del partido pese a que supuestamente ya ni siquiera militaba en él. Si el juez Pablo Ruz no se hubiera visto obligado a expulsar al PP como acusación ante las evidencias de que se dedicaba a defender a los procesados. Si no hubiera enviado Rajoy a su extesorero aquellos SMS de apoyo y ánimo cuando toda España ya conocía las cuentas millonarias en Suiza. Si Ruz no hubiera tenido que mandar finalmente a la Policía a registrar la sede nacional del PP para buscar unos ordenadores de Bárcenas cuyos discos duros habían sido destrozados a martillazos. Si no existieran los autos judiciales o los informes de Hacienda y de Fiscalía que acreditan que el PP financió con dinero negro actos electorales, reformas en el despacho del propio Rajoy o hasta la compra de ese plasma que servía para negarlo todo. Si hace un par de meses no hubiera defendido Rajoy en Onda Cero que “en este asunto es bueno que haya un juicio y que los tribunales actúen…” y no hubiera ofendido a la inteligencia de los oyentes al declararse “sorprendido” cuando Carlos Alsina le recordó que su partido pedía la nulidad de ese juicio…
En fin. Si de verdad el PP hubiera colaborado mínimamente con la justicia en lugar de cacarear esa disposición, entonces no habría tenido el menor sentido el comunicado oficial en el que el partido ha expresado este martes su rechazo a la decisión tomada por el tribunal de citar a Rajoy como testigo. Y menos la insistencia en denunciar que se trata de un “proceso mediático” que supone un “abuso de derecho”.
A falta de conocer en detalle los razonamientos de los magistrados que han aceptado la petición de la acusación popular, lo que debe hacer Mariano Rajoy es muy sencillo: sentarse en el banquillo y responder a todas las preguntas cumpliendo la obligación que afecta a cualquier testigo de decir la verdad y nada más que la verdad.
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Será relevante saber si las preguntas van a limitarse a lo que afecta exclusivamente a esta causa, en la que el PP aparece como “partícipe a título lucrativo” de presuntos delitos de corrupción cometidos por la trama de Francisco Correa, o bien deberá aclarar Rajoy lo que conocía o no sobre la detallada fórmula de financiación ilegal y con dinero negro que describió el propio Correa en su declaración ante el tribunal.
Será una oportunidad magnífica para que Rajoy responda a esa pregunta que uno se ha hecho cada vez que en estos ocho años el PP ha esgrimido el relato de que Correa y compañía fueron expulsados de la sede del PP en cuanto Rajoy se enteró de que utilizaban el nombre del partido para hacer negocios ilícitos. ¿Por qué no acudió inmediatamente a denunciar los hechos? No hizo lo que viene a ser “colaborar con la justicia”. Es más, lo que obligatoriamente hay que hacer cuando se conoce la existencia de un delito.
Curiosamente (o no) lo demostrado cronológicamente es que, cuando el PP perdió el Gobierno en 2004, Correa y compañía trasladaron el negocio a los gobiernos autonómicos donde ese mismo partido manejaba los mayores presupuestos: Madrid y Valencia, especialmente. En toda esa etapa, mientras la trama trabajaba en la organización de actos para el partido y Correa entraba y salía de Génova como si fuera su propia casa, Rajoy dirigía las campañas electorales o era secretario general del PP o más tarde presidente. Ante un tribunal, obligado a decir verdad, tendrá un poco más difícil declararse "sorprendido", como acostumbra.