Una Diada para clarificar: ¿Puede el independentismo asumir el coste del acuerdo?

El debate sobre el posible acuerdo de investidura está pivotando de forma mayoritaria sobre si el PSOE puede asumir el coste del acuerdo y es capaz de explicarlo a los suyos. ¿Y el independentismo? ¿Puede asumir ese coste? La Diada de este lunes puede ser de las más trascendentales de los últimos años, si sabe interpretarse bien. Lo que en su momento fue el día clave de las reivindicaciones independentistas puede ser este 11 de septiembre de 2023 el inicio de un nuevo proceso que replantee la relación de Cataluña con el resto de España de forma satisfactoria para una mayoría o, por el contrario, que enquiste el conflicto y lo sitúe, quién sabe hasta cuándo, en un callejón sin salida. Para despejar la incógnita propongo dirigir la mirada a dos puntos: la presión de la calle y el discurso de los líderes políticos.

Las organizaciones sociales independentistas jugaron un papel clave durante todo el procés, especialmente en los tiempos más duros. Sin ellas, la logística que supuso el referéndum del 1 de octubre hubiera sido imposible, y el pulso que los partidos independentistas echaron al Estado en ese juego del gallina en que se convirtió el procés no lo hubieran podido aguantar con la misma fuerza. Con ellas, permanentemente en la calle manteniendo las posiciones más duras, era muy difícil que los líderes políticos frenaran al borde del abismo y no quisieron o no pudieron contener una enorme bola de nieve que ellos mismos habían alimentado, aún a sabiendas de que se estrellaría contra el muro del Estado. Eso explicaría la cara de funeral con la que los más destacados líderes independentistas cantaron Els Segadors al finalizar la sesión del Parlament en que se aprobó la Declaración Unilateral de Independencia.

Estos días la Asamblea Nacional Catalana ha vuelto a tensionar el debate con declaraciones que llaman a una nueva DUI una vez aprobada una hipotética amnistía. Con la imagen en la retina de aquellas Diadas multitudinarias de los años 2015, 2016 o 2017, hoy se podrá valorar hasta qué punto estas organizaciones siguen siendo representativas de qué porcentaje de la sociedad catalana. Pero no sólo habrá que estar atentos a la dimensión cuantitativa de la Diada, sino también a la cualitativa. ¿Las organizaciones y plataformas sociales secundarán las propuestas de la ANC o tendrán discursos diferentes? Será complicado que nadie se desmarque de forma nítida con el riesgo de ser acusado de romper la unidad del independentismo, pero cada matiz, cada coma, y cada silencio serán relevantes para interpretar esta Diada de forma acertada.

Se podría pensar que los resultados de las últimas elecciones en Cataluña indican a las claras que el momento dorado del independentismo pasó, y así es, pero los líderes acostumbran a hablar a los suyos y no al conjunto de la sociedad

A la par que se observan las movilizaciones, es fundamental prestar atención a los discursos de los líderes políticos. Pere Aragonès, a diferencia del año pasado, ha confirmado que asistirá a la manifestación de la ANC junto con otros miembros de ERC, Junts, la CUP y otras entidades. La visibilización de la unidad del independentismo que se intentará mostrar en las movilizaciones conjuntas deberá confirmarse después en las declaraciones de estos líderes políticos. ¿Serán capaces de articular un discurso que muestre el camino para avanzar hacia un reencuentro entre catalanes y con el resto de españoles o seguirán alimentando el espejismo de la independencia? La DUI dejó muchas lecciones. Entre ellas, que las reivindicaciones sociales tienen sus propias dinámicas y nadie puede controlarlas, por lo que, una vez echadas a rodar, es muy difícil parar ilusiones que previamente han sido alimentadas. De ahí la importancia de ver si esta vez los líderes independentistas son capaces, dentro de su legítimo marco ideológico, de plantear propuestas y discursos realistas u optan, como en aquel aciago 2017, por alimentar un espejismo, sabedores de su imposibilidad. Se podría pensar que los resultados de las últimas elecciones en Cataluña indican a las claras que el momento dorado del independentismo pasó, y así es, pero los líderes acostumbran a hablar a los suyos y no al conjunto de la sociedad, aunque esto contravenga el más elemental principio de la representación democrática.

Es cierto que una cosa es lo que se dice en público y otra lo que se negocia en los despachos, y en buena medida, la discreción que exige cualquier negociación implica que así sea. Sin embargo, una distancia excesiva entre el discurso público y el privado puede hacer inviable la aceptación social de la negociación y, por tanto, el acuerdo mismo. Nuevamente, tiempo y espacio aparecen como elementos clave: gestionar los tiempos –el ABC de la política– y controlar el espacio, es decir, la distancia entre lo que se proclama en la calle y lo que se negocia en el despacho.

En un momento como el actual, en que la derecha clama tanto contra cualquier posibilidad de amnistía o similares como de consulta o referéndum; y la izquierda más allá de Cataluña tiene dudas y contradicciones, todos estos mensajes serán observados con lupa. Interpretarlos bien se convertirá en la clave para poder valorar lo que venga.

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