Todo lo que el rey olvidó en su discurso (y queríamos oír) Marta Jaenes
Felipe VI contra el covid y el elefante (segunda temporada)
"Omitir las verdades no es otra cosa que una variedad refinada de la mentira" (Almudena Grandes en El corazón helado)
No debe de ser fácil para un rey hilvanar un discurso de Nochebuena mínimamente interesante para la ciudadanía, y menos en estos tiempos acelerados en los que vivimos a golpe de tuit y de click. Sabe que será examinado con lupa lo que dice casi tanto como lo que no dice. Pero lo cierto es que cuesta más extraer un titular del discurso de Felipe VI en este 24 de diciembre de 2021 (ver aquí) que encontrar un test de antígenos en Madrid. Lo primero, desgraciadamente para los monárquicos, ya es costumbre; lo segundo nos precupa bastante más al común de los mortales.
Sin ser videntes, era sencillo prever que el rey iniciaría su discurso más visto y escuchado del año con un mensaje solidario con los habitantes de La Palma, con las víctimas del covid, con los sanitarios que siguen peleando en primera línea y con todos los servidores públicos que nos cuidan frente a volcanes y pandemias. Pero puestos a empatizar con el estado de ánimo colectivo (y con la cruda realidad), no habría sobrado una reivindicación explícita de lo que precisa ese "Estado de bienestar sólido" defendido en el discurso: justicia fiscal. Es decir, que todo dios pague los impuestos que le corresponden para sostener el paraguas de lo común, de la estructura que nos salva cuando vienen muy mal dadas, la misma que nos facilita el progreso, el llamado 'ascensor social', todo eso que contribuye a impulsar "la igualdad entre hombres y mujeres" o a garantizar la "sostenibilidad de nuestro planeta o su equilibrio medioambiental".
Ya que millones de españoles lo sintonizan cada año, y que seguimos liados en esa telaraña del covid y el elefante, mejor poner en el foco realidades y no 'fakes'
Pero ahí el monarca y los guionistas de su discurso tropiezan con el mismo 'elefante en la habitación' que en temporadas anteriores (ver aquí). Por mucho que la fiscalía suiza haya archivado la causa penal relacionada con Juan Carlos I, el mismo auto confirma que el emérito obtuvo ingresos multimillonarios que se han ocultado al fisco, como demuestran las distintas regularizaciones ejecutadas por el propio emérito ante la Hacienda española. Una vez más, Felipe VI intenta despachar el asunto con una genérica llamada a la responsabilidad institucional y a "respetar y cumplir las leyes y ser ejemplo de integridad pública y moral". Háblenlo en casa, por whatsapp o por teléfono entre Zarzuela y Dubai, para empezar. Es fácil entender que un hijo no riña a su padre en público, pero si Felipe VI quiere recuperar la representación del "cambio de época" que intentó con su discurso de entronización en 2014 (un compromiso explícito con la transparencia, la pluralidad y la honestidad) más vale que asuma que Juan Carlos I representa hoy exactamente todo lo contrario, digan lo que digan los guardianes de las esencias de la Transición. Bastante difícil tiene ya superar la parcialidad de aquel discurso del 3 octubre de 2017 que brindó en bandeja a la derecha nacionalista española convertirlo en "su" rey, flaco favor a la causa democrática que debe representar un jefe de Estado constitucional, sea monárquico o republicano.
Más allá de los tópicos, del cinturón de castidad institucional y de esos clamorosos silencios injustificados, hay una parte del discurso de Felipe VI que me parece interesante. Habla de la "auténtica encrucijada" a la que se enfrenta España, como otros muchos países: "En lo que hagamos o decidamos de ahora en adelante, está en juego que podamos seguir progresando junto a las naciones más avanzadas o que perdamos el paso en nuestro camino". Y no se trata sólo de poner en valor lo que significa la Unión Europea y el apoyo imprescindible que de ella necesitamos para superar esta crisis global, sino también (y sobre todo) de los principios, valores y objetivos a los que compromete el proyecto europeo: "Detenernos hoy es quedarnos atrás", ha dicho el monarca. Y cada cual conviene que interprete desde el punto de vista político, ideológico y pragmático esa disyuntiva entre avanzar o retroceder.
Me dirán que no hacía falta un discurso real de Nochebuena para adivinar la magnitud de esta encrucijada. Cierto. Pero ya que millones de españoles lo sintonizan cada año, y que seguimos liados en esa telaraña del covid y el elefante, mejor poner en el foco realidades y no fakes.
P.D. Felices fiestas (dentro de lo que cabe) y un mejor 2022 (esto no será difícil).
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