Las santas, madres y reinas de la Navidad Cristina García Casado
Érase una vez el cuerpo humano: el color de la piel
Querido no humano:
Esta será por el momento la última carta que te escriba. En estos días de calor hemos podido hablar del tamaño y del género de nuestros cuerpos, y hay algo de lo que, aunque quizás sea más difícil de entender, no quiero que dejemos de hablar. Voy a intentar contarte algo sobre el color de nuestra piel.
Verás, la piel es el órgano más extenso de nuestro cuerpo, digamos que es aquel que tiene como función principal protegernos de algunos elementos externos presentes en nuestro planeta como las bacterias y, muy especialmente, de la temperatura y la radiación solar, lo que creo que puede resultar interesante para tus intereses.
Debes saber que el sistema tegumentario de los cuerpos de los humanos no es una barrera más que separa el ambiente exterior del interior de nuestros cuerpos. Como habrás observado en otros animales, los órganos externos se van adaptando al clima de las diferentes zonas de nuestro planeta. Así pues, cuanto menos calor y menos radiación, más claros son los colores de estos órganos. Claro que, a tu forma de entendernos, quizás ni siquiera esto sea apreciable, pues el color no es más que la impresión de la luz en nuestros ojos y es algo difícil de imaginar para alguien sin un sentido como la vista, el cual te recomiendo encarecidamente incluir en el diseño de vuestros cuerpos. Así pues, si pensamos por ejemplo en los osos, unos animales magníficos, los podrás encontrar con una capa externa protectora blanca en las zonas más frías de nuestro planeta y, sin embargo, aquellos que habitan en zonas más cálidas, como por ejemplo los que habitan mi misma zona del planeta, tienen una capa protectora más oscura, cobriza, que se parece bastante a la parte de esa capa que recubre mi cabeza, cubierta de pelo pelirrojo oscuro, lo que normalmente llamamos melena caoba. Si la cosa fuera tan sencilla como que en función de donde nacieras tuvieras un color de piel, como les sucede a muchas especies de animales, esta característica de nuestro cuerpo no supondría ningún problema. Y sin embargo, querido no humano, ésta es una de las características que más sufrimiento produce en nuestros cuerpos a día de hoy en nuestro planeta.
Como sucedía con el género o el tamaño, los colores no significan gran cosa por sí solos. Así pues, podrás encontrarte cuerpos humanos que son de un color pálido como la nieve que cae en los picos más altos de nuestras montañas, y humanos que tienen la piel del color de la bebida que tomamos por las mañanas cuando nos despertamos a la que llamamos café. En medio, encontrarás todos los matices de colores posibles de las mezclas y mezclas que se han ido dando. Incluso podrás ver en esta época de verano humanos que se empeñan en oscurecer el color de su piel a base de exponerla a la radiación solar, aunque esto pueda tener graves consecuencias en la capacidad de la piel de seguir protegiéndonos del sol.
Aunque en un pasado lejano pudiera haber tenido cierto sentido evolutivo o biológico la aparición de un color u otro la piel frente a los diferentes climas de nuestro planeta, como sucedía con la reproducción cuando hablábamos del género, esta es una cuestión que carece de relevancia en la actualidad. Los humanos, a diferencia del resto de animales, nos movemos por todo el planeta, reproduciéndonos sin importar el color de nuestra piel desde hace miles de años. Debajo de esas pieles que vemos de colores diferentes, no existe diferencia relevante alguna que nos pueda permitir hablar de la existencia de diferentes razas dentro de la especie humana. La raza, como el género, la normatividad o el canon de belleza, son construcciones sociales, conceptos complejos que se revisten de pseudoargumentos científicos cuando carecen de base biológica alguna. Sin embargo, esas falsas creencias sobre la raza no son inocuas, pues alimentan prejuicios sobre los humanos en función del color de su piel, del mismo modo que sucedía con los genitales y el género.
La raza, como el género, la normatividad o el canon de belleza, son construcciones sociales, que se revisten de pseudoargumentos científicos cuando carecen de base biológica alguna
Nacer con esta u otra piel puede ser un problema. En primer lugar porque ese color da información del lugar en el que puedes haber nacido. Y si bien no existen razas en los humanos como tales, lo que sí ha existido a lo largo de nuestra historia es la creencia de que había unas razas superiores a otras, y que estas últimas podrían ser discriminadas y esclavizadas por el simple hecho de ser más oscuras. Del modo que sucede con las mujeres. A la creencia de que existen razas y que hay unas superiores a otras se le llama racismo. Concretamente, hay humanos con la piel muy blanca que creen que todos aquellos humanos que tienen la piel más oscura son inferiores, y por tanto, merecen ser tratados peor. Durante siglos, los humanos con piel blanca han tenido por regla general más poder, más capacidad de decidir qué sucedía en el mundo, no solo en los lugares donde ellos vivían, sino que también pretendían, basándose precisamente en esa falsa creencia sobre la superioridad del color de su piel que de algún modo les vinculaba a su lugar de nacimiento, decidir qué se hacía en los lugares que vivían humanos con otros colores de piel. Aunque te pueda sonar primitivo, querido no humano, desgraciadamente es una práctica vigente en nuestro planeta.
Los humanos que nacen con la piel más clara se siguen comportando como si ese hecho les concediera una posición superior en el mundo. Tal es esta certeza que condiciona todas las decisiones de todos los Gobiernos. Por regla general, todos los países habitados de forma mayoritaria por humanos de piel más clara son más ricos. Los países de humanos de piel más oscura son más pobres. Esta es una situación a la que no hemos llegado de la nada, sino que los humanos nos organizamos de tal modo que para que la primera sea posible, la segunda es necesaria. Lo que casi siempre ha sucedido es que los primeros, blancos, le han quitado a los segundos, no blancos, las materias más preciadas de su territorio, muchas veces de forma violenta y dejándolos en condiciones mucho peores, para así poder volver a sus países y vivir mejor. A esto lo llamamos colonialismo. Y lo que es aún más cruel: cuando los humanos con piel oscura no solo exigen su parte, sino que piden ayuda desesperadamente para poder seguir con vida, los humanos blancos simplemente se sientan a discutir si deben ayudarles, como si no fuera su responsabilidad. Mientras los blancos siguen sin hacerse cargo, son miles los humanos no blancos que mueren ahogados en los mares de nuestro planeta, intentando llegar a un lugar no tan expoliado como el suyo, mientras el resto de humanos de piel más clara disfrutan nadando tranquilamente en esos mismos mares. Son muchas las palabras en nuestras lenguas que sirven para describir esta situación: miseria, horror, vergüenza; a veces se dice que se trata de falta de humanidad, pero este horror se ha convertido en algo tan frecuente en los humanos que cuesta pensar que no sea algo inherente a lo que somos.
Te preguntarás por qué no nos ayudamos. ¿Podríamos hacerlo de otro modo? No es que no haya casas vacías donde no pudieran vivir estos humanos de piel oscura, no es que no pudieran tener trabajo o comida, no es nada de eso. Lo que prevalece es la idea de que son inferiores por su color de piel, lo que prevalece es el racismo. Por eso los dejamos morir. Así que más bien te pregunto yo ahora, querido no humano, a ti que nos ves desde fuera, si la esperanza es una emoción que se parece a encender una luz en medio de la oscuridad, ¿hay motivos aún para estar esperanzadas? ¿Será un camino con luz suficiente reiniciar ese canon de los cuerpos humanos desde el feminismo y no desde la opresión?
Como ves, no es sencillo el asunto del cuerpo humano. Son muchas las cuestiones que has de tener en cuenta para elegir uno que no dé problemas. Te advierto además que todas estas cuestiones se superponen. No se te vaya a ocurrir diseñar un cuerpo que además de tener la piel negra pudiera ser un cuerpo de mujer gorda. De hacerlo, sabes bien que lo que te espera no es una vida sencilla con los humanos. Esto último es una ironía, no espero que la entiendas, tampoco en la Tierra la entienden demasiado. Te aconsejo, como siempre, que lo diseñes con mucho feminismo. Ahí tenemos muchos humanos puesta toda nuestra esperanza.
Ángela Rodríguez es exsecretaria de Estado de Igualdad.
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