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Ética y estética

En los últimos días he escuchado, leído y visto en todo tipo de cabeceras informativas un debate al respecto de la ética y la estética en el comportamiento de la mujer del presidente del gobierno. Es curioso que desde estas tribunas tan alejadas a menudo de disquisiciones filosóficas profundas nos hayamos lanzado a tamaña empresa, especialmente si tenemos en cuenta que la relación entre ambos conceptos ha ocupado a sesudos pensadores desde siglos antes de nuestra era sin que a día de hoy tengamos (como sobre tantas cosas) una respuesta definitiva. Ya que estamos en ello, me animo a dar mi opinión al respecto, que en más profundos charcos me he metido. 

Como siempre que me pongo a meditar sobre algo, y especialmente si está tan alejado de mi ámbito de conocimiento como este “profundísimo debate”, me surgen más preguntas que respuestas y, habida cuenta de tanto y tanta especialista surgida, me atrevo a compartirlas por si alguna mente además de pura e ilustrada, fuera generosa y quisiera arrojarme luz. Por ejemplo, me gustaría saber cómo acertar para cumplir los cánones de ética y estética públicas (si por pública se puede entender la actuación del cónyuge de un presidente del gobierno sabiendo que no tiene ni cargo público, ni agenda institucional, ni siquiera agenda). Por ejemplo, ¿sería más edificante y por tanto más reconocido y alabado que la mujer del presidente abandonase su carrera profesional ejercida durante décadas y se quedase en su casa (en este caso el palacio de la Moncloa) dedicada a las nobles tareas del cuidado familiar? ¿Sería más estético que salir a trabajar por las mañanas fuera del ámbito institucional de tu cónyuge, pasear por los jardines de palacio cortando rosas para adornar exquisitamente recepciones públicas, apareciendo en revistas de papel cuché o decidiendo los menús de la residencia? ¿Mucho mejor quizás pedir una excedencia para dedicarte al arte y la pintura? ¿Permanecer a la espera de que tu marido deje el cargo para ver si te puede colocar en primera línea política, por ejemplo, en el ayuntamiento de una gran capital como alcaldesa? 

No negaré que todas estas opciones puedan resultar a las candidatas tentadoras, incluso a la sociedad que las rodea. De hecho, no me hagan caso, pero me suena bastante a lo sucedido en nuestra historia reciente. Además, con este afán de la señora Gómez por ganarse la vida nos hemos perdido unos preciosos reportajes en papel cuche, tan agradables para la siesta de la época estival ¡Ay, unas buenas fotos de cenas benéficas cuánto contribuyen al sueño después de un copioso almuerzo playero!

El egoísmo de la señora Gómez nos manda un mensaje subliminal muy peligroso: da igual lo relevante que sea tu pareja, tus padres, tus amigos, tienes derecho a tu propia vida, a la independencia, al desarrollo y al espacio personal. Además, y por poco estético que resulte a algunos ese trabajo no puede ser pura pantomima, sino que debes cumplir con los deberes de tu actividad, con las reuniones...

Lo cierto es que el egoísmo de esta señora nos manda un mensaje subliminal muy peligroso: da igual lo relevante que sea tu pareja, tus padres, tus amigos, tienes derecho a tu propia vida, a la independencia, al desarrollo y al espacio personal. Además, y por poco estético que resulte a algunos, ese trabajo no puede ser pura pantomima sino que debes cumplir con los deberes de tu actividad, con las reuniones, con las clases, con la cumplimentación de formularios, asistencia a jornadas y la exposición pública que el desempeño de tu trabajo requiera. Desde luego es subversivo, revolucionariamente concorde con una sociedad feminista y moderna del propio siglo XXI.

En cualquier caso, sí que creo que podemos convenir que los conceptos de la ética y el sentido de la estética que cada uno tenemos son muy particulares e intrínsecamente personales. Hay aún quien se escandaliza si dos hombres caminan de la mano, incluso plataformas enteras siguen censurando la exposición de pezones femeninos, otros no soportan a las mujeres con velo y algunas no aguantan ver a personas de otros orígenes. Pues bien, allá ellos porque el debate social lo ha superado. Hay un acuerdo colectivo que sobrevuela las limitaciones de cada uno en términos éticos y estéticos y se llama legislación, aprobada por cierto por la soberanía popular a través de los representantes legítimamente elegidos (que esto también cuesta).

Hoy por hoy (y a mi juicio con acierto) no hay más ética ni estética públicas a las que deba someterse la esposa del Sr. Sánchez que el imperio de la ley de manera exactamente igual que cualquier ciudadano o ciudadana de este país. Le ampara por el contrario todo el derecho a ganarse la vida como considere bajo sus propios e intransferibles criterios de todo orden. Lo contrario es estética decimonónica y persecución política.

María José Landaburu Carracedo es Doctora en Derecho, experta en derecho laboral y autora del ensayo 'Derechos fundamentales, Estado social y trabajo autónomo'.

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