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Feminismo de guardia

Nos propuso el director de este apreciado medio que si queríamos escribir sobre algún tema o formato más apropiado para la época estival. Consciente de mi excesivo y gustoso sarcasmo feminista, propuse hacer una serie de artículos sobre los cuerpos en verano. Los escribiré bajo la premisa de que, aunque queramos seguir reflexionando, lo haremos habitando unos cuerpos que desean, más que en cualquier otra época del año, la liviandad que ofrece enseñar más piel que nunca, sumergir la cabeza en una masa de agua (fría, por favor, escribe aquí una amante del norte), llevarse a la boca el preciado bocado del mar, abrazar con fuerza a esos que solo ves ya con calma cuando las horas de luz caen gustosamente hasta bien tarde. Pero, queridas, desear cosas con cuerpo de mujer es más complejo, y más en verano. Estos cuerpos con los que iremos a la playa arrastran una cantidad de peso heredado que no es precisamente el de las cervecitas del invierno. Sobre qué tamaño, qué belleza, qué color o qué sexo pueden tener los cuerpos de las mujeres hablaremos los próximos días. Pero antes, una advertencia. Aunque te vayas de vacaciones, no lo olvides, te toca turno de feminismo de guardia.

Escribo, por tanto, esta primera parte de la serie sobre los cuerpos para contar lo evidente. Hay cuerpos de hombres y cuerpos de mujeres. Quizás dedique, según la cantidad de veces que haya sumergido ya la cabeza en agua, un artículo a explicar qué diferencia un cuerpo de otro, pero ya les adelanto que, como se canta en el Orgullo: hay lesbianas con pene, lesbianas con vagina, que hay muchas más lesbianas de las que te imaginas.

A lo que importa: los cuerpos de las mujeres sufren más. Bueno, ya no sé si es tan evidente, porque se ha hecho tan frecuente que es algo con lo que convivimos con normalidad. Como con los vídeos de niños mutilados en Gaza; como con la idea de que Ayuso abandonó a su muerte a miles de personas ancianas en la pandemia. Mientras escribo esto, me salta una alarma de una noticia sobre la endometriosis y su más que probable relación con el cáncer de ovarios. Parece que no era histeria el diagnóstico después de todo.

Circula por las redes una infografía en la que se tachan los días de este año que una mujer ha sido asesinada por su pareja o expareja, por el simple hecho de ser mujer. En la última semana, han sido 5 los feminicidios. Se dejan caer en tertulias, artículos y en Instagram hipótesis de distinta índole. Es el calor, es el tiempo libre, es el fútbol, es el alcohol, es el verano. Luego, algunos hombres con mucha autoridad nos explican que no existe ningún motivo para afirmar que los hombres sean más violentos, aunque la mayoría de los delitos violentos sean cometidos por hombres (también los asesinatos a otros hombres, por cierto); o que ya se hace todo lo que se puede hacer para prevenir la violencia cuando, en realidad, durante años, se han propuesto medidas que siguen sin implementarse por la irresponsabilidad y la negligencia de esos mismos hombres que se atreven a insinuar que es cierto que quizás la masculinidad hegemónica es violenta.

Puede que sea verano, pero si tienes cuerpo de mujer, desgraciadamente, estás en riesgo. Y si el Estado no nos cuida lo suficiente, lo haremos las feministas. Aunque sea en vacaciones

La cosa va así. Y te pondré sólo algunos ejemplos porque estamos en verano pero, amiga, estás de guardia. Durante años muchas feministas han señalado dentro y fuera de las instituciones que el sistema VioGén tiene fallos. Desde luego, este sistema tiene múltiples aciertos. A día de hoy están protegidas por este sistema 89.464 mujeres. Una, que es de provincia, no puede evitar pensar que son tantas mujeres como habitantes tiene mi ciudad. Pontevedra entera de víctimas. Pero, sobre todo, como feminista, siempre me he preguntado ¿por qué no son ellos los que tienen la policía en la puerta?

El problema es que este sistema no llega a proteger ni a garantizar la seguridad de todas esas mujeres, aunque el Estado conozca esta situación, y aunque pueden llegar a ser asesinadas. Cuando decimos que el sistema falla, decimos cosas como que no hemos conseguido nunca que este sistema policial se coordine de forma real y efectiva con el sistema social de atención a las víctimas o, en general, a las familias. Pongamos como ejemplo una pareja en la que la mujer está en el sistema VioGén. Lo que ocurrirá es que la policía dejará de tener noticias de ella porque ya no denuncia ni quiere seguir adelante con el juicio, porque tiene miedo, y lo que se encontró en el turno de oficio no la dejó más tranquila. La policía puede terminar considerando que el riesgo es bajo, aunque, al mismo tiempo, los servicios sociales de esa ciudad puedan tener constancia de que el marido tiene problemas con las drogas, hay una situación de desempleo o no hay vivienda. Al mismo tiempo, seguramente, si hay hijos o hijas, esta información también llegará a través del sistema sanitario y educativo. Cuando se habla de reparar a las víctimas, deberíamos esforzarnos más por ver silenciosamente la foto completa de cada caso para aprender de cada error, mejorar y poder llegar a tiempo, y no de hacerse fotos en fingido silencio cuando ya hay asesinadas encima de la mesa. Siento la dureza pero, francamente, es indignante la cantidad de políticas públicas que se podrían estar implementando en todos los niveles de la administración y que no se llevan a cabo, en muchas ocasiones por razones ideológicas -como sucede con PP y Vox-, pero también en otras muchas, simplemente porque el feminismo no es rentable en términos electorales. Es mejor dejarlo pasar. Lo peor de esta mirada es que da pasos atrás en la construcción de un sistema de protección integral para las víctimas que partía de esa forma de entender la violencia como un iceberg. Claro que, lo más grave, es el asesinato, pero ¿qué creéis que va a suceder este verano con los cuerpos y la dignidad de esas 89.464 mujeres?

Escribo esto con la indignación de quién ha sufrido violencia y de quien conoce el sistema por dentro. Sé la cantidad de veces que en España no se ejecuta presupuesto, la cantidad de veces que hay salarios y puestos de trabajos precarizados en los centros de atención a víctimas de todo el Estado. Sé lo que cuesta intentar darle la vuelta a todo esto. Pero basta que toquen a una, para que lo sintamos todas. Escribo esto porque las muertes se deben honrar y porque esos minutos de silencio del Congreso de los Diputados del miércoles en un pleno que pretendía regenerar democráticamente un país en el que si eres mujer, te pueden asesinar por el hecho de serlo, no bastan. Son ridículos. Puro postureo. Un gobierno que se dice de izquierdas sin esfuerzos serios feministas para parar esta emergencia machista no estará tomándose en serio la protección y la seguridad de la mitad de su población. Yo sé que hay a quién en el Gobierno esto le parece ridículo. Pero también sé que cada vez a más gente de izquierdas la lucha contra las violencias machistas le parece una cuestión de calidad democrática. Que no se nos caiga de la agenda por los tacticismos varios de siempre. Puede que sea verano, pero si tienes cuerpo de mujer, desgraciadamente, estás en riesgo. Y si el Estado no nos cuida lo suficiente, lo haremos las feministas. Aunque sea en vacaciones.

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