Gilead y las mujeres

Esta tribuna anticipo que puede parecer un batiburrillo de “cosas de feministas”. Un batiburrillo parcial porque faltan muchos asuntos y me centro en uno muy concreto: los úteros de las mujeres. 

Nunca vi la serie, ni tengo intención de verla, pero sí leí El cuento de la criada hace un par de años y me dejó muy tocada. Considero que es imprescindible leerlo, o en su defecto, ver la serie. Aunque solo sea para entender muchas referencias a esa distopía tan plausible a la que hoy aluden muchas voces solventes. 

Es espeluznante reparar en lo vulnerables que somos las mujeres en el mundo que nos ha tocado vivir. En este mundo, pero en cualquier época. Lo ha expresado muy bien la campaña del Ministerio de Igualdad para este 8M, en la que muchas mujeres corean: “¿Estáis cansados de oírlo? Nosotras de vivirlo.” Y añado: no solo de vivirlo, sino también de imaginarlo. 

Imaginarlo porque son muchas las situaciones horribles que de forma sobrevenida, generalmente porque uno o varios señores así lo han decidido, están sufriendo millones de mujeres en otras partes del mundo a una velocidad imposible de procesar y mucho menos de asumir. Es agotador y aterrador que una de las medidas estrella, o comodín, siempre “ready”, de los espectros más conservadores de cualquier país en casi cualquier pugna electoral sea arrogarse como legítimo tutor moral, en forma de recorte de derechos, del cuerpo y de la salud de las mujeres, y de coartar nuestra capacidad y autonomía de tomar decisiones. Es alucinante. 

Imagina que eres una niña adolescente, disgustada porque ya ha llegado ese fatídico momento de la menarquia. Al margen de los dolores (para muchas, tan insoportables que son incapacitantes), las inflamaciones, los granos, las jaquecas y la bajona más absoluta durante una semana cada 28 días a lo largo de unos cuarenta años, la menstruación implica tener que llevar cierto control de fechas para evitar sustos y estar preparada con el equipamiento higiénico, farmacéutico y profiláctico necesario, con el coste asociado que ello supone. Cuanta cosa, ¿no? Ojalá por el bien de la igualdad me equivoque, pero no se me ocurre un rasgo fisiológico de los hombres que suponga tanta esclavitud como para nosotras supone la menstruación.   

Ojalá por el bien de la igualdad me equivoque, pero no se me ocurre un rasgo fisiológico de los hombres que suponga tanta esclavitud como para nosotras supone la menstruación

Con respecto a las fechas, toda la vida hemos llevado un pequeño calendario a mano para anotar los días rojos, antes en papel y ahora seguramente en nuestro móvil. Hoy, lo que parecen estar utilizando muchas niñas, adolescentes y jóvenes son apps que ofrecen como servicio la gestión de tu calendario menstrual personal. Apps que no he tenido tiempo de bichear, pero de las que desconfío especialmente desde que el mundo, capitaneado por los hombres blancos heterosexuales de EEUU, ha declarado oficialmente su hostilidad contra las mujeres. 

Imagina que ya no eres esa adolescente, sino una mujer que circunstancialmente ha viajado a EEUU por motivos de trabajo u ocio, felizmente embarazada de 15 semanas y que sufres un aborto accidental e involuntario que requiere asistencia médica urgente estando por aquellas tierras. Qué haces ahora mismo en Alabama, Arkansas, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Idaho, Indiana, Kentucky, Luisiana, Misisipi, Misuri, Oklahoma, Tennessee, Texas y Virginia occidental, donde es ilegal, o en Carolina del Sur, Florida, Georgia, donde es legal hasta la sexta semana de gestación, que para el caso es lo mismo que ser ilegal. Con que tengas una menstruación un poco irregular, seis semanas es la nada absoluta en términos de margen de maniobra. Un simple despiste y nula capacidad de reacción en tan corto periodo de tiempo. A esto me refería con lo de imaginarlo. Situaciones en las que muchas hemos podido estar con normalidad y despreocupación, y que hoy son una temeridad. 

En España, la Estadística de Interrupciones Voluntarias del Embarazo (IVE) reúne información muy interesante, como la de que en 2023 el 81% de las 103.000 IVE se practicaron en centros sanitarios privados, eminentemente extrahospitalarios, lo que desvela un preocupante desequilibrio en la modalidad de prestación de este servicio público que urge corregir. Andalucía y Cantabria reportaron un único centro sanitario de la red pública que practica IVE; Castilla y León, la Región de Murcia y La Rioja solo dos centros públicos. Solo un centro, y solo privado, en Extremadura y solo dos, y solo privados, en Aragón y en Castilla La Mancha.   

Se me quedan cosas en el teclado por desarrollar, como las diferencias en las edades máximas para los cribados masivos de determinadas pruebas diagnósticas (útero y mamas; próstata); las enormes dificultades para dar con métodos anticonceptivos masculinos que nos liberen de la carga exclusiva de la píldora o el DIU; o la urgencia de elevar el derecho al aborto al rango constitucional tanto en España como en la Unión Europea antes de que sea demasiado tarde, visto lo visto. 

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Verónica López Sabater es economista y consejera de la Cámara de Cuentas de Madrid.

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