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Tambores de guerra

Antonio Estella

Nunca pensé que llegaría a escribir esto. Nuestra generación, la de los baby boomers, era la generación de aquellos que iban a vivir a lo largo de toda su vida en paz, sin conocer una guerra. Estábamos completamente seguros de ello. De hecho, hace unos años me pidieron que organizara, en el conocido círculo de debate madrileño “Café Filosófico”, que se reúne el último domingo de cada mes en el Café Libertad, cerca de la plaza de Chueca, un coloquio sobre la eventualidad de una Tercera Guerra Mundial. No sé si el debate concertó un cierto éxito de crítica, pero lo que está claro es que el de público no fue precisamente mayúsculo. Estoy seguro, sin embargo, de que si lo organizáramos ahora, tendría un éxito, también de público, rotundo.

En efecto: las alarmas han saltado en todas las capitales del mundo a partir del momento en el que Putin ha decidido modificar su doctrina sobre disuasión nuclear. Esta modificación implica una rebaja del umbral a partir del cual Rusia empleará armas nucleares con un efecto disuasorio. La credibilidad del uso de armas nucleares depende, en teoría de juegos, de su carácter más o menos automático, y como se señala en este artículo, la doctrina de disuasión nuclear de Rusia todavía depende excesivamente de la voluntad de Putin. Pero por otro lado está claro que se están dando pasos hacia dicho automatismo: la rebaja del umbral legitimaría el uso de armas nucleares en más casos que antes de la reforma de dicha doctrina. Para dar algo de credibilidad a este giro en la estrategia nuclear del país, Putin ha lanzado varios misiles balísticos (sin carga nuclear) sobre Ucrania en los últimos días.

La reacción en algunas capitales europeas no se ha hecho esperar. En Suecia, el Gobierno acaba de presentar la nueva versión del folleto “En caso de crisis o guerra”, que está distribuyendo entre la población (está repartiendo alrededor de 5 millones de copias). En este folleto se indica de manera clara qué hacer en caso de un ataque militar, y en particular, en el caso de un ataque nuclear. En esencia se pide a la población que tenga kits de abastecimiento de alimentos y medicinas preparados y que se protejan en el refugio más cercano en el caso en el que se empleen armas nucleares. “La radiación” se dice “baja drásticamente después de unos días”, que es el momento en el que las personas podrían salir de los refugios.

Por su parte, Finlandia, Dinamarca y Noruega están implementando estrategias similares al efecto. Finlandia ha elaborado un folleto parecido al sueco, pero online. Dinamarca está remitiendo emails a sus nacionales con instrucciones para gestionar los tres días posteriores al estallido de una “emergencia”. Y Noruega está distribuyendo más de dos millones de folletos con consejos para situaciones similares, en los que, por ejemplo, se dan recomendaciones sobre el uso por parte de la población de pastillas de yodo en caso de ataque nuclear. Pero estas medidas no las están aplicando solamente los Estados nórdicos, lo que podría explicarse por su cercanía geográfica con Rusia, sino también otros Estados. Por ejemplo, Alemania está examinando el estado de sus búnkeres con objeto de ponerlos al día para el caso en el que la población necesitara refugiarse en ellos ante un ataque nuclear. Y Reino Unido ha publicado una página web en Mayo de este año en donde el gobierno da recomendaciones a los ciudadanos en caso de “emergencias”. Aunque la guerra no se cita en esa página web entre los “riesgos” previstos, es evidente que muchas de las recomendaciones son aplicables a este caso.

Se puede informar de manera sensata, razonable y razonada, a los ciudadanos de las medidas que hay que tomar en caso de conflicto bélico

Por su parte, nuestro país está preparando el primer Código de Protección Civil, como parte de la II Estrategia Nacional de Protección Civil, que será publicada en los próximos días. Este Código aparentemente incluye, por primera vez, el riesgo bélico entre los riesgos contemplados. Este es un paso en la buena dirección, teniendo en cuenta que a la incertidumbre de la guerra entre Rusia y Ucrania se le ha unido, desde hace unos días, la incertidumbre adicional de la imprevisibilidad y bipolaridad genéricas del nuevo inquilino de la Casa Blanca. Por otro lado, es evidente que la Unión Europea debería de coordinar a escala europea los esfuerzos de los Estados Miembros en este terreno, sobre todo en aras a informar a los ciudadanos de manera clara sobre qué hacer en caso de conflicto bélico. Sería deseable, por tanto, que la UE elaborara folletos similares a los elaborados por los Estados arriba mencionados en los que se dieran instrucciones claras a los ciudadanos europeos a escala no solamente nacional, sino comunitaria.

Soy perfectamente consciente de que todas estas medidas pueden generar alarma en la sociedad. ¿No es ese, al fin y al cabo, el juego de la derecha y de la extrema derecha, el de hacer pensar a la gente que vivimos en un Estado de emergencia permanente, por lo que lo más sensato, en este tipo de circunstancias, es apostar por caballo ganador? Sí, es cierto. Pero, por otro lado, también es cierto que el mundo progresista no puede dejar que el debate sobre la seguridad y la protección frente a amenazas como la bélica sea un discurso monopolizado en exclusiva por las fuerzas conservadoras. Se puede informar de manera sensata, razonable y razonada, a los ciudadanos de las medidas que hay que tomar en caso de conflicto bélico, sin por ello causar una sensación de pánico y terror. Es más, es posible pensar que ésta sea la mejor forma de conjurar ambas amenazas para la democracia. Informemos a la gente de lo que tiene que hacer en caso de conflicto bélico. Y hagámoslo de forma sensata, prudente y razonable. No dejemos que sean otros los que lo hagan.

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Antonio Estella es catedrático Jean Monnet "ad personam" de Gobernanza Económica Global y Europea en la Universidad Carlos III de Madrid.

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