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La fatiga política se instala en España empujada por el rechazo a la teatralización de la vida pública
“Mi deseo de estar bien informado está actualmente en desacuerdo con mi deseo de permanecer cuerdo”. La viñeta, firmada por el humorista norteamericano David Sipriss, uno de los habituales de la revista The New Yorker, reproduce la conversación que mantiene una pareja angustiada por las noticias. Según su autor, fue publicada por primera vez en la época de Bill Clinton, probablemente en la segunda mitad de los años noventa, pero se ha convertido en su pieza más “publicada, republicada, tuiteada, retuiteada, compartida, robada y reimpresa” sin su permiso.
El hartazgo con las noticias no es un fenómeno nuevo. Pero va a más. Cada vez más personas dan un paso al frente y proclaman su deseo de romper con el bombardeo permanente de información. La que llega a través de las redes sociales, pero también con unos medios de comunicación que se están transformando en un flujo permanente de noticias que se confunde entre sí. Los subrayados musicales se han hecho normales y las alertas que nos asaltan desde los móviles compiten por nuestra atención anunciando casi a diario acontencimientos históricos.
La proporción de personas que están muy interesadas en las noticias ha caído de forma acusada en todo el mundo. En España la cifra se lleva la palma: en 2015, en plena efervescencia política, la cifra era de un 85%, muy por encima de países como Alemania (74%), Reino Unido (70%) o Estados Unidos (67%). En 2022 ese porcentaje se ha dado la vuelta: apenas el 55% de los españoles está muy interesado en las noticias, significativamente por debajo de muchos de los países de nuestro entorno, según datos recogidos por el Reuters Institute en la investigación que lleva a cabo cada año sobre los medios de comunicación. Es una caída de 20 puntos en sólo siete años.
El informe del Reuters Institute afirma que los datos sugieren que esto está pasando por una combinación de “dos problemas diferentes pero relacionados”. En primer lugar, la aparición de “una minoría de personas activas en Internet, muchas de ellas más jóvenes o menos educadas, que se han desconectado en gran medida de las noticias, tal vez porque no creen que sean relevantes para sus vidas”. Y luego, por separado, “encontramos una disminución más generalizada en el interés y el consumo de noticias que afecta a un un grupo mucho más amplio, que puede estar relacionado con los cambios estructurales en la manera en que se distribuyen las noticias, la naturaleza del propio ciclo de noticias o ambos”.
“Cada vez más personas optan por racionar o limitar su exposición a las noticias, o al menos a ciertos tipos de noticias”. A este comportamiento los investigadores del Reuters Institute lo llaman “evasión selectiva de las noticias” y creen que “puede ayudar a explicar por qué los niveles de consumo no han aumentado en la mayoría de los casos a pesar de los tiempos inciertos en los que vivimos”.
Hartos de la política
¿Qué dice el informe sobre las personas que evitan las noticias de forma selectiva? En todos los mercados, muchos de los encuestados afirman que se sienten desanimados por “la repetición de la agenda informativa, especialmente en lo que se refiere a la política y la covid-19 (43%), o que a menudo se sienten agotados por las noticias (29%)”.
Una “proporción significativa” dice que evita las noticias porque piensan que “no son de fiar” (29%) y alrededor de un tercio (36%), sobre todo menores de 35 años, afirman que “las noticias les bajan el ánimo”. Otros alegan que las noticias “provocan discusiones que preferirían evitar” (17%), o que les causan “sentimientos de impotencia” (16%). Apenas una pequeña proporción dice que no tiene suficiente tiempo para las noticias (14%) o que son “demasiado difíciles de entender” (8%).
En este último grupo, el Reuters Institute constata “la dificultad que tienen muchas audiencias más jóvenes” y los grupos con menos estudios “para entender el periodismo tal y como se practica actualmente”. En países como Australia, Estados Unidos y Brasil, “alrededor del 15% de los jóvenes que evitan las noticias dicen que les resulta difícil seguirlas, una proporción mucho mayor que la de los consumidores de noticias de mayor edad.
Más allá del análisis del ecosistema mediático, la investigación revela un problema de fatiga política: casi la mitad de las personas que huyen de las noticias lo hacen por saturación en relación con dos asuntos estrechamente vinculados a lo largo de los últimos años: covid y política.
Pablo Simón, politólogo, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Corona. Política en tiempos de pandemia (Debate, 2020), confirma que según los barómetros del CIS ha habido “una leve caída” en el interés por la política “en lo que toca a la población en su conjunto” pero “más intensa en las encuestas que tenemos de juventud, que sí son un poco más pormenorizadas y se ve una caída de prácticamente diez puntos desde que comenzó la pandemia”.
La política se ha vuelto más agresiva y eso puede hacer que una masa de espectadores que no son gente muy politizada se esté alejando del consumo político
“El hartazgo de la gente con la situación política tiene mucho que ver con un componente asociado a la fatiga pandémica”, explica. Y es “un poco difícil discernir la razón última”. “No sabemos si la gente efectivamente ha asociado política con pandemia, con desgracias, y quiere evadirse y se aleja un poco de la política” en comparación con “los ciclos más ilusionantes” del pasado reciente en los que “aparecían nuevos partidos” o si, por otra parte, hay “un cierto agotamiento y la gente se refugia en su entorno más cercano y esto hace que se interese un poco menos por la política”.
En el barómetro de junio del CIS los problemas políticos en general” fueron los terceros más citados en primer lugar por los encuestados (11%), sólo por detrás de la crisis económica y el paro. Pero si se les suman “el mal comportamiento de los políticos” (6,7%) y “el Gobierno y los partidos” (8,8%) ese porcentaje se dispara hasta un 26,5%.
Simón advierte que no tenemos datos suficientes para saber si está habiendo un “efecto adicional” por la polarización. “La política se ha vuelto más agresiva” y eso “puede hacer que una masa de espectadores que no son gente muy politizada se esté alejando del consumo político”, espantanda “por el ruido”. “Eso tampoco es descartable”, señala. “Puede haber varios factores que jueguen un papel”.
El profesor de Ciencia Política de la Carlos III confirma que la fatiga política no se traduce necesariamente en un comportamiento abstencionista, son dos conceptos que no deben confundirse. “Por poner un ejemplo: la época en la que el interés por la política en España estaba más bajo era la de principios de los años 2000 y coincide con las tasas de participación, 2004 y 2008, más altas que hemos tenido en unas elecciones generales”.
En cualquier caso, Simón duda a la hora de describir el fenómeno como el “agotamiento” de un período marcado por la hiperpolitización que siguió al 15M y al nacimiento de nuevos partidos o como “un reequilibrio”. “Aquí hay siempre fuerzas motoras que empujan en direcciones contradictorias. La gente se aleja más de la política cuando está cansada, cuando la situación es de normalidad institucional, pero en España no es sólo que no tengamos periodos de normalidad sino que el interés por la política suele incrementarse en los periodos de crisis económica y parece que la situación no apunta a que vayamos a un ciclo de estabilidad política”.
Reequilibrio a la baja
Lo razonable es que vayamos a “un reequilibrio a la baja” en el interés por la política por el efecto de la pandemia y también de la guerra. “Seguirá habiendo demanda, pero es normal que no tengamos tantísima como la que teníamos en el ciclo de 2012 a 2017”. Tiene sentido que sea así, asegura, “que siga permaneciendo alto pero un poco más reducido”.
Hasta ahora los estudios que comparan el interés por la política a lo largo del tiempo señalan que en 2019 la gente tenía más o menos el mismo interés que en 2018 y 2017, en torno al 38 o el 40%, apunta. “Cuando empezamos a ver una caída es con la covid”, en su opinión porque la gente ha identificado covid con política: “Es de lo que hemos estado hablando durante estos años y la gente quiere evadirse y mirar otras cosas”.
Los datos que maneja Pablo Simón, especialista en procesos electorales, coinciden con los que apunta el Reuters Institute. Las personas que se alejan de la política normalmente son sobre todo jóvenes —en una proporción mayor que los adultos o los mayores—, personas que no se ubican ideológicamente y no tienen una posición ideológica fuerte o preferencias muy intensas y con un nivel educativo medio o medio bajo que viven en zonas urbanas.
Un estudio fruto del trabajo de investigación del director del Instituto de Estudios Sociales Avanzados del CSIC (IESA), Joan Font, y del científico titular de la misma institución académica y editor de la Revista Internacional de Sociología, (IESA-CSIC), Ernesto Ganuza, recogió en 2017 los argumentos que aporta la ciudadanía para dar explicación de su descontento con la política y recopiló sus opiniones y preferencias respecto a los mecanismos de participación política y las alternativas propuestas al sistema representativo.
La mayoría de los participantes en el estudio achacaron su descontento a una forma singular de funcionamiento del sistema político: “las relaciones de lealtad personal” dentro de los partidos políticos. Los encuestados hablan de un “sistema político aislado, regido por normas privadas” que produce “desconfianza y descontento”. Sean los simpatizantes de los partidos tradicionales o de los más nuevos, cuenten o no sus miembros con más o menos recursos, la “profesionalización de la política” (entendida la política como única profesión) se menciona como la principal razón de descontento.
Hemos visto una explosión de la opinión, con tertulias políticas que sustituían a las del corazón en términos de audiencia. Y lo que se ha producido finalmente es una saturación
Emmanuel Rodríguez, sociólogo, autor de El efecto clase media (Traficantes de Sueños, 2022), entiende perfectamente ese distanciamiento. “Me pasa a mí, creo que es general”. En su opinión “responde al momento político en el que estamos”, en el que “la política se ha teatralizado completamente”. La polarización y “un nivel de agresividad enorme” acentúan la percepción de que la política “carece de contenido” y no tiene “eficacia real”.
La desmovilización de los ciudadanos y su creciente desinterés son una respuesta a “la política entendida como una representación”. “Después del ciclo de movilización del 15M, lo que ha habido es un progresivo desmantelamiento de los mecanismos por los que la gente participaba y se interesaba. La política ha quedado reducida a los debates en los medios y a la escenificación de la división en el Parlamento y eso moviliza poco, porque se ve que tiene pocos efectos materiales en la vida de la gente. Las leyes no operan” y las “medidas son “poco eficaces”.
En realidad, apunta, “la política ha vuelto al lugar en el que estaba antes del 15M, que es básicamente la de los especialistas, los profesionales de la opinión, un determinado campo del periodismo, y los profesionales de la representación, la clase política”. Eso “inevitablemente conlleva efectos de desmovilización”. Los mecanismos que ha habido tradicionalmente de participación social “están desmontados”, desde los sindicatos a los movimientos sociales. Y eso reduce cada vez más el interés por la política hasta que no haya un nuevo “estallido de indignación y de impugnación”.
Entre los más distantes de la política, los que más alergia sienten hacia ella, están “los sectores populares siempre”, afirma. “Entre otras cosas porque no pueden identificarse con las figuras que habitualmente les presentan como modelos. Las clases populares están fuera de la nación politica: no existen en el espacio publico. No existe nadie que hable como ellos, que piense como ellos, que provenga de su misma condición social. Lo natural es que ellos sean los que menos voten y los que menos sigan” la actualidad política.
Emmanuel Rodríguez está de acuerdo con que hay también cansancio en relación con la atención que el infoentretenimiento dedica a la política. Después del 15M “hemos visto una explosión de la opinión”, con “tertulias políticas que sustituían a las del corazón en términos de audiencia. Y lo que se ha producido finalmente es una saturación. Cuando el ciclo político ha cedido, cuando todo ha vuelto a ser capturado por los representantes políticos y por determinados medios de comunicación, eso ha perdido interés. Es una representación banal de posiciones políticas”.
Hay mucha polarización ideológica y una enorme agresividad verbal, mucha más que hace quince años, explica. Pero lo que mucha gente ve son “personajes que representan un papel”. Y como “cada vez es más difícil movilizar al público, cada vez sobreactúan más”. A eso seguirá, anticipa, “una postura de moderación, de vuelta al centro”, que no será más que una “especie de movimiento bascular”. El resultado será “cada vez más impostado, teatralizado, desporporcionado y probablemente más vacío”.
Comunicación política “tóxica”
En opinión de Jordi Pacheco, doctor en Derecho y Ciencia Política por la Universitat de Barcelona, en el ámbito de la política como lucha partidista “sí podemos hablar de una fatiga de la política” y eso es algo que, en su opinión, tiene mucho que ver con la desintermediación de los medios de comunicación y la fragmentación de las audiencias.
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Los partidos, explica, han sabido aprovechar ese cambio “para maximizar” su esfuerzo. Ya no se dirigen “al conjunto de la población”, lo hacen “a ciertos sectores que son más propensos” a votarles. Por tanto”, y esto es lo relevante, “no tengo por qué hacer propuestas generales para todo el mundo sino aprovechar los sentimientos, emociones y debilidades de los electores a los que me dirijo”.
Al segmentar “se rompe la idea de la esfera pública y la gente que no está muy identificada con nadie, que no tiene una identificación muy estrecha con las fuerzas políticas, se encuentra con un ambiente comunicativo” en el que no se ve reflejada.
La comunciación política que se está produciendo a partir de ese escenario “es tóxica”. Y por esa razón “cualquier persona sana lo que hace es quitarse eso” de enmedio. “Cada vez más gente dice: ‘Yo desde que no entro a Twitter vivo más feliz porque no me llega toda esta toxicidad”.