Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Baja laboral flexible
Flexibilidad es una palabra apetecible pero con trampa. Flexibilidad produce injusticia cuando vincula a dos partes en desigualdad de condiciones, que es tantas veces. España, el país de la trágica jornada partida y de las sillas bien calientes, debate desde este jueves sobre una flexibilidad inconcebible hasta ahora: que se pueda estar enfermo a medias. Baja laboral flexible. Al presidente de la patronal le ha parecido fabuloso, un Gobierno de izquierdas haciéndole el trabajo.
Dicen que es un globo sonda, un atrevido y estruendoso globo sonda, pero yo creo que es una grieta. Se apunta a que las “nuevas formas de trabajo”, es decir, hacerlo desde casa con un ordenador, permiten que un empleado que no esté para ir a la oficina sí pueda, digamos, revisar unos documentos, contestar unos correos, en pijama medio incorporado en la cama. Que si tienes una lesión de rodilla que te impide impartir tus clases en el gimnasio puedas dar clases de inglés online. El ejemplo es del presidente de la CEOE. Qué parte del cuerpo tiene usted disponible, como si no fuéramos un todo conectado.
Si ya tantísima gente acude a trabajar enferma por miedo propio o por presiones ajenas, ¿qué puerta abre plantear que una baja médica no sea algo absoluto, innegociable? La ministra de Inclusión, Elma Saiz, puso además un ejemplo durísimo: una persona que está saliendo de un tratamiento de cáncer. Sólo imaginar a un empleador achuchando a alguien que está en ese proceso para que vuelva a trabajar produce pavor. Esa es la grieta abierta.
Flexibilidad produce injusticia cuando vincula a dos partes en desigualdad de condiciones
Un país aún esclavo de la presencialidad, donde una gran parte de los trabajadores siente que apenas le queda vida después de trasladarse a la oficina, comer en la oficia y volver de la oficina, le ofrece ahora un matrimonio en la salud y en la enfermedad a los empleadores. De los creadores de “me voy de los últimos para que no piensen que soy un vago”, llega “voy a trabajar con un dolor inmenso para que no digan que soy un vago”. Yo he conocido personas, en otros sitios, que no se cogen vacaciones en dos años para hacer méritos. Esa es la grieta abierta.
Un país con un desempleo juvenil inaceptable se empeña en que trabajen los que pasaron la edad de jubilarse y, ahora, que lo hagan también quienes están enfermos. Detrás de estos intentos, y lo justo sería que lo dijeran con todas sus letras y sin otras ocurrencias, sólo hay una necesidad de hacer números. Pero hacer números con la salud y con el derecho al descanso después de una vida laboral completa no es de recibo. Hagan mejores cuentas con los empresarios que nadan en beneficios y márgenes amplísimos mientras quienes se dejan su existencia trabajando para ellos no pueden ni pagarse un salón propio.
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