Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
¡Abróchense los cinturones!
Superada la investidura fallida, la última esperanza de la derecha política, económica y mediática es que una situación de bloqueo lleve a una repetición electoral que les posibilite una segunda oportunidad de alcanzar lo que acariciaron con la punta de los dedos. Al final, les faltaron cuatro escaños para hacerse con el poder. Para que haya repetición electoral, tienen que concentrar todas sus fuerzas en las próximas semanas en impedir el complicado acuerdo entre PSOE+Sumar y el independentismo catalán.
Necesitan enardecer y enfurecer a la ciudadanía para intentar crear tal clamor popular que haga imposible seguir adelante. La izquierda tiene que avanzar con firmeza e impedir a toda costa caer en lo que va a ser un ejercicio de constante provocación. No hay espacio para el error de seguir el juego a una derecha desesperada a las puertas de quedarse otros cuatro años en la oposición. Nos esperan días de ruido insoportable, agitación social y confrontación política. Nos adentramos en zona de turbulencias ¡Abróchense los cinturones!
Sube la tensión
Nos esperan unas semanas de extraordinaria tensión política que, como consecuencia, tendrán un evidente riesgo de convertirse en un incómodo período de incertidumbre social. Al tratarse de un fenómeno provocado y no natural, tenemos poca capacidad de prevención. Quienes van a promover un estallido de la confrontación política lo van a hacer sí o sí. Los que deseamos y aconsejamos eludir este tipo de situaciones tenemos poco margen de actuación.
Quizá, el mejor remedio para intentar sobrevivir a lo que se nos viene encima es tratar de que nos afecte lo menos posible. Para ello, debemos estar preparados para la ola de sobreactuación que vamos a vivir e intentar que, conociendo su artificiosidad, no le demos mayor importancia. Presionarán al rey para que no encargue la investidura a Pedro Sánchez; alentarán la división y el enfrentamiento entre quienes deben llegar a un acuerdo; radicalizarán toda su artillería mediática; agitarán la calle; forzarán sus terminales judiciales; elevarán el griterío; recurrirán al insulto, al agravio y, como ya hemos visto, a la amenaza.
Tras la decepción
Estamos en el arranque de la decimoquinta legislatura desde la reinstauración de la democracia en 1977. No cabe duda de que es y va a seguir siendo una de las más intensas que hemos conocido. La derecha española daba por segura una victoria electoral que no se produjo el 23J. La suma de la alianza entre PP y Vox no sirvió para alcanzar el gobierno, tal y como se ha visto reflejado en la fallida moción de investidura de Feijóo.
Lo que parece evidente es que la decepción sufrida en la derecha ha derivado en una manifiesta voluntad de dificultar como sea la configuración de un gobierno encabezado por Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, sustentado en las fuerzas de izquierda y los partidos nacionalistas e independentistas gallegos, catalanes y vascos. PP y Vox han centrado toda su acción política en estos últimos años precisamente en promover y explotar un sentimiento nacionalista españolista frente los nacionalismos periféricos. Su minoría parlamentaria implica como consecuencia el fortalecimiento de una mayoría compuesta por sus némesis más directas.
No hay espacio para el error de seguir el juego a una derecha desesperada a las puertas de quedarse otros cuatro años en la oposición. Nos esperan días de ruido insoportable, agitación social y confrontación política
Feijóo intenta arrinconar a Vox
La derecha en torno al PP ha salido satisfecha del reconocimiento de Feijóo como su temporal líder indiscutible. Al parecer, hasta ahora no lo era. El fracaso de su investidura ha servido para aflorar públicamente su propuesta ideológica. Ha triunfado una manifiesta deriva hacia la radicalidad, en la línea de lo que tanto gusta a la derecha en Madrid. Su discurso ha opacado a Vox, que en esta investidura decidió quedarse en un segundo plano, convencido de que Feijóo no tenía posibilidad alguna de ganar. ¿Alguien cree que Vox hubiera entregado sus votos al PP si hubiera vislumbrado la más mínima posibilidad de que Feijóo ganara la investidura?
Con seguridad, no lo habría hecho. No ha cedido nada gratis en ningún ayuntamiento, ni en ninguna autonomía en la que su papel fuera relevante para consolidar una mayoría. Feijóo ha vivido un espejismo en la constructiva y amable posición de la ultraderecha respecto a su investidura. El problema para el PP, a partir de hoy, es que Vox va a reaccionar y le va a plantear un pulso directo en el territorio más extremo. Y ahí, la ultraderecha es difícil de desbancar.
La que se viene encima
El líder de la ultraderecha, Santiago Abascal, lanzaba el viernes pasado desde la tribuna del Congreso de los Diputados una sorprendente advertencia. Se refería a las consecuencias que pueden derivarse del intento de acordar, por mayoría democrática en el propio parlamento, una amnistía que pueda facilitar el cierre de la crisis política y social derivada de la actuaciones unilaterales e ilegales promovidas por el independentismo catalán en estos últimos diez años.
La inmediata consecuencia de ese acuerdo sería la configuración de un gobierno de izquierdas apoyado parlamentariamente por los partidos nacionalistas catalanes, vascos y gallegos. Abascal amenazó con la reacción que puede promoverse: “¡Luego, no vengan con lloriqueos!”, terminó por espetar. Tómese esta columna como un primer puchero anticipado.
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